Capítulo XL

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Se cumple un mes desde que desaparecí. Aquí en medio de la montaña mi vida se está convirtiendo en un infierno. A penas como ni bebo. Sus exigencias cada vez son mayores y vuelvo a estar tan encerrada como los últimos meses que estuve viviendo con él.

El silencio se ha vuelto mi mayor aliado. Me limito a asentir y hacer. He buscado mil formas de escapar de aquí, pero todas terminan de la misma manera. En una paliza.

La última vez que intenté escapar fue hace tres días. Esta última paliza fue brutal. Conseguí que se durmiera antes que yo. Despacio y dejando un cojín en mi lugar salí de la casa.

Corrí por el bosque a oscuras. Caída tras caída. Pero continué huyendo. Cuando creí que estaba lo suficientemente lejos me paré a descansar, pero entonces en el medio de la oscuridad del bosque y del silencio se escuchó un disparo.

"-¿Lía? ¿Dónde estás?

Su voz sonaba tan terrorífica que me daba miedo correr. Porque si lo hacía me escucharía. Tapé mi boca con mi mano para reprimir los sollozos que intentaban salir a la luz.

Bajé mi cuerpo despacio e intenté protegerme con el pino. Escuchaba sus pasos cada vez más cerca. Y de repente, otro disparo. Sonó tan cerca de mí que un pequeño grito salió de mi garganta.

Estoy perdida.

Su mano jaló mi pelo. Me arrastro por toda la montaña con su mano enredada en mi pelo. Grité esperanzada de que alguien me escuchara. Grité, pataleé e intenté huir. Pero el cazador había sido más rápido que la liebre. Y de nuevo en la oscuridad de la cabaña, los golpes vinieron a mi cuerpo."

David curó mis heridas anoche. Pero hoy seguían doliendo como mil infiernos. Samuel se había ido. No sabía dónde ni me importaba. Sentada en la oscuridad de la habitación daba por perdida cualquier oportunidad. Pues todas habían sido en vano.

Lloraba al recordar a mi familia. No puedo imaginar el dolor que deben sentir. Ni siquiera puedo imaginarme como deben estar ahora mismo.

Hugo sigue siendo la luz al final de este túnel. Sé que no descansará hasta encontrarme. El problema llega cuando quizás me encuentre, esté envuelta en una sábana tirada en mitad del bosque.

El chirriar de la puerta hace que levante mi cabeza. David entra con un vaso de agua y una pastilla.

-Toma, te ayudará a sobrepasar el dolor.-Se acuclilla delante de mí y me la da.

-No hay mayor dolor que estar aquí encerrada. Una estúpida pastilla no me ayudará en nada.-Escupo con rabia.

-Lía, es por tu bien.

-¿Ahora piensas en mi bienestar? Haberlo pensado antes de dejar que me diera esa paliza.

Un suspiro escapa de su boca.

-Lo siento.

-Más lo siento yo.

Nuestra conversación se termina ahí. Deja la pastilla y el agua a mi lado y se va.

Ni siquiera bebo del agua. Las horas siguen pasando y yo no me muevo de mi lugar. Cubierta con una manta miro las ramas de los árboles moverse. Anhelo la sensación del viento rozar mi cara. Anhelo con toda mi alma ser libre.

Un rato después la puerta se vuelve a abrir. Ni siquiera levanto la vista del suelo. Unos pies se acercan hacia mí. Sé que se trata de David por la forma en la que camina.

-Vamos Lía, no puedes seguir así.

-¿Y qué quieres que haga?

-Levántate por lo menos.

El silencio de Lía (CORRIGIENDO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora