El sol lucía poderoso en lo alto del cielo vallés. Serían aproximadamente las nueve y media de la mañana, y el piar de los pájaros se podía escuchar desde su alcoba. Ella observaba, anonadada, cada rincón de aquella hermosa tierra que había vuelto a resurgir, intentando dejar atrás los recuerdos de una devastadora guerra.
Estaba sentada junto a la ventana, cepillando su largo cabello celeste, que hoy presentaba más enredos que de costumbre. Vestía un sencillo vestido blanco que le llegaba por las rodillas, el cuál había adornado con pequeñas flores silvestres. Su mente divagaba entre las pequeñas nubes que se divisaban en el horizonte, lejos del castillo.
- Cinco meses... - susurró, anonadada.
Hoy hacían cinco meses desde que habían vencido a Anankos, cinco meses desde que Corrin se había convertido en el nuevo rey de Valla...
Suspiró, mostrando una sonrisa. Dejó el cepillo sobre la mesa que había junto a su cama y se puso las sandalias que había al lado de su vestidor. Su alcoba era excesivamente grande y conectaba con un baño que disponía de todo tipo de lujos, innecesarios, en su opinión. Se dirigió allí, a asearse antes de empezar el día. Se bañó, limpió sus dientes con esmero y limpió su cara con agua y jabón. De pronto, oyó como tocaban a la puerta, y se dispuso a ver quien era. Abrió la puerta con recelo, cuando se encontró con una de sus nuevos vasallos.
Era una chica algo más joven que ella, tenía el cabello rubio y rizado, el cuál le llegaba por los hombros. Sus ojos eran de color azabache y su pálido rostro mostraba una dulce sonrisa. Vestía ropas de mercenaria y llevaba una reluciente espada de empuñadura rojiza prendida al cinto.
- Buenos días, Trateva... - la saludó Azura con una leve sonrisa, todavía algo adormilada. - ¿Ha sucedido algo? - preguntó, extrañada de ver allí a la chica, tan temprano.
- Para nada, mi señora, al contrario. Traigo buenas noticias...
Los ojos de Azura se abrieron ampliamente, agarrada al marco de la puerta, ansiosa de oírla pronunciar las palabras que ella esperaba.
- El rey acaba de entrar en la ciudad, debe estar a punto de llegar.
Azura sonrió, feliz de volver a verlo. Hacía dos semanas que Corrin había partido a resolver unos asuntos en el reino de Nestra. Al morir Anankos, se habían retirado todas las maldiciones que una vez invadieron Valla, por lo que ésta volvió a estar unida a los demás reinos, haciendo frontera con Hoshido, Nestra y Nohr.
Azura bajo corriendo las principales escaleras de mármol blanco del castillo... del castillo Neriama, que en vallés significaba "Era de luz". Así habían renombrado Corrin y Azura al castillo Gyges, el cuál relucía de nuevo, como varios años atrás.
Bajó rápidamente el último tramo de escaleras, cruzó el amplio y luminoso recibidor y salió a los jardines que rodeaban el palacio. Pasó fugaz entre las rosas que crecían al borde del camino de piedra, mientras el agua de las fuentes salpicaba su rostro.
- My lady, esperad... - suplicó Trateva, que corría fatigada tras Azura.
Pero ella no se detuvo. Tenía que llegar junto a Corrin cuanto antes.
Llegó a las caballerizas, donde la esperaba Lurano, su pegaso perlino. Junto a él estaba Hinoka, que se había quedado un tiempo con ellos, al igual que Leo, intentando ayudarlos en todo lo posible.
Camilla había viajado a Hoshido, como representante diplomática de Nohr, al igual que la pequeña Sakura, que se había dirigido a Nohr como representante diplomática de Hoshido.
Ryoma y Xander habían sido coronados reyes de sus respectivos reinos, por lo que no podían permitirse el lujo de viajar para visitar a sus hermanos.
Azura echó un vistazo rápido a su montura, la cuál estaba ensillada, limpia y lista para dirigirse a cualquier parte. Se acercó hasta su hermana y la abrazó con fuerza.
- Cuando me enteré de que volvía supuse que querrías verlo... De nada - río la joven pelirroja.
Azura la estrechó entre sus brazos con más fuerza, dándole las gracias. Le dió un dulce beso en la mejilla y se subió al lomo de Lurano, quien relinchaba de alegría. Una vez arriba, dió un par de palmaditas en la silla de montar, indicándole a Hinoka que montase junto a ella.
- Vamos - la invitó - Tú también lo has echado de menos...
Hinoka no dudó en montar sobre el pegaso, junto a su hermana, quien espoleó a Lurano para que avanzara. Trateva las siguió montada en su wyvern, y las tres comenzaron a recorrer las calles de la ciudad vallesa.
Ípoles volvía a derrochar vida y equilibrio por los cuatro costados. Xander, Corrin y Ryoma habían removido cielo y tierra para encontrar a las familias vallesas que huyeron durante la guerra. Ahora, tras cinco largos meses, volvía a relucir como antaño. Ípoles era una ciudad bastante grande, en la cuál había innumerables talleres, teatros, colegios, universidades, hospitales, bibliotecas... La ciudad constaba de un importante puerto y era atravesada por un caudaloso río, el cuál era navegable. Azura no podía dejar de sonreír, dejando que el ajetreo de las calles inundase sus oídos.
Tras un rato cabalgando llegaron a la Academia de Ípoles, lugar donde se formaban los futuros caballeros del ejército vallés. Era un gigantesco edificio a las afueras de la ciudad, rodeado por una imponente y frondosa arboleda.
Los guardias de la entrada les permitieron pasar en cuanto las vieron aparecer de entre los abetos y las guiaron hasta las caballerizas. Alojaron a sus monturas en los establos y las invitaron a pasear por el interior de la Academia. Entraron en uno de los salones principales, donde tenían lugar las reuniones de mayor importancia. Los techos eran bastante altos y abovedados y las paredes blancas estaban decoradas con coloridas celosías y hermosos mosaicos. La luz de la mañana entraba por las inmensas ventanas que había en los laterales de la estancia.
- Por favor, Altezas, esperad aquí. El rey vendrá en breve - explicó el más joven de los guardias.
- Así lo haremos... Gracias - respondió Azura, nerviosa.
Ambos jóvenes hicieron una detallada reverencia, a lo que Azura e Hinoka respondieron con otra algo más simple, a la vez que cuidada. Se sentaron a esperar en las sillas que rodeaban la gigantesca y decorada mesa de reuniones, en la cuál habían mandado tallar todas las constelaciones del firmamento.
Azura examinaba con orgullo cada rincón de la sala. Todavía no creía que todo aquello fuese real. Cerró los ojos un momento y suspiró, con pesadez, recostándose contra el respaldo de la silla. A veces pensaba que estaba en mitad de un sueño, y que, cuando despertase, un terrible dragón acabaría con su existencia... Pero ese no era el dragón que encontró frente a ella cuando volvió a abrir los ojos.
El joven rey permanecía inmóvil en el umbral de la puerta. Tenía el cabello revuelto por el viento, la piel bronceada por el sol y sus cariñosos ojos granates le brillaban de emoción. Lucía una armadura nueva. Ésta era de tonos grisáceos, adornada con delicadas filigranas grabadas en el reluciente acero. Tenía los hombros cubiertos por una capa azul marino y en su cinto lucía la Yato, quien también se alegraba de volver a ver a Azura.
La joven princesa se levantó de la silla con rapidez y corrió a abrazarlo. Él la envolvió entre sus brazos con cariño y comenzó a llenarla de besos. Azura se aferró a él con todas su fuerzas, enterrando sus dedos en los sedosos cabellos del joven, mientras Corrin la elevaba un poco. Ambos se separaron, todavía emocionados por el anhelado reencuentro, y se giraron hacia Hinoka, quien los miraba enfurruñada.
- Sois monísimos, no os lo niego... Pero alguien se ha olvidado de saludar a su querida hermana mayor. - les riñó Hinoka, burlona, como de costumbre.
Corrin se separó de Azura con cuidado para acercarse a su hermana y elevarla en brazos. El joven depositó un cariñoso beso en la mejilla de Hinoka, quien lo abrazaba con fuerza. Se separó de su hermana y observó a la joven rubia que los miraba, emocionada.
- Buenos días, Trateva - la saludó el joven rey.
La joven se inclinó levemente y correspondió al saludó con una sonrisa.
Corrin se giró y le tendió su mano a Azura. La chica lo agarró de la mano con fuerza y se acercó hasta él. Corrin no dejaba de mirarla, fascinado, pero ella leyó algo más que fascinación en sus ojos.
- ¿Ha pasado algo? - preguntó Azura, preocupada, echándole los brazos al cuello.
- Traigo buenas noticias. - respondió el chico - Creemos haberlos encontrado...
La mirada de Azura se iluminó al instante. Hace un par de días que corrió el rumor de que había un pequeño grupo de valleses exiliados viviendo en las montañas. La joven había puesto todo su empeño en restaurar el reino de sus padres, y deseaba, con toda su alma, encontrar a aquella gente. Notó como su corazón estallaba de emoción.
Abrazó a Corrin con fuerza, dejándose llevar por el momento.
- Había pensado enviar a un pequeño grupo de búsqueda a la Sierra de Seníl para que comprueben si nuestros rumores son ciertos... - susurró Corrin en su oído.
- ¿Te importaría si yo dirigiera la expedición? - preguntó ella, entusiasmada.
Corrin se separó de ella y la miró a los ojos con ternura.
- Tenía pensado pedirte que me acompañases. Tú, Hinoka y Leo, si no os importa...
- Por mí no hay problema - exclamó Hinoka con una sonrisa - Para eso estamos aquí...
- Entonces no hay más que hablar. Partiremos mañana. - anunció el joven rey, mientras Azura lo volvía a abrazar con fuerza.Acababa de amanecer cuando decidieron poner rumbo a la Sierra de Seníl. Corrin y Azura encabezaban el grupo, seguidos de Hinoka, Silas, Leo, Odín, Setsuna, Niles, Azama, Kaze, Trateva y Afachi, otro de los nuevos vasallos de Azura, un joven de cabello corto y castaño, ojos color esmeralda y piel algo bronceada, que tendría la edad de Leo.
No tardaron en salir de la ciudad y poner rumbo al norte de Valla, a las montañas, donde, según decían las gentes del reino, había un grupo de valleses que se habían refugiado allí durante la guerra. El camino fue arduo, pues, cuando ya entraba la tarde y habían llegado a la zona central del reino, empezó a llover frenéticamente. Siguieron avanzando hasta llegar a las primeras montañas, donde decidieron parar a descansar, para continuar a la mañana siguiente. Montaron un pequeño campamento muy rústico y rápido y encendieron una hoguera en el centro del campamento. El grupo se sentó alrededor del fuego, acomodados sobre unas gruesas mantas de terciopelo, y se limitaron a cenar lo que habían traído como provisiones. Una vez terminada la cena, cada uno se dirigió a su respectiva tienda a descansar.
Azura y Corrin se recostaron sobre la cama, abrazados, felices de volver a estar juntos después de dos semanas separados.
- ¿Te has enterado? - preguntó Azura, alegre.
- ¿Enterarme de qué? - sonrió el joven, adormilado.
- Ryoma y Camilla se casan en primavera... Y Xander y Effie dentro de un par de semanas.
- Desaparezco de casa un par de días y se nos casa media familia...
Azura sonrió y se recostó contra él. Siguieron hablando durante un buen rato. Casi habían logrado conciliar el sueño, cuando Kaze y Trateva irrumpieron en su tienda, sobresaltándolos a ambos.
- ¿Qué es lo que pasa, Kaze? - preguntó Corrin, con la voz ronca debido al sueño.
- Lamento despertarles, Altezas, pero hemos divisado algo extraño a las afueras del campamento.
Azura y Corrin se levantaron rápidamente y comenzaron a cambiarse. Él se puso su armadura y se ajustó la Yato al cinto, mientras ella se ponía su traje de auriga celeste, se ajustaba a Sarinnad y se echaba la lanza a la espalda. Salieron deprisa de su tienda y se encontraron a todo el grupo reunido en el centro del campamento.
Azura se acercó, angustiada, a Leo, buscando una respuesta en el rostro de su hermano menor.
- Tranquila - murmuró Leo al ver la expresión asustada de la chica. - No es grave... - el joven se giró hacia la entrada del campamento y señaló algo con la mano.
Azura entrecerró levemente los ojos, forzando la vista. Allí no había nada, solo la entrada a un pequeño bosque lo bastante siniestro como para no querer acercarse a él.
- Yo no veo nada - se quejó Corrin, adormilado.
- Mira bien... - replicó Leo, acostumbrado a la actitud impaciente de su hermano.
Azura se acercó un poco, seguida de Hinoka y Trateva. Llegó hasta la entrada y se detuvo en seco, al escuchar como unos gritos ahogados provenían del interior del bosque. Era como un susurro, demasiado leve como para llamar la atención, pero poseía un tono oscuro y frío que te hacía retroceder inconscientemente.
De pronto, una pequeña luz azul iluminó la entrada. Era como una pequeña llama incandescente, de tonos muy fríos a la que vez luminosos, la cuál desprendía cierta calidez. Si te fijabas bien, podías distinguir rasgos humanos en ella. Tenía dos pequeños ojos oscuros y poseía la expresión de un niño inocente y asustado.
- Un fuego fatuo... - susurró Azura, contemplando maravillada al pequeño ser.
Se agachó un poco para ponerse a su altura, con cuidado de no asustarlo.
- ¿Y qué hace aquí? - preguntó Silas, confuso.
Nadie respondió a su pregunta. Azura ahogó una exclamación cuando el pequeño ser huyó al interior del bosque. La joven se levantó con decisión y comenzó a correr tras él.
- ¡Azura, espera! - gritaron Corrin e Hinoka mientras seguían a la chica.
Leo también los siguió, acompañado de Afachi, Kaze, Silas y Trateva. Los demás decidieron quedarse en el campamento, guardándolo...Holi✋ ¡He vuelto!😜💗 Así empieza la segunda historia que escribo de Fire Emblem Fates. Espero que os haya gustado. Pronto subiré el siguiente capítulo...😘😘😘
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Fire Emblem Fates II: Amanecer
Fanfiction(Segunda parte de Fire Emblem Fates: Unión) La mayoría de personajes de esta historia pertenecen a Nintendo y a Intelligent System. La historia es 100% mía. Han pasado cinco meses desde que Corrin y Azura derrotaron a Anankos y le devolvieron la lib...