44: Una luminosa mirada...

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Las aguas cristalinas del río fluían lentamente por su cauce, sin mucha prisa por llegar al mar, el cual comenzaba a divisarse desde la cima de las colinas que dominaban el paisaje. Las flores salvajes adornaban los campos, los hierbajos decoraban los bordes de los caminos y los imponentes árboles invadían el paisaje, proporcionando un poco de sombra a sus pies, la cual era muy necesaria en aquellas fechas.
Habían pasado dos meses desde que la paz, la tranquilidad y una necesitada normalidad habían invadido todos los reinos, poblados y tribus, siendo más notable en Valla, donde los veraniegos rayos de sol se reflejaban en las sonrisas de las gentes del reino, quienes habían continuado su vida después de un tenso y largo periodo en el que la luz parecía no llegar al suelo por culpa de las nubes...
- ¡Afachi! - gritó la joven, despertando al muchacho.
El joven espadachín sacudió la cabeza, todavía desconcertado. Agarró con más fuerza las riendas y volvió la vista ligeramente a un lado para mirar fijamente a Trateva.
- Cariño, ¿sabes que es de mala educación hacer esperar a la reina? - sonrió la muchacha, mientras la brisa de la mañana revolvía sus coletas rubias y sacudía su rojiza capa.
- ¿Quién la está haciendo esperar?
Ella enarcó una ceja, risueña, mirándolo acusadoramente.
- ¿¡Qué!? - rió Afachi, irguiendo el cuerpo cuando su corcél tordo saltó aquel impedimento en mitad del camino.
- Estabas durmiendo... - afirmó Trateva.
- ¿Qué? ¡No...! - Afachi pareció dudar, todavía adormilado. - Solo un poco... - admitió. - ¡Pero da igual! Puedo cabalgar y dormitar a la vez. No vamos a llegar antes a Ípoles, duerma o no...
Trateva sonrió maliciosamente, asustando a Afachi.
- ¿Estás seguro...? - insinuó, y Afachi vio como su novia encajaba más aún sus oscuras botas pardas en los estribos.
- ¿Qué vas a hacer, Tev? - preguntó el muchacho, temeroso de la cabeza alocada e inquieta de Trateva, de la cual no paraban de salir ideas descabelladas.
- Llegar antes a casa - sonrió, antes de espolear a su wyvern con fuerza.
El animal alzó entonces el vuelo, sobrevolando los cielos valleses con Trateva en su lomo. La muchacha sonrió, agarrando las riendas con fuerza para no caer cuando el juguetón dragón empezó a hacer piruetas en el aire.
- ¡WOOOOOOOW! - rió Trateva desde las alturas, fuertemente agarrada a su montura. - ¡VAMOS, AFACHI! - lo animó, sin parar de reír. - ¡TENEMOS QUE LLEGAR ANTES DE QUE SE VAYAN SIN NOSOTROS!
El joven sonrió, sacudiendo la cabeza rápidamente.
Aún seguía sin creerse como Trateva seguía viva, derrochando su incansable energía por los cuatro costados, después de haber pasado varias semanas sin apenas poder moverse tras haber perdido tanta sangre y en un lugar tan crítico y sensible de su cuerpo. La joven, sin embargo, había sobrevivido sin ningún tipo de inconveniente, reincorporándose a la Guardia una semana después de despertar del trance en el había permanecido desde que abandonaron Cyrkensia. De allí volvían precisamente...
Azura y Corrin habían vuelto a asumir sus responsabilidades como reyes, a pesar de que el embarazo de la joven reina llegaba ya a su recta final y apenas pasaba tiempo en su despacho, en la Academia o en el Congreso. No obstante, Azura les había pedido a sus fieles vasallos que partiesen hacia Cyrkensia con el motivo de enviarle una carta de disculpa a la joven emperatriz, invitándola de paso a la boda de Hinoka y Leo, la cual tendría lugar en apenas una semana.
Afachi agarró las riendas con ahínco, encajó sus botas en los estribos y espoleó a su caballo, el cual piafó antes de cabalgar más rápido aún por el estrecho sendero que transcurría entre los campos de cultivo. Las risas y los gritos de ambos chocaron contra la dominante sierra del norte, retumbaron entre las salvajes colinas y se hundieron en el profundo y cristalino mar del sur, cubriendo todo el reino con su vitalidad...

- ¿Algún día me dejarás hacer la maleta? - chistó la joven reina cuando su esposo empezó a besarla juguetonamente en el cuello, impidiéndole que terminase de preparar su equipaje.
- Lo lamento muchísimo, Majestad - bromeó el joven - pero es usted absolutamente irresistible... - murmuró Corrin en el oído de su esposa, haciéndola estremecer.
Azura se volvió cuando él plantó un lento beso en su sien, seria.
- Corrin, si seguimos así toda la mañana no llegaremos nunca a Nohila - le riñó, dejando escapar un leve jadeo cuando los suaves labios de su esposo volvieron a recorrer su cuello. - Leo me pidió que llegásemos lo antes posible...
El joven clavó su mirada granate en la de ella. Sonrió al ver lo colorada que estaba, mientras le rodeaba delicadamente su ensanchada cintura con una mano mientras posaba la otra en su abultado vientre de nueve meses. Corrin se acercó un poco más a su esposa, apoyando su frente en la de ella, revolviendo su cabello celeste al respirar.
- No creo que pase nada si llegamos un poco tarde, ¿no? - insinuó, enarcando sutilmente una ceja.
Azura lo miró, azorazada, pensando que era imposible razonar con su esposo en una situación así, y mucho menos después de todo el tiempo que habían permanecido distanciados.
- Solo cinco minutos... - aclaró la joven reina, inquebrantable y firme como una roca.
El joven rey sonrió, abrazando su cintura con cariño.
- De acuerdo... - susurró, antes de besarla suavemente en los labios. - Solo cinco minutos...

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora