34: Que empiece el baile

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Azura entró en el enorme salón discretamente, ocultando su rostro de mármol tras un velo celeste que solo le cubría parte de la nariz y la boca, dejando sus profundos y brillantes ojos dorados a la vista, deslizando aquellos dos océanos áureos por el enorme salón, posando su mirada en las miles de jóvenes parejas que bailaban en la sala.
Vessperion se situó junto a ella, con una mano apoyada en la empuñadura de su katana plateada, buscando a su joven e inocente objetivo con la mirada.
- ¿Estás nerviosa? - le preguntó a Azura, sin desviar la mirada del centro del salón, cuando vio como Afachi y Trateva bajaban corriendo las escaleras entre risas, sin soltar sus manos, entrelazadas desde hacia rato.
- No... - murmuró Azura, amenazando con la mirada a todo aquel que pasaba a su lado. - Simplemente tengo ganas de...explotar. - rió, sin saber como explicar lo que sentía.
- ¡Bum...! - sonrió Vessperion, leyéndole el alma sin necesidad de mirarla.
- Sí... Bum... - repitió, anonadada. - Quiero explotar de una vez, que todo esto acabe y pueda gritarlo con todas mis fuerzas. Gritarlo hasta que mi garganta se rompa, hasta que las piernas me fallen y caiga al suelo de rodillas...porque todo eso da igual cuando tienes a alguien junto a tí que está ahí para ayudarte a levantarte, para coser de nuevo tus cuerdas vocales y para recoger las cenizas que ha dejado tu bomba... ¿Entiendes? - susurró, desviando la vista para mirarlo con suavidad.
- Entiendo... Siempre intentaré entenderte - afirmó. - A tí y a todo aquel que tenga un buen motivo por el que luchar.
- Por eso eres tan especial...
- Es lo que tiene ser un dragón. - murmuró, cuando una joven logró desviar su atención. - Ahí está...
Azura siguió la mirada de Vessperion, encontrándose con la mirada oscura de Himbira, que pareció notar su presencia. La joven reina tensó su cuerpo, mientras observaba como Afachi diluía, con disimulo, el brebaje que habían preparado entre las distintas bebidas que se servían en la sala.
- ¿Preparada? - masculló Vessperion, inquieto por el gesto sombrío que mostraba Azura.
Una media sonrisa se encendió en ella, dispuesta a salir a escena.
- Que empiece el baile... - murmuró, bajando las escaleras con elegancia, arrastrando los velos de su vestido por el mármol blanco.

Himbira observó, nerviosa, como Azura bajaba las escaleras poco a poco, imponiendo un respeto que, según la joven emperatriz, no se merecía. La muchacha se extrañó al ver al muchacho de cabello negro y ojos esmeraldas que la acompañaba, caminando tras ella como si fuese su guardaespaldas.
- Vaya... - sonrió Ummal, cruzado de brazos junto a la joven emperatriz. - Parece que nuestra querida reina no ha tardado en sustituir a su queridísimo esposo. ¿Crees que nos invitarán a la boda? - rió, dándole un trago a su copa, rebosante de un licor rojizo.
- No, capitán. Os equivocáis... - rectificó Himbira, sin dejar a mirar a ambos jóvenes. - Azura aún no ha olvidado a su rey. No creo que ese muchacho esté aquí para reemplazar a Corrin. Algo no marcha bien - dejó caer, dispersa.
- ¿Qué insinuáis, señora?
- Estaba embarazada, Ummal... - susurró. - ¡Embarazada! ¡Y ahora su cintura vuelve a ser tan fina como un hilo!
- ¿Habrá abortado? - rió el joven capitán, volviendo a beber de su copa.
Himbira se volvió para mirarlo, irritada, y clavó sus ojos negros en los orbes castaños del capitán de la Guardia Nestria.
- Escúcheme bien, capitán. La reina Azura no deberá abandonar el castillo bajo ninguna circunstancia. Pase lo que pase no pueda salir de palacio, ¿entendido? - gruñó, agarrando con fuerza la capa del joven.
- Sí, señora...
- Bien. Retiraos - masculló, volviéndose para buscar a Azura y a su acompañante con la mirada, sin resultado.
La joven, enfadada, corrió a buscar algo de bebida que llevarse a los labios, ahogando su angustia en alcohol.

Vessperion estaba apoyado contra una de las enormes columnas que rodeaban el centro del salón, observando como Trateva bailaba en medio de la pista de baile junto a un joven noble de ojos azules y cabello violáceo.
Afachi se acercó corriendo hasta él, apoyándose también en la columna.
- ¿Lo has hecho ya? - preguntó el joven, observando su expresión cansada.
- Sí... - jadeó Afachi, agotado después de haber corrido con disimulo por todo el salón mezclando bebidas y licores con aquel extraño brebaje.
- Bien. Ahora solo hay que esperar... - murmuró, tendiéndole a su compañero un buen vaso de agua fresca. - ¿Cuándo piensa Trateva avisar a Azura?
- No lo sé. - dijo Afachi entre trago y trago. - Déjala que disfrute un poco...
Vessperion sonrió, mirando al joven con entendimiento. Se recostó de nuevo contra la columna de piedra y perdió la mirada entre los jóvenes que bailaban, comían y bebían por todo el salón, cansado, nervioso y angustiado a la vez, escondiendo sus sentimientos tras un muro de hielo inquebrantable y un velo negro.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora