Subí a mi habitación y pegué un portazo. No me creía que todo lo que estaba pasando fuese real.
Mis padres me habían engañado durante todo este tiempo.
Me tumbé en la cama y me puse a llorar. En mi cabeza se repetía la frase que hacía unos minutos había pronunciado mi madre: "no te lo dijimos antes porque queríamos que disfrutaras y no te preocupases por nada".
El pestillo de mi habitación estaba echado, asi que mi madre no podía entrar.
- Laura, deja de llorar. Ahora tu padre y yo nos sentimos mal de que estes asi. - dijo, con tono cansado.
- Haberoslo pensado antes, ya es tarde. - contesté sollozando.
- Abreme y hablamos tranquilamente. - propuso.
- No te voy a abrir, quiero estar sola.
Mi madre al poco tiempo se fue. Cuando ya me encontraba un poco mejor, llamé a Dani con la esperanza de que me lo cogiese para hablar con el y desahogarme. Pero por desgracia, no fue asi.
Me lo cogió una chica.
- ¿Dani? - pregunté cuando descolgó.
- No, soy una amiga. Dani... está en el baño. - dijo la chica dubitativa.
- Ah, vale. Ya llamaré en otro momento.
- Vale, ¿quieres que le diga algo de tu parte? - se ofreció.
- No gracias.
Colgué.
La voz de la chica no la reconocía, pero que en vez de cojerme el telefono Dani, me lo coja ella, me hizo sospechar demasiado.
Dani siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, pero esta vez me había fallado.
Me limpie las lágrimas. Me propuse no llorar más, pero en el fondo sabía que lo iba a hacer.
Con las pocas fuerzas que me quedaban, marqué el número de Jesús. Tuve suerte.
- ¿Jesús?
- El mismo. - contestó en un tono bastante contento.
- Te necesito. - dije, empezando a sollozar.
- ¿Que..que...te pasa?
- ¿Podemos hablar en persona? Es muy complicado para hablarlo por telefono...
- Si, ven a mi casa. Dani no esta y mis padres tampoco. Estaremos tranquilos.
- Vale, ahora voy. Un beso.
- Otro para ti.
Colgamos.
Me vestí, me lavé la cara y me maquillé un poco para que no se me notase que había estado llorando.
Salí de mi casa por el balcón, para evitar preguntas de mis padres.
Con cuidado, bajé y caminé hasta llegar a la casa de los gemelos.
Llamé y en menos de cinco segundos ya estaba Jesús en la puerta.
Me abrió con una sonrisa, pero no pude contener mis lágrimas y me eché a llorar sobre Jesús.
Él solo me abrazaba, en situaciones como esas es mejor no decir nada.
- Lo siento Jesús, pero estoy mal. - dije, titubeando.
- Ven, vamos a mi habitación. Te tranquilizas un poco y me lo cuentas todo, ¿vale?
Asentí y subimos arriba. Entré al baño y me limpié las lágrimas.
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Contigo hasta el final (Jesús y Daniel)
FanfictionSegunda temporada de 'Una señal del destino (Jesús y Daniel)'