— Hyungwon. — Susurraba mientras le movía con suavidad del hombro, tratando de despertarle.
Ya era bastante tarde, por lo que el menor no se despertaba, incluso cuando se encontraba en una posición realmente incómoda para dormir, sobre la dura superficie de la mesa de madera.
— Pequeño, no puedes dormir aquí. — Movió ahora sus brazos para poder moverle.
Cualquier intento de despertarle fue realmente inútil, no tuvo otra opción que cargarlo, desde la posición en la que estaba, con su derecha tomó sus piernas y con la izquierda le agarró desde la espalda.
El minino, al percibir su aroma se aferró ocultando su rostro sobre su amplio pecho, distinguiendo varios olores, entre ellos comida, pero entre tantos, el más marcado era el aroma de su perfume.Hoseok le recostó con cuidado sobre la cama, tratando de no despertarlo, pues aún su conciencia le seguía regañando internamente.
— Amo... — Alcanzó a escuchar la voz del menor, bastante somnoliento.
— ¿Pasa algo? — Preguntó con miedo.
— ¿Por qué llegaste tarde? — En su rostro se había formado una expresión de tristeza.
— Tuve que quedarme a hacer unos trabajos. — Mintió.
Hoseok estaba consciente que las mentiras nunca irían por el lado bueno, pero volverle a herir no estaba en sus planes, ya no deseaba lastimarle, además de que tenía la esperanza de que una mentira piadosa no se hiciera más grande.
— Está bien, Hoseok. — Por su parte, Hyungwon ya cansado de oír razones, se volteó dándole la espalda.
— Pequeño, iremos mañana, ya mañana tengo todo el día libre para ti, solo estaré contigo.
— Haz lo que quieras.
El mayor se cambió, poniéndose la ropa de su pijama, además de buscar otra ropa para que el menor durmiera más cómodo.
— Déjame ponerte la pijama. — Habló mientras se posicionaba sobre la cama.
Entonces recostó al menor boca arriba, despojando lentamente aquel pantalón que cubría sus piernas delgadas y blancas, con la luz de la luna que entraba por la ventana tenía suficiente para poder admirarle, era tal cual como si fuese una muñeca de porcelana, sus rodillas tenían unas pequeñas cortadas, al parecer había tenido heridas durante el tiempo que no se vieron.
El cuerpo de Hyungwon era un pecado, un pecado que Hoseok estaba dispuesto a cometer, sin importarle qué, incluso si el mismísimo Dios bajase para someterlo a una eternidad en el infierno.
Su vista se deleitó, observando aquellos muslos que apenas tenían el bóxer, subiendo su mirada hasta aquellos sobresalientes huesos en su cadera, marcados con el elástico de su ropa interior, suya, porque Hyungwon no tenía la propia, así que usaba la de Hoseok.
El mayor se sentía ansioso, cualquiera al darse cuenta de lo que estaba haciendo se detendría, pero las manos de Hoseok hicieron completamente lo contrario, ya que prosiguieron a despojar la playera que este tenia, dejando a la vista una perfecta silueta y un par de botones rosas que exigían su completa atención.— Hoseok, ¿Q-Qué haces? — El minino sintió un escalofrío, teniendo al mayor entre sus piernas aún un poco adormilado.
