Capítulo XI

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La semana pasó mucho más tranquila de lo que pensaba. Ya era jueves por la mañana. Había pedido el día libre para poder instalarme en el nuevo piso y sinceramente estaba muy feliz por ello. Vuelvo a sentirme independiente como cuando dejé atrás Peñíscola y me instalé en Madrid.

Mi primer piso, las primeras facturas, los primeros amigos y todo aquello que había dejado atrás con Samuel.

Saco los últimos libros de la caja y los coloco ordenadamente en la estantería. Siempre me ha gustado leer y sobre todo los libros de Megan Maxwell y Blue Jeans. Aunque no me guste admitirlo, las románticas son mis favoritas. Y como dice mi madre, que tengan un final bonito porque la vida ya es suficientemente cruel.

Camino por el pasillo de mi apartamento con una sonrisa en la cara. He decorado con algunos cuadritos pequeños esta parte y me ha quedado muy bien. Entro en la habitación y me pongo la chaqueta, tengo que salir a comprar unas cosas. Silvia quiere venir a ver el piso y su parte favorita, como no, es la cocina. Aunque en concreto, mi despensa.

En la calle una pequeña brisa acaricia mi rostro. Aunque estemos en primavera aún hace un poquito de frío. El cielo está algo nuboso y eso solo significa una cosa, lluvia.

Reviso mis mensajes y en medio de las calles transitadas de Madrid, me quedo quieta. Uno de ellos me llama la atención y noto de inmediato como mi corazón empieza a palpitar.

Mamá. Leo en la pantalla.

Hacía mucho tiempo que no recibía ningún mensaje de su parte. Aunque también hace tiempo que no hablo con ella. Ni siquiera me he atrevido a contarle nada de lo ocurrido con Samuel.

Las navidades pasadas fueron un completo desastre. Mis padres no soportaban a Samuel y el año pasado lo demostraron por completo. En una de esas cenas familiares, en las que se habla de política, viajes y demás, mi ex novio me gritó.

Mi padre no es un hombre de paciencia. Y al escuchar sus reclamos no dudo en levantar la voz. La situación empeoró. Las palabras textuales de mi padre fueron; si sigues con ese idiota, olvídate de que tienes un padre.

No voy a negar que sus palabras me dolieron como si me estuvieran clavando un puñal en el corazón. Tener que elegir entre mi familia y la persona que amaba era algo muy difícil. Por ese entonces aún seguía bajo los encantos de Samuel, y me pareció correcto dejar atrás a mi familia y continuar con él.

Mi hermana intento hablar conmigo, pero me rehusé. Corté toda relación que tenía con ellos. Samuel me dijo que si de verdad me quisieran no me harían elegir, que alguien que te quiere de verdad nunca lo haría. Y en esos momentos, me doblegué y le di la razón. Si no aceptaban a mi novio, tampoco me aceptaban a mí. No me di cuenta de lo que había hecho, porque en esos momentos me pareció la decisión correcta. Ahora mismo me siento completamente estúpida y mi orgullo no me permite darles la razón.

Dudo entre abrir el mensaje o no, mis dedos bailan por la pantalla. La indecisión no me permite entrar. Y ya no sé si es por orgullo o vergüenza, pero termino eliminando el mensaje.

Aún estática en mi sitio alguien tropieza conmigo. Consiguiendo sacarme de la burbuja en la que me había metido.

-Lo siento.-Me dice la mujer.

-Tranquila.-Le respondo sonriendo.

Ella me devuelve la sonrisa y continúa su camino. La verdad es que quedarse quieta en medio de una de las calles más concurridas de Madrid, no es buena idea. Entro en el supermercado más próximo y una vez allí cojo todo lo que necesito, siempre comparando los precios. La vida en Madrid no es muy económica que se diga.

El silencio de Lía (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora