EPÍLOGO: Corazón

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El joven suspiró al sentir como ella se acomodaba sobre su pecho. La envolvió más aún con sus brazos y dejó que su esposa apoyase la cabeza en su despojado pecho. Con los ojos abiertos y el cabello revuelto, Corrin empezó a acariciar su espalda desnuda con cariño, jugueteando con sus cabellos celestes y deleitándose con el roce de la suave y pura piel de su esposa.
Azura, prácticamente dormida, plantó un dulce beso en el pecho de su esposo como respuesta a sus caricias. Corrin sonrió, mostrando una sonrisa amplia, cálida y embriagadora. Siguió con la mirada fija en su frágil rostro adormilado. La veía tan hermosa mientras dormía...con todo el cabello alborotado cayéndole en cascada por su firme espalda, su cuidada piel nívea conquistada por sus besos, sus largas y finas piernas enredadas con las suyas, los brazos y la cabeza apoyados dulcemente en su pecho y sus profundos ojos áureos ocultos tras sus ligeros párpados, adornados por largas y rizadas pestañas de cristal. Después de varios días, su cintura había recuperado su antigua forma y su vientre volvía a lucir tan plano como antaño.
- Eres...lo más hermoso que he visto jamás... - susurró, mirando a la Luna anonadado.
Azura abrió los ojos, adormilada, y se incorporó lentamente. Con suavidad, lo agarró del mentón e hizo que la mirase, dispuesta a perderse por décima vez aquella noche en su expresiva mirada de dragón.
- Eso es porque estoy muy enamorada - respondió con una sonrisa. - El amor tiene esos efectos en la gente. Las hace hermosas a los ojos del ser amado, a pesar de que, por dentro, su alma puede ser lo más horrible que haya caminado sobre la tierra. Por eso a veces puede ser tan peligroso y tan hermoso a la vez...
- ¿Y tú de qué estás enamorada? - le preguntó él, a pesar de que había oído la respuesta miles de veces. - ¿De mi físico, de mis almas...o simplemente adoras perderte en mi mirada cada vez que te busco entre las sábanas?
Azura se acercó más a él sin romper el contacto visual.
- ¿Tanto te gusta oírme decirlo?
- Haría lo que fuera por que me lo repitieras cada instante que pasa... - admitió él, juguetón, como de costumbre.
La joven reina suspiró, risueña, antes de responder a la pregunta que le había formulado su esposo.
- Yo no me enamoré de tí por el color de tu cabello, por la suavidad de tu bronceada piel ni por tu destreza. No me enamoré de tí por que fueses un dragón encarcelado en el cuerpo de un príncipe - añadió, acariciándole la mejilla con sutileza. Corrin acomodó su mejilla en la palma de su mano antes de que ella prosiguiese. - Y mentiría si digo que no me quedé prendada de tus océanos ardientes... Pero, como te dije aquella noche en el reino sideral, el día que me pediste matrimonio, el día de nuestra boda y todos y cada uno de los días de mi vida desde que me besaste por primera vez, te amo... Te amo porque, a lo mejor, así lo quiso el destino, porque tal vez siempre estuvimos destinados a estar juntos. Porque quizás toda diosa necesite a su dragón - murmuró, haciéndolo reír. - No sé porqué te amo... Solo sé que lo hago...con locura, con fuerza, con pasión, con cariño, con cabeza y con respeto. Sé que por amor recorrería mil infiernos, me hundiría en cien mares y moriría tantas veces...si al final del camino me estás esperando con tu dulce sonrisa. Esa sonrisa con la que me sonreíste la primera vez que nuestras miradas se cruzaron y que tal vez sea uno de los motivos por los que estamos así ahora. Únicamente ataviados por un tierno abrazo a la luz de la Luna, descansando sobre la cama de una de las alcobas de este palacete al este de nuestro reino... - ladeó la cabeza, clavando la mirada en la cuna que tenían junto a ellos. - Con nuestro pequeño príncipe durmiendo a nuestro lado... - Azura volvió a mirar a su esposo con la mirada vidriosa. - Después de todo no sé exactamente porqué me enamoré de tí, pero si estoy segura de que ha merecido, merece y merecerá la pena, ¿no crees?
Corrin asintió con un nudo en la garganta. Envolvió el rostro de su esposa con ambas manos y la besó con todo el cariño del mundo. Rozó con cuidado los labios de ella en una embriagadora caricia, exprimiendo aquel beso hasta el último momento, cuando un leve llanto los interrumpió.
Ambos sonrieron, y Corrin se levantó para acunar al pequeño mientras Azura se envolvió en un rebecón de punto blanco que le cubría las manos y le llegaba por las pantorrillas.
- Shh... - lo tranquilizó mientras volvía a recostarse en la cama con Shigure en brazos. - Eh... Ya está, pequeño. Papá está aquí... - murmuró, consiguiendo que dejase de llorar. - Estoy aquí...
Shigure buscó el rostro de su padre con sus pequeñas manos, riendo al rozar su mentón y sus labios. Corrin besó las manos de su hijo mientras Azura se arrimaba a ellos.
- Hola, cariño...
- Tiene el mismo despertar que tú - le chinchó Corrin, ganándose una de las asesinas miradas de su esposa.
- ¿Tienes algún problema con mi despertar, Corrin? - murmuró, enarcando una ceja de forma guasona
El joven rey río, acercándola más a él.
- No es eso, pequeña. Solo digo que nuestro hijo es igual que tú.
- ¿Otra vez? - saltó Azura, levantando la cabeza para mirarlo. - Ya te he dicho cincuenta veces que Shigure tiene algo de los dos.
- O todo tuyo... - bromeó, haciendo que ella volviese a mirarlo como segundos antes. - ¡Oh, vamos, Az! ¿Qué tiene Shigure mío?
La joven reina cogió a su hijo al oírlo llorar, suponiendo que tenía hambre. Azura se abrió el rebecón y le dió de mamar a su pequeño, recostándose en el pecho de su esposo con cuidado.
- Pues, por ejemplo - empezó, sin apartar la vista del rostro suave y pálido de Shigure. - es tan impaciente como tú, y en cuanto a energía no le ganas...
- Dos - contó el joven rey, chinchándole aún más.
- ¿En serio, Corrin...?
- Pero...
- Corrin Kamui Minamoto Vallite - le cortó, seria. - Como vuelvas a insistir en que Shigure no se parece a tí serás tú el siguiente que llore en esta habitación. Así que más vale que dejes esa envidia que tienes o tú y yo tendremos un serio problema, ¿entendido?
- Si, amor... - murmuró el muchacho, asustado.
- Bien.
Ninguno de los dos habló durante un tiempo.
- ¿Mi amor? - la llamó Corrin entonces.
- Uhm... - masculló, enfadada.
- Definitivamente nuestro hijo no se parece a mí... Sabe perfectamente como librarse de tus broncas - rió, haciendo que ella se volviese más seria aún.
- ¿Quieres dormir en el pasillo? - lo amenazó, acunando a Shigure cuando éste dejó de mamar.
- No, señora...
- Pues cierra la boca.
Corrin suspiró, admitiendo que podía llegar a ser insufrible de vez en cuando. Azura empezó a cantarle a su hijo una de las canciones que recordaba de su niñez, y Shigure no tardó en caer rendido en brazos de su madre, embelesado por la música angelical que salía de sus anaranjados labios.
- Bueno, ya se ha dormido. - susurró para sí, acariciándole la mejilla izquierda al pequeño. - Amor, déjalo en la... - Azura abrió los ojos cuando, al volverse, vio que Corrin también había caído bajo el efecto de su canción. Sonrió, antes de sacudir levemente la cabeza y apartarle un mechón rubio de la frente. - ¿Cómo no te das cuenta de que sois iguales...? - sonrió, enamorada profundamente de ambos.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora