Catalina
—Ahora vuelvo— Anuncié elevando la voz y le pasé el vaso a la petisa.
—¿Quieres que te acompañe?
—No, solo voy asegurarme de que Nina esté bien. Disfruta de la vista— Señalando a Matt con la mirada le guiñé un ojo y me alejé, dejándola con la boca abierta.
Mientras me dirigía a las escaleras y esquivaba gente a cada paso, me di cuenta que habían venido más personas de las que tenía pensado.
Quería cerciorarme, por quinta vez desde que la fiesta había empezado, de que mi perrita estuviera bien. Era bastante asustadiza y no se sentía cómoda cuando había demasiada gente a su alrededor, además de que el volumen de la música de seguro no le parecía nada agradable.
Al abrir la puerta de mi cuarto, dejé que la luz del pasillo lo invadiera. Encendí el destellante foco situado en el techo y cerré el portal detrás de mí.
—Nina— Con tan solo nombrarla sus patitas ya estaban corriendo hacia mí —Hola bebé.
En tanto acariciaba su peluda cara, su cola se movía eufórica de un lado al otro. Verifiqué que sus platos estuvieran cargados y me dirigí de nuevo hacia la puerta.
—En un rato vuelvo— Sobando sus cachetes por última vez, salí.
En el pasillo la música invadió violentamente mis oídos, por suerte para mi mascota, en mi habitación el ruido no lograba colarse con total libertad. Al pasar por la puerta del cuarto de mi hermano un particular olor me detuvo.
—Maldito engendro— Susurré apretando los puños de mi mano.
¿Cómo se puede ser tan idiota? ¿Qué persona infringe la ley teniendo a un policía al lado?
Con el enojo circulando por mis venas, tomé el plateado picaporte y empujando la grafitada madera, invadí su privacidad. Una neblina con un particular aroma a ilegal me dio la bienvenida. Esparcidos en el piso, una silla y la cama, había cuatro chicos, aparte de John, y tres chicas.
—¡Todos fuera!— Grité. El grupito se miró entre sí, para después enfocarse en mi mellizo —¡Ahora!— Exclamé elevando la voz y rápidamente, uno a uno, abandonaron la pieza.
Pisando con furia me acerqué al rubio y sin dudarlo le di un golpe en la cabeza con la palma de mi mano.
—¿Qué demonios te pasa?— Cuestionó arrugado el gesto, sin soltar la evidencia que se quemaba entre sus dedos.
—¿Marihuana, John? ¿En serio?— Mirándome como si mis palabras no tuviesen sentido, se llevó el cigarro a la boca —¿Acaso eres idiota? En realidad, sé que lo eres, pero no creí que llegaras a tanto— Le arrebaté el armado cigarrillo y lo dejé caer en un vaso con restos de alcohol.
—¿Qué hiciste?— Levantándose de manera apresurada tomó el rojizo recipiente y observó como su creación flotaba —¿Estás loca?
—¿Qué carajo sucede contigo? Hay un policía en la casa. De verdad que no te funcionan las neuronas, hermanito.
—Es marihuana, Catalina, no metanfetamina.
—Sigue siendo ilegal, tarado— Cruzándome de brazos lo ojeé frotarse el rostro molesto y caer sobre el colchón de su cama.
—Eres más policía que el mismo policía.
—A papá no le hubiese gustado esto, John— Pasando todo el peso de mi cuerpo a una sola pierna, saboreé las paredes internas de mi boca con la lengua —Lo sabes.
Inmediatamente él se enderezó, sentándose en el borde de su lecho. Sonriendo sin humor, rascó su nariz.
—No empieces con eso, papá murió hace años.
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Siempre hemos sido nosotros
RomanceSEGUNDA PARTE de "Siempre has sido Tú". "Sufrí horrores su recuerdo, añoré incontables noches su amor, rompí huesos desesperado ante su falta, viví golpeado por extrañarla. Siempre supe que volvería. Ahora, ¿yo estaba dispuesto a volver?" Borrador. ...