Capítulo XXII

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La noche, tan oscura. Las estrellas, tan unidas. La luna, tan lejana. Tan bella. Sigo abrazada a mis brazos. Mirando hacia la única oscuridad que no temo. Vuelvo sobre mis pasos y me siento en la cama. Vuelvo a mirar el reloj. Las cuatro menos cuarto. Me acuesto de nuevo en la cama, tiro de las sábanas y me cubro hasta debajo de mi cuello. Me acurruco todo lo que puedo a Kaos, que solo me siente lame mi cara. Estoy preocupada por Hugo, a pesar de estar completamente segura de que está bien, no puedo evitarlo. Arantza sigue despierta en el salón. He intentado convencerla de que descanse en la otra habitación, pero tras un buen rato insistiendo he decidido irme a dormir. Y aunque aún no he pegado ojo, estos empiezan a pesarme cada vez más. Abrazo el cuerpo de Kaos y cierro los ojos. Mi cuerpo se relaja cada vez más y estoy segura de que en unos momentos terminaré durmiéndome. Fuera de la ventana aún se puede escuchar el barullo de los coches. Madrid, tan bonita e infinita, nunca descansa. El calor de las sábanas consigue adormecerme por completo y sé que es el momento que necesitaba desde hacía horas.

Un molesto pitido suena por la habitación. Parpadeo perezosamente. Mi visión aún no es clara del todo. Vuelvo a cerrar los ojos durante unos segundos y cuando me siento preparada los abro de nuevo. Por la ventana entran unos pequeños rayos de luz. Busco con mi mano el despertador y lo apago. Lo vuelvo a dejar en la mesilla de noche y me recuesto en la cama otra vez. Y no es hasta entonces que no me doy cuenta de que falta algo. Algo que eché en falta durante la noche. Giro mi cabeza un poco hacia el lugar de Hugo. No está. Me siento en la cama y froto mi cara con mis manos, ¿dónde estará?

Me pongo las pantuflas y salgo de la habitación. El apartamento está en completo silencio. Ni siquiera se escucha el sonido del televisor que anoche tenía encendido Arantza. Camino hasta el salón y como me esperaba, no está. Voy hacia la cocina, que sigue intacta. Tal y como la dejé anoche. Salgo de allí y voy hacia el baño. Pero antes de llegar la puerta de la habitación de al lado se abre. Mi corazón se acelera, pero cuando veo quién es respiro con tranquilidad.

-¿Puedes no darme estos sustos?

-Lo siento.-Su voz suena ronca y adormecida.

-¿Por qué estabas durmiendo aquí?-Pregunto extrañada.

-Cuando llegué alguien me había robado mi sitio.-Señala a Kaos.

Una sonrisa aparece en mi rostro. Kaos se quedó conmigo toda la noche.

-Tengo que ir a trabajar.

-Ni siquiera pienses que vas a ir.

-¿Por qué?

-Después de lo que pasó ayer, ¿aún me preguntas por qué?

-Te dije de un principio que no iba a dejar mi vida por toda esta situación.

-¿Puedes dejar de ser tan testaruda?

-No soy testaruda.

Hugo me rueda los ojos y eso me molesta. Desde que dejé a Samuel me impuse una regla. Nadie volvería a decidir sobre mi vida.

-No voy a apartarme de mi vida y esconderme porque un maldito psicópata vaya detrás de mí.

-Tú misma lo has dicho, psicópata.

-Eres increíble.-Me aparto y voy hacia el baño.

-Lo sé.

-No era un cumplido.

-No vas a ir a trabajar.

-Por qué tú lo digas.

-¿Puedes por un momento pensar en la situación en la que te encuentras?

-No vas a decidir sobre mí.

-¡Pero es por tú bien!-Grita. Y en el momento en el que lo hace me giro a mirarle. Sé que con la mirada que le he echado ha tenido suficiente.

El silencio de Lía (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora