33: Tensión

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Azura llevó a Vessperion a unos jardines que había en la zona sureste de la ciudad, muy lejos de donde estaba el castillo Qalaga, una zona apenas transitada y en la cual había unos hermosos jardines recorridos por un pequeño río y en cuyo centro había un enorme lago cristalino.
Azura se arrodilló en la orilla, abriendo la bolsita de tela bajo la atenta mirada de Vessperion. El muchacho se sentó a su lado, observando como la joven reina extraía las flores de jazmín de la bolsa, con cuidado de no doblar ningún pétalo ni de rasgar el tallo de ninguna flor. Cuando hubo sacado casi todas las flores, las depositó sobre la hierba con esmero. Se volvió para mirar a Vessperion, y el muchacho se puso tenso de repente bajo la mirada fría de ella.
- En Valla es tradición bañar las aguas de un lago con miles y miles de flores de jazmín cuando echamos de menos a alguien que ya no está con nosotros... - murmuró, desviando la mirada a un lado, observando su fiel reflejo en las aguas del lago. - Llevo mucho tiempo pensando en mis padres, desde que supe que estaba embarazada, pero nunca tuve tiempo suficiente para honrar su memoria... Y - susurró, apenada, mientras el brillo de sus ojos cambiaba, volviéndose más tenue y oscuro. - cuando creí que Corrin había muerto...no tuve fuerzas para hacer esto, pues significaría darme por vencida... - hizo una pausa, volviéndose de nuevo para mirar a su compañero. - Tú me has devuelto la esperanza, me has enseñado muchas cosas, y me estás ayudando a rescatar a Corrin. Te estaré eternamente agradecida por ello, y por eso quiero compartir esto contigo... - sonrió.
Vessperion le devolvió la sonrisa. Asintió, casi imperceptiblemente y murmuró, sincero:
- Para mí sería todo un honor... Majestad.
Azura se mordió el labio inferior, recopilando entre sus manos todas las flores de jazmín que podía, invitando a Vessperion con la mirada a hacer lo mismo. Ambos se posicionaron de pie frente a lago, dispuestos a cubrir sus aguas con todas aquellas flores, cuando la luz empezó a escasear en los jardines y un jadeo a sus espaldas los hizo volverse.
Trateva y Afachi aparecieron de entre un par de arbustos cercanos, cargando a sus espaldas un par de enormes bolsas. Azura recogió todas las flores dentro de la bolsita de tela y se la ató en el cinto, mientras los ojos oscuros de su amiga se acercaban a ella.
- Ya está... - jadeó, dejando caer la bolsa al suelo - Ya está todo.
- Una cosa menos... - añadió Afachi, apoyándose en el hombro de Vessperion.
- Gracias a los dos. - murmuró Azura, agarrando a Trateva de los hombros.
- Será mejor que regresemos a la posada. Tenemos que prepararnos - advirtió Vessperion, ayudando a Afachi a cargar con su bolsa. - No sabía que los trajes nestrios pesasen tanto... - masculló, sorprendido.
- Los que apenas pesan son los trajes femeninos...es lo que tiene que estén compuestos prácticamente por velos - río Trateva, cargando de nuevo con su bolsa con ayuda de Azura.
- Los trajes masculinos son armaduras cualesquiera - añadió Afachi, apartando una rama con la mano que tenía libre.
- Y de las buenas... - comentó Vessperion, siguiendo a Afachi, saliendo con discreción de los jardines.
Trateva y Azura los seguían desde un poco más atrás, pues la joven reina decidió echar un último vistazo a aquel lago antes de marcharse...

Caía la tarde cuando llegaron a la posada. Entraron sin llamar mucho la atención, irrumpieron en una de las dos habitaciones que habían reservado y comenzaron a prepararse.
Los primeros en cambiarse fueron Afachi y Vessperion, mientras Azura y Trateva preparaban el brebaje que necesitaban para engatusar y dormir a Himbira, encerradas en el baño de la habitación. No tardaron mucho, y ambos jóvenes abandonaron la habitación para dejar que las chicas se cambiasen tranquilamente.
Azura salió de la habitación, encontrándoselos a ambos apoyados contra la pared, sentados en el suelo.
- Arriba - chistó la joven reina, dándole una colleja a Vessperion.
El muchacho obedeció, irguiéndose con rapidez mientras se frotaba la sien con insistencia. Afachi lo imitó, buscando a la joven rubia con la mirada.
- ¿Y Trateva? - preguntó, desconcertado.
- ¡Tev! - la llamó Azura, sonriente. - ¡Sal, vamos!
Trateva refunfuñó, saliendo por la puerta con una mueca de desaprobación.
- Sigo sin entender porqué tenemos que vestirnos así - masculló.
- Se llama pasar desapercibidos - rió Vessperion, mirando con sarcasmo a la muchacha.
- Gracias, genio... ¿Afachi? - sonrió la chica. - ¿Estás bien?
El joven espadachín la miraba de arriba a abajo, atónito, asustando a Trateva. Ella se acercó a él y lo zarandeó, cogiéndolo de los hombros, haciendo que volviese en sí.
- ¡Oye, espabila! - refunfuñó Trateva, confusa por su actitud.
- Estás preciosa... - murmuró inconscientemente el joven, anonadado.
Trateva se puso roja, desviando la mirada. Notó como Azura posaba una mano sobre su hombro, animándola, antes de que los cuatro decidiesen salir de la posada para dirigirse al castillo Qalaga.

Fire Emblem Fates II: AmanecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora