Inútiles Peleas

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Traté de abrir mis ojos, pero pesaban demasiado. Pude darme cuenta de que ya era de día, pero el que no se escucharan autos ni gente significaba que debía ser todavía muy temprano. Cuando logré ver, me encontraba en el piso. El día estaba hermoso, no había ni siquiera una nube. Esos cambios de tiempo eran muy normales por allí. Estúpidos cambios de tiempo. El sol brillaba imponente, nada develaba lo horrible que había sido la noche anterior. Un charco de sangre yacía donde le había pegado a aquel hombre. El pensamiento de que pudiera haberlo matado me sacudió y asustó. Como si todo mi cuerpo se hubiera despertado segundos después que yo, comenzó a dolerme hasta la punta del pelo. También había sangre debajo de mí, pero no tanta como en el primer lugar. Me toqué la cara, me dolió tanto el movimiento de mi brazo como el contacto con mi piel. Me levanté con mucho esfuerzo, cada paso era una agonía. Miré a mí alrededor, pero no había mucho que seguir descubriendo.

La misma casa de la noche anterior se encontraba allí con su pared de ladrillos rojos. Un extraño alivio me invadió al comprobar que no había sangre donde mi hermana había estado tirada la otra noche. Yo era el único a esas horas por allí.

Caminé como pude hasta mi casa. En este lugar, las casas no están pegadas como en una gran ciudad, es más bien como una quinta. Las casas tienen bastante espacio la una entre la otra, pero hay supermercados, cafés, y el año anterior se había hecho un nuevo shopping que tenía un Mc Donald, algunas tiendas de ropa y comida y un pequeño cine antiguo. Así que también tenía su toque de gran ciudad.

Casi me arrastré hasta la puerta de casa, pero cuando quise tocar la puerta, no me habían quedado fuerzas ni para eso. Me balancee hacia adelanté y caí en los brazos de alguien que acababa de abrir la puerta.

-Jayson.- Tony parecía no creer que su hermano estuviera ahí. Me llevó hasta el sofá y me dejó ahí.- ¡Stella! ¡Dan! ¡Necesito su ayuda!- Bajaron los otros dos, Dan hizo una mueca al verme y Stella se tapó la boca con las manos para ahogar un gritito. Me trajo de comer, tomar, unas mantas y me curó las heridas. Ella siempre había sido la que mantenía a esa pequeña y rota familia unida. Era el alma y corazón de todo aquello. Sustituía bastante bien a mi madre. Aunque no la reemplazaba, nadie jamás lo lograría.

-¿Qué te pasó?- Me preguntó una vez que acabó con todo.

-Te ves horrible.-Comentó mi hermano. Lo fulminé con la mirada mientras Stella le daba un golpe en el brazo de mi parte.- ¿Qué fue lo que te pasó? ¿Por qué no viniste ayer?- Traté de recordar lo sucedido, pero solo logré un dolor de cabeza y algunos destellos del pasado. Como cuando le pegué al hombre o a mi hermana con su aterrada mirada. Los recuerdos más aterradores eran los que habían sobrevivido.

-No sé.- Me sorprendió escuchar mi propia voz ronca. Me dolía hasta hablar y tenía la boca seca. Stella me pasó un vaso de agua que me tomé con gusto. Esperé un poco más para hablar.- Me desperté en la acera. Eso es lo que sé.

-Pues suerte que es temprano y que no había nadie. No queremos a la policía metida de nuevo en nuestros asuntos.- Asentí con la cabeza, y me maree.

Me recosté en el sillón, ya con menos dolor gracias a los cuidados de mi hermana. "Tiene manos de un ángel", solía decir mi papá de ella y de mi mamá. Stella era tan parecida a ella en muchos sentidos, era su viva imagen. Veía a mi madre en ella cuando fruncía el ceño, o cuando reía, o cuando cocinaba, incluso en sus tonos de voz y la manera de decir las cosas. Esa era una de las cosas por las que la protegía tato, además de que la quería con el alma y de ser mi hermana. Era como si nuestra mamá siguiera acá, y todo gracias a ella.

Celene también me recordaba a mi mamá, pero por otras cosas. Su manera de hacer las cosas espontáneamente, su cabello marrón y el sentimiento que te provocaba hacerla sonreír. O llorar. Cuando sonreía, tu alma se llenaba de alegría, su risa te envolvía y querías que nunca parara. Sin embargo, lo bueno dura poco, y se podía contar sus momentos felices con las manos. Y cuando la hacías llorar, te sentías la peor persona del mundo. Como cuando lastimas a un perro. Como el momento antes de escaparse. Sólo verle los ojos llorosos te rompía el alma, al igual que cuando un ángel se lastima. Hacer caer a uno era algo que no quería sentir.

Just Forget Me {Español}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora