Capítulo 1 (II)

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Cojo mis  maletas de la cinta y con ellas en mano, me dirijo hacia la salida del aeropuerto

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Cojo mis  maletas de la cinta y con ellas en mano, me dirijo hacia la salida del aeropuerto.

Aeropuerto internacional de San Diego.

Hace cuatro años que no piso este aeropuerto. Bueno, hace cuatro años que no piso esta ciudad, este estado, este país. Cuatro años de matrimonio con Domenico Rossi, hasta hace una semana que logré divorciarme.

Estos cuatro años fueron algo caóticos. Un mes después de la boda, Matteo logró venir, pero no consiguió nada pues yo ya me había casado. Tuvo que volver de nuevo a Afganistán, hasta hace dos meses que volvió a Verona para quedarse. Durante estos años, he intentado no desaprovechar el tiempo. Terminé mi carrera de fisioterapia y la de Administración y Dirección de empresas, me hice un hueco en la aerolínea y ahora soy propietaria de la mitad de esta, ya que con el divorcio me he quedado con la mitad.

Voy a vendérselo porque yo no quiero eso. No quiero tener nada que ver con mis padres, ni Domenico, ni la aerolínea.

A los dos años de casarme, fui perdiendo el contacto con los chicos de San Diego hasta hace un mes que lo retomamos de nuevo gracias a una invitación de boda de Kayla. Kayla se casa con Gianluca. A partir de esa invitación de boda, decidí acelerar los trámites de divorcio e ir a la boda que es dentro de una semana.

Cuando salgo del aeropuerto, me subo a un taxi y le doy la dirección de mi casa. MI CASA. Esa casa en la que pasé mis diecinueve días antes de mi boda, ahora es mía. Quince minutos después, llego a La Jolla. Aparca delante de la casa, le pago y salgo del taxi. Lo primero que veo es mi coche, el cual mandé hace unas semanas y llegó ayer.

Pongo el código de seguridad y la verja se abre poco a poco. Entro y voy hacia la casa, abro la puerta con mis llaves y entro observando todo a mi alrededor. Un sonoro suspiro sale de mis labios y una tonta sonrisa se me escapa al ver las cámaras. Menos mal que las desactivé antes de venir y las di de baja a la compañía.

Viví tan buenos recuerdos en esta ciudad...

Voy hacia mi dormitorio, el cual está tal y como lo dejé. Pongo las sábanas de nuevo y la colcha, pues estamos en diciembre y hace un frío de cojones. Decido darme una ducha rápida antes de irme.

Una vez salgo de la ducha, me miro en el espejo gigante del baño. He cambiado bastante, ya no soy la niña de diecinueve años que vino aquí hace cuatro. Engordé un poco después de la boda, pero luego lo bajé de nuevo. Mis pechos acabaron de desarrollarse y ahora están más grandes, mis curvas se han definido aún más dejando notar mis anchas caderas y mi pelo se ha ido alisando un poco con el tiempo, ahora lo tengo ondulado. Me veo más estilizada y más adulta que la última vez que me miré en este espejo.

Mi mirada va directamente hacia el tatuaje de "Ain't no mountain high enough" que me dice con Maverick. Un suspiro involuntario se escapa de entre mis labios. No sé a quién engaño diciendo que he vuelto por la boda de Kay y Gian, no es la única razón. A parte de los dos tatuajes que me he hecho, hay algunos más que me hice a modo de revelación contra Domenico y porque me gustaban, obviamente. Todos en sitios poco visibles. Detrás de la oreja tengo una ramita de lavanda, encima del codo tengo el nombre de "DANTE" y en la nuca tengo la "M" de Matteo. Luego, tengo mi mano derecha tatuada, es el único tatuaje así visible. Es la cara de un león, en mi dedo corazón hay un corazón y en el anular, una pica.

Diecinueve días antes (I & II) ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora