Esto empezaba a convertirse en una verdadera tortura. No sé cuánto llevo aquí encerrada, pero cada momento que paso aquí la poca esperanza que me queda se escapa de mis manos.
Cuando Samuel baja siento que serán mis últimos minutos de vida. Pero con astucia y delicadeza estoy empezando a convencerlo de que todo lo que él cree es real. En mi mente tan solo una palabra se repite; huye. Pero el mantenerme aquí encerrada de cualquier contacto con la humanidad lo hace más complicado.
He aprendido a escuchar y detectar cuando cae la noche. Los grillos cantan y el silencio que se escucha a través de las paredes es tranquilizador. He intentado con todas mis fuerzas poder derribar esta pared, pero los cimientos están bien unidos entre sí.
David es quien me trae comida y agua. Dos veces al día me permite subir al baño. Durante ese corto período de tiempo memorizo en mi cabeza todo a mi alrededor. En el baño hay un pequeño agujero en la pared. Si me subo al retrete puedo ver a mí alrededor. Pero la esperanza por saber dónde me hallaba se fue de las manos al ver que estaba rodeada de árboles y vegetación.
No sé dónde me puedo encontrar. El viaje de ida lo pasé inconsciente. Al despertar ya estaba metida en este zulo.
Sentada en el suelo dibujo con mis dedos en la arena. Aunque parezca estúpido es mi única distracción al largo del día. No sé qué pasará conmigo, tampoco si David recapacitará y me ayudará a salir o simplemente me dejará aquí con Samuel.
Todas las noches suplico a la oscuridad en la que se sume el zulo que alguien me saque de aquí. Esos son los únicos momentos en los que me permito llorar y desahogarme. Porque mostrarme débil delante de estas dos personas solo me pueden conllevar a una cosa. A los golpes.
Escucho como vuelven a retirar el mueble de encima de la trampilla. Me mentalizo para otra ronda de falsedad y supervivencia. Cuando Samuel aterriza en el suelo con una sonrisa me levanto y le sonrío de vuelta.
Este de inmediato se acerca y me abraza. Aunque para mí no es un abrazo, sino otra pequeña tortura de su parte. Aun estando en contra de lo que estoy haciendo le devuelvo el abrazo.
-¿Cómo te encuentras?-Me pregunta.
Me aguanto las ganas de gritarle y golpearle, porque eso sería volver al principio. Perder su confianza y la única manera que tengo de salir de aquí.
-Mejor.-Sonrío de vuelta.-¿Crees que hoy ya podré subir contigo?
Su boca se abre en forma de o y por un momento me maldigo. Porque creo que he metido la pata, pero cuando sonríe mi cuerpo se relaja.
-¿Quieres vivir conmigo de nuevo?
-Claro.-Me acerco hasta él y cojo su mano.-No hay mayor tortura que estar separada de ti.
Miento. Porque la mayor tortura es estar a su lado.
-Has vuelto a ser la mujer buena de la que me enamoré. Sumisa, paciente y tranquila.
-Todo lo que sea por ti.
Cada palabra que sale por mi boca arde en mi garganta. No sé hasta qué punto podré aguantar este juego. No sé hasta qué momento me mantendré así, callada y sumisa, tal y como él quiere que sea.
Si congio subir a la parte de arriba quizás tenga una escapatoria. Quizás pueda huir, aunque la incertidumbre de no saber dónde me encuentro hace que el miedo se instale en mi cuerpo.
-Cómo has sido buena te dejaré subir arriba conmigo.-Su mano sube hasta mi mejilla, pero de un momento a otro coge un mechón de mi pelo y tira fuertemente de él.-Pero si intentas escapar, no dudes que dispararé.
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El silencio de Lía (CORRIGIENDO)
RomancePodía calificar mi vida como perfecta. Un buen trabajo, amigos y el mejor novio del mundo. Samuel era cariñoso, atento y detallista. Pero todo cambió. Llegaron los golpes, los gritos y los abusos. Las cadenas que me ataban a él cada día apretaban má...