Capítulo 53

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¿Necesitas algo más?— Preguntó desconcertado y hasta un poco preocupado.

Girando el volante hacia la derecha, miré por el espejo retrovisor procurando no llevarme ningún otro auto puesto. Permitiendo que las ruedas regresaran a su posición original, comencé a sentir como una gran cantidad de adrenalina comenzaba a quemarme las venas.

No. Gracias por la ayuda, Chris— Relamiéndome los labios, intenté sonar lo más calmado posible.

Te escucho algo...

¿Alterado?— Concluí por él y reí preso de mi carente razón.

No podría haberlo dicho mejor...— Resopló del otro lado de la línea e interrumpiéndonos, el chillido de las sirenas retumbó en mi oído —¿Estarás bien?

Eso tengo planeado. No te preocupes.

De acuerdo, pero sea lo que sea que vayas hacer, apúrate. Zac está comiéndose las uñas por ir a verlos al hospital, no creo que aguante hasta su horario de salida.

Claro, gracias por el dato.

Cuídate y si necesitas otra cosa, llámame.

Colgué y sin molestarme por mirar, tiré mi celular al asiento del copiloto. Presionando la goma del volante, aumenté la velocidad y salí a la ruta.

Seguí las indicaciones que el ofician Davis me había otorgado en secreto y al cabo de una hora llegué a mi destino. Respiré profundamente cuando el establecimiento del que Samantha me había hablado hace un rato estuvo frente a mí. Me llevé un cigarrillo a los labios y rápidamente lo encendí, cuando mis pulmones se colmaron de humo, me bajé del coche.

La ira se esparcía desesperadamente por todo mi sistema y con mi torrente sanguíneo al punto del hervor, caminé hasta la abandonada edificación. Mis manos se retorcían ansiosas por volver hacer lo que mejor hacían.

No necesité ni llegar a la entrada para que la figura de Thomas se presentara en mi campo visual. Desaceleré mis pasos y él no tardó en notarme. Recargado sobre una quebrajosa pared y vendándose las manos, parecía estarme esperándome.

—Pero miren quien llegó— Moduló anclando su mirada a la mía —La ansiedad ya me estaba matando— Se burló incrementando la locura que comenzaba a apoderarse de mí.

—¿Qué mierda hacías buscando a Natalia?

—Epa, tranquilo— Se mofó arrogante —No vayas tan rápido.

—Más te vale tener una buena excusa, de lo contrario, haré que te arrepientas de hasta haber nacido— Mascullé elevando la voz.

—Exactamente eso mismo te iba a decir. Aunque, está de más decir que tú no merecías siquiera nacer.

Reí sarcástico y negando con la cabeza, una espesa y blanca nube escapó por mi nariz.

—No sabes cuanto esperé este momento— Confesó despegándose del agrietado mural de cemento.

Arrojé el cigarro a un costado y con todos mis músculos tensos, esperé que llegara hasta mí. Como antiguamente hacía, dejé que él comenzara la pelea, una sutil estrategia que usaba para darle paso a la satisfactoria sensación que sentía al pelear.

—¿Eso es todo lo que tienes?— Me burlé tras escupir una bola de sangre —¿Tanto para esto?

La diversión que adornaba su rostro pronto lo abandonó, dándole lugar a una explicita expresión de furia. Esbozando una ladeada sonrisa, sequé la gruesa hilacha bordo que provenía del interior de mi boca y velozmente mis artejos dieron con su mejilla derecha.

Siempre hemos sido nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora