Capítulo 1

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-Ten mucho cuidado con la gente, vaya que te roben algo

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-Ten mucho cuidado con la gente, vaya que te roben algo. Asegúrate de elegir un vestido bonito y que no enseñe demasiado, por favor. Mándame foto cuando lo tengas elegido. Vigila tus movimientos, sabes que puede haber siempre gente haciéndote fotos y pueden salir en cualquier sitio. No te retrases, veinte días exactos. Ni uno más, recuerda que en dos días más te casarás con el hombre de tu vida.

-Si, mamá. -digo cansada. -El pobre piloto me está esperando.

-Que no se queje, que por algo le pagamos. -dice, echando una mirada al jet privado de la empresa, que me llevará hasta California.

-Bueno. He captado tus órdenes, ya me voy. -digo mientras me cuelgo bien el bolso.

-¡Carlo! -grita mi madre. Yo pongo una mueca. Me va a dejar sorda.

Un hombre de unos cuarenta años, sale del avión y coge mis maletas. Se las lleva arriba del jet y mi madre me da dos besos en las mejillas.

-Cuídate. -coge su teléfono del bolso, se da la vuelta y se va.

-Claro. -murmuro irónica.

Subo las escaleras del jet y cuando estoy arriba, las escaleras se pliegan y la puerta se cierra. El piloto me espera de pie junto a dos azafatas.

-Siento el retraso. -me disculpo con una mueca de arrepentimiento.

-No pasa nada, señorita De Lucca. -responde, con una sonrisa amable.

Sonrío agradecida y voy hacia mi asiento. Busco el asiento que más me guste y me siento. Abrocho mi cinturón y espero que despeguemos.

No puedo dar más las gracias por este viaje en solitario que voy a hacer. Nunca he salido de Italia sin mis padres y, de hecho, nunca he salido de Europa. Mis padres dirigen una de las líneas aéreas más conocidas de Italia y quieren fusionar la aerolínea que tanto le costó levantar a mi abuelo, con la aerolínea de los padres de mi prometido. Así que estoy yendo a San Diego, California, a por mi vestido de novia. Veinte días de libertad prenupcial.

Qué poco puede llegar a durar la felicidad de una persona.

∼•∼•∼

Dieciséis horas después, llegamos al aeropuerto de San Diego. Un chófer contratado por mis padres espera por mí en la misma pista de aterrizaje. No sabéis lo que odio los lujos de este tipo.

Unos minutos después, el chófer me deja en una calle de un vecindario de la clase alta de La Jolla, no sin antes darme su tarjeta por si necesitara que me llevara a cualquier sitio.

Yo insistí en que me dejaran alquilar un pequeño departamento, pero mis padres insistieron en que debía quedarme en una casa de 2.500 jodidos metros cuadrados enfrente de la playa. ¿Qué hago yo con una casa con cinco dormitorios, cinco baños y un jardín en la mitad de grande que la casa?

Diecinueve días antes (I & II) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora