Capítulo 20

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Acarició con delicadeza el grisáceo brazalete y la vi sonreír mientras que las lágrimas se escapaban de sus ojos. Dejé caer mis párpados, ya que mi pecho todavía se inflaba con euforia y necesitaba calmarme.

Llevé la colilla del cigarro hasta mis labios y dándole una última pitada lo dejé caer. Abrí los ojos e inmediatamente la noté apretando lo suyos y enterrándole los dientes a su labio inferior. Tomé su rostro entre mis manos y con los pulgares sequé todas las secreciones que pude. Me lastimaba verla llorar, me partía el corazón.

Dejé salir la tóxica nube de mis pulmones y la atraje a mi pecho para rodearla con mis brazos, la abracé tan fuerte como me fue posible. Besé su negro y ondeado cabello, dejé descansar a mis labios sobre él y la acaricié.

Tenerla pegada a mí me tranquilizaba, el calor que desprendía de su piel me pedía que no la soltara. Anhelaba quedarme a su lado, reconfortándola, respirando su particular aroma.

—Lamento tanto todo lo que pasó, Matt— Susurró entre sollozos provocando que el hueco alojado en mi pecho incrementara.

Respiré hondo y sin decir una sola palabra, la aferré más a mi cuerpo. Su respiración rozando mi piel calmaba todos mis males y sus manos sobre mi pecho domaban los nervios que me consumían.

Ella era mi cielo y mi infierno, me elevaba y me quemaba.

Cuando su pechó empezó a ascender y descender con normalidad, aflojé mi agarre y lentamente se alejó de mí. Nuestra mirada se conectó un instante, y sería capaz de poner las manos en el fuego y sé que no me quemaría al decir que, con ella, nos confesamos el habernos extrañado.

—Es inverosímil que todavía la tengas, Matt— Mencionó secándose los mojados caminos que sus propias lágrimas habían trazado.

—No mentí cuando te dije que me había encantado— Sonriendo ladeadamente cubrí, con la negra manga de mi camisa, la pulsera.

—Eres increíble— Comentó y sonreí apretando los labios —Yo también guardé las cosas que me has dado, lo guardé todo, incluso esto...— Arqueando una ceja me crucé de brazos observándola sacar su celular.

Arrebatándole la funda a su móvil, lo que parecía una blanca hoja apareció pegado a esta. Sin dudarlo me alcanzó el papel y al tomarlo noté, por la textura, que era una fotografía, al desdoblarla me encontré a mi y a ella en mi camioneta, la cual hace bastante tiempo ya no usaba.

Un hormigueo me recorrió al visualizar lo que fue la mejor escapada de mi vida. Mis ojos ardieron ante la escena que ella había inmortalizado.

—Esto es...— No pude terminar la oración al sentir como mis sentimientos luchaban por salir a la luz. Cerré los ojos y paseé mi lengua contra las paredes internas de mi boca —Mierda— Susurré por lo bajo.

—Cuando nos llevaste de vacaciones. Es uno de los mejores momentos de mi vida. Siempre la llevo conmigo. Estoy eternamente agradecida contigo...— Hizo una pausa. Sin despegar la vista de la foto, mordí las paredes internas de mi boca —...Musculitos— Mis orbes volaron hasta los de ella automáticamente.

Mi corazón pareció explotar dentro de mí, ya que mi pecho se había inflado de sobremanera. Retener las lágrimas se me estaba volviendo una tarea difícil, cerré los ojos y respiré hondo.

Pronto sentí la suave piel de su mano acariciar mi rostro, aferré mis dedos a su muñeca y dejé caer mi cabeza sobre su palma. Quería desplomarme ahí mismo, descargar todo el dolor que mi alma cargaba en sus brazos.

Percibí como el escudo escarchado que cubría mi corazón, peligrosamente comenzaba a derretirse. No podía permitirlo, ella estaba con alguien más, ella rehízo su vida y yo no sería quien se quebraría, me lo debía a mi mismo.

Siempre hemos sido nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora