¡Alan!

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Me encontraba vomitando de vuelta en el baño de la corte. Jalé la cadena una vez que creí que no seguiría. Al levantarme, me obligué a ahogar un grito, me veía horrible en el espejo, estaba demacrada. Tenía la piel sin color, estaba mucho más flaca y no quería comer nada. Mi cuerpo lo pagaba. Me lavé la cara y me obligué a sonreír, no cambiaba mucho, pero de alguna manera tenía que ocultarlo.

El juez había decidido llevar el caso a la corte, así que no fui directamente a la cárcel. Era una suerte, todos estaban haciendo gran esfuerzo por ayudarme. Ya habían pasado cuatro días desde eso, y cada día me sentía y veía peor. Por más que nadie me lo dijera, o que yo no prestara atención a las sesiones, sabía que íbamos perdiendo.

Mis ansias por comer eran contrarrestadas por los vómitos, no importaba cuánto comiera, jamás era suficiente. Atribuía ambas cosas a que estaba cerca de mi período, pues ya debía tocarme, pero los días pasaban y seguía sin venir. Así que decidí tomar medidas, y casi me caigo de espaldas al descubrir la verdad. Eso y que al día siguiente era su cumpleaños, fueron las gotas que colmaron el vaso.

Los Welst se durmieron temprano. No los culpaba, yo también estaba cansada. Aún así me obligué a mantenerme despierta hasta asegurarme de que todos roncaran. Bueno, en un decir, pues Stella ni se sentía. Salí de la cama, revolví toda la ropa, desesperada por encontrar mi delantal que contenía el número de Alan, y me tomé el autobús que debía tomar para volver al pueblo de mi hermano. No tenía mucho dinero, lo que tenía era por haber trabajado de mesera y ya se me estaba agotando.

-¡Pero tienes que hacerlo!- Había despertado a mi hermano al tocar la puerta. No me importó, fue la primera vez que pensé en mí antes que alguien que no fueran mis ex tutores. Bajé el tono ante la mirada amenazante de Alan. No sé si era por estar con diferentes personas o por cambiar de ambiente, pero allí sentía un apoyo moral de que podía ser tan ruda como quisiera que no sentía en mi pueblo natal.

-¡No lo haré! No quiero tener nada que ver contigo. Te he visto en la televisión, eres principal sospechosa de un asesinato y apuesto a que fuiste tú. ¡Me estás poniendo en peligro! ¿Es eso lo que quieres?- Había pensado en ese detalle, pero estaba desesperada. No me asociarían jamás con Alan, él podía ayudarme, podía ser mi salvación.

-No, no, claro que no.- Comencé a balbucear y llorar.- Necesito tu ayuda, eres mi hermano, por favor.

-¡No soy tu hermano! No sé cómo, no sé por qué, pero desde que tengo memoria te has empeñado en arruinarme la vida. ¿Sabes cuál es mi primer recuerdo? Mi madre. Muriendo. Fue tu culpa, ¿ahora quieres terminar de arruinarme?- Tu culpa, tu culpa, tu culpa... Esas palabras resonaron en mi mente. La voz de Alan se transformó en la de Carl, sacando lo peor de mí.

-Basta, no, estás muerto, no...- Me tapé los oídos y cerré los ojos, sólo unos segundos.- No deberías hablar si no sabes lo que sucedió.- Lo miré con furia, balbuceando y llorando.- No me arrepiento de ser yo la que se fue con Carl, tú no sabes lo que...

-Espera, espera. ¿Carl? ¿Carl Attempt? Es el que fue asesinado.- Negué con la cabeza.

-No, no, no... Se llama Carl Monroe, ese es otro. Yo llevo su apellido...- Me interrumpió al tomarme de los brazos y sacudirme, apoyándome contra la pared.

-No, Celene, no. Mi madre se llamaba Monroe, cuando vine aquí con mi tío cambié mi apellido por el de mi madre.

-Nuestra.

-¿Qué?

-Nuestra madre. Los papeles indicaban que tenemos el mismo ADN...

-No me hables de los papeles.- Masculló, medio gruñendo. Me soltó.-  Quiero que te vayas. No quiero asesinos en mi casa.- No sé si podría estar más enojada con él.

-Me iré.- Hice una pausa.- Tan pronto como te diga lo que vine a decirte.- Se cruzó de brazos con el hombro apoyado en la pared y esbozó la misma sonrisa burlona que solía hacer cuando nos conocimos mientras me estudiaba.

-¿Desde cuándo eres tan determinada?

-¿Qué sabes tú de mí? Siempre fui igual contigo.- Comencé a bajar la voz, tratando de sonar amenazadora para demostrarle que no era lo que él creía.- Supongo que nuestra actitud depende de las personas con las que estemos.

-¿Tengo que pensar entonces que eres "fuerte y determinada" conmigo porque no te conozco?

-No me importa lo que pienses, no fue por eso que vine aquí.

-No quiero saber nada que tenga que ver con...- Lo interrumpí.

-Estoy embarazada.- Me acorraló contra la pared, su cara muy cerca de la mía, tomándome suavemente del pelo. Su mandíbula estaba tensa, por lo que no escuché lo que masculló.

-¿Qué?

-¿Quién fue el maldito hi...?

-¿Ahora sí te importa? ¿Cuando estoy en las malas?

-Eres mi hermana...

-¡Pues no decías eso antes!- Su tono me asustó.

-Pues ahora me preocupo. ¿Quién-es-el-desgraciado?- Pronunció cada palabra con acento. Lo empujé con poca determinación, de veras que ese chico asustaba.

-No es maldito ni desgraciado.- Mascullé.- Estoy de cuatro meses, vine a decirte que...

-No te ayudaré. Lo siento.- Se alejó de mí.- Es... es tu problema. Creí que te habían... Ya puedes irte.- Su tono ya no era severo, sino tenía un tono de pena. Me largué a llorar.

-Pase lo que pase,- Mascullé con la mandíbula apretada.- y recuerda lo que te digo, mi bebé volverá contigo. Te arrepentirás, pero ya será tarde.- Lo apunté con un dedo, tratando de ignorar que mis piernas temblaban y que estaba llena de inseguridad. Sin nada de equipaje más que mi celular, salí a la oscura noche.

Volví a subirme al autobús. Luego de una hora y cuarenta de viaje, todo estalló en caos. Me había quedado dormida, estaba de veras cansada. Aún así, me desperté sólo un segundo antes de que el autobús chocara contra un árbol y volara por la banquina. Sólo un segundo de diferencia salvó a mi bebé. Ya tenía el cinturón puesto, pero puse los pies en el asiento mientras que las manos se aferraban a asiento de adelante. El cinturón ajustado en las piernas, no en la panza.

Una vez que el autobús dejó de dar vueltas, me quité el cinturón e intenté levantarme. No estaba herida de gravedad, nada me dolía. Miré a mí alrededor, los sobrevivientes estaban ayudando a los demás, pues no todos tenían cinturón. Me habría quedado a ayudar, pero no quería que nadie sospechara de mí en casa. Tomé mi celular y llamé al 911, pero es todo lo que hice. Recorrí los últimos kilómetros a pie, sola.

Just Forget Me {Español}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora