Capítulo XXIX

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La noche anterior siguió sobre ruedas después del incidente de la mujer en el baño. Aunque no me quedé para nada tranquila hice todo lo que estaba en mis manos en ese momento para conseguir que entrara en razón.

Sé que aunque parece fácil, no lo es. Desde dentro todo es distinto. Todo es tan oscuro. Estás tan cegada que nada de lo que te digan o hagan sirve para mucho. Quizás alguna de las veces alguien consigue llegar a ti y es entonces cuando empiezas a cuestionarte si de verdad tiene justificación su comportamiento. Y aunque sigas negándolo, llega un punto en el que abres los ojos. Algunas, conseguimos abrir los ojos pronto y enfrentarnos a ello, otras no corren la misma suerte.

Cojo la última camiseta y la meto dentro de la maleta. La cierro y la dejo en el suelo. Hoy es mi último día en Peñíscola. Esta tarde cogeré un tren hacia Madrid y todo volverá a ponerse patas arriba. Mis padres han decidido hoy comer en casa, para mayor tranquilidad de los cuatro. Pasar estas últimas horas en casa me vuelven sensible. Mi trabajo me mantiene demasiado ocupada como para poder venir a menudo.

Me siento en la silla del escritorio y enciendo el ordenador. Hace demasiados días que no reviso mi correo y aunque esté de vacaciones dejarles así tan cerca de la presentación me pone demasiado nerviosa.

Reviso todo el correo y respondo a los mensajes más importantes. Mi jefe se interesa por cómo está mi situación en estos momentos y que si necesito más tiempo la empresa está de acuerdo en dármelo. Lo único que remarca es que no puedo faltar a la presentación. Me alegra bastante ver el interés que han tenido tras contarles mi situación y sin duda alguna estoy muy agradecida con ellos.

Cuando termino de contestar los mensajes el teléfono vibra, me acerco hasta la mesilla de noche y veo la pantalla. No tengo el número guardado. Dudo unos segundos entre si responder o no y cuando me decido, cuelgan.

Dejo el móvil en su sitio de nuevo y empiezo a preparar la maleta. Cuando estoy poniendo las últimas prendas mi móvil vuelve a sonar. Me acerco de nuevo a la mesilla y veo el mismo número que antes, así que lo cojo y deslizo mi dedo sobre la pantalla para aceptar la llamada.

Al principio solo se aprecia el silencio a través de la otra línea. Me inquieta escuchar su respiración. Mi corazón palpita frenético, esperando el momento indicado para salirse de mi pecho. Dudo varios segundo entre colgar la llamada o simplemente hablar. Aunque no estoy segura de lo que hago, hablo.

-¿Hola?

Más silencio. Empiezo a cansarme de esperar así que vuelvo a hablar de nuevo y al no recibir respuesta resoplo.

-Voy a colgar.

Cuando aparto mi oreja del móvil una voz femenina habla.

-Espera.

Suena como un susurro apenas audible. Acerco de nuevo el móvil a mi oreja y vuelvo a hablar.

-¿Quién eres?

-¿Eres Lía?

No reconozco su voz y empiezo a tensarme.

-Sí.

-Soy Marta.

-¿Marta?

-La chica del bar...

Y entonces todo viene de golpe a mi mente. La chica del baño a la que di mi número.

-¿Ocurre algo?

-Yo...-Su voz se apaga.

El silencio vuelve a la línea y puedo escuchar un pequeño sollozo.

El silencio de Lía (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora