Los ganadores con ganadores

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Los seres humanos somos más fuertes y capaces de lo que nos han hecho creer. Nos pintan como seres pequeños, limitados e indefensos, pero basta con analizar la vida de unos cuantos para refutar los adjetivos anteriores.

Es sabido que en el mundo hay más pobres que ricos. La mayoría de los empleos son mal pagados. Las injusticias están a la orden del día. Los alimentos son caros. El acceso a la salud es casi imposible. La educación de calidad es para unos cuantos. Y, sin embargo, cada mañana nos levantamos de nuevo para seguir sobreviviendo. ¿Por qué lo hacemos? ¿Para qué si ya sabemos a lo que vamos? A comernos las uñas, a mortificarnos para pagar el alquiler, las mensualidades del auto, la escuela de los niños, las tarjetas de crédito. ¿Cómo hacerle? ¿Cuándo acabará el martirio? ¿Acabará algún día? Eso nadie puede asegurárnoslo con certeza. Pero qué importa, ¿no? Porque de todas maneras nos levantamos y salimos al mundo a enfrentarnos con lo que sea para llevar comida a la mesa.

Para algunos el martirio sí acaba. Para algunos sí llega a su fin como lo fue para mí. Para otros lamentablemente no. Y no porque exista la buena y mala suerte, sino por una diferencia en la mentalidad.

La preparación psicológica es importante y me atrevo a asegurar que es vital. Las personas que nacieron pobres y murieron pobres no lo hicieron por mala suerte, castigo divino o karma, sino por ignorancia. Por no saber que había algo más allá de sus condiciones desfavorables.

¿Cómo saber que hay más? ¿Dónde se reparte esa información tan importante y necesaria? ¿En qué escuela imparten esa materia? Bueno he aquí una noticia: esa información no llega sola, se busca.

Si tú eres del 95% que se levanta temprano, va al trabajo, regresa, enciende la televisión cena y se va a dormir, entonces perteneces a la mayoría que no recibirá las buenas noticias. Con esa rutina lo único que se consigue es acostumbrar el cerebro a la pasividad. La chispa creativa, el pensamiento lateral, la necesidad de buscar alternativas para cambiar de vida se esfuma. Así vive la mayoría, con su rutina tallada en piedra. Es más fácil maldecir y culpar a todos los demás que esculpir una nueva rutina en una nueva piedra.

Luego está ese 5% que no está conforme con lo que tiene, que sabe que puede obtener más, que hay algo más allá de la miseria y decide, deliberadamente, que va a tener sí o sí lo que desee. La mala noticia es que no será nada fácil, porque el éxito es una suma de fracasos. A partir de que te lo propongas lo más probable es que fracasarás decenas o cientos de veces hasta llegar a la cima.

¿Vas a aguantar todas las caídas? Porque duele. Porque es difícil. Porque te sientes sola. Porque no entiendes y porque a ti nadie te entiende ni te escucha. Porque llega un momento en el que ya no puedes más. Porque te quedas sin amistades falsas. Porque hasta tú dudas de ti. Porque parece que no hay fin. Porque es más fácil y cómodo renunciar a los sueños y despertar cada mañana listo para comerte las uñas por el resto de tu vida.

Durante muchos años me pregunté si valía la pena soportar tanto tiempo la angustia. Cuando llevas tres, cinco o siete años y ves que nada cambia y que en realidad las cosas están peores que al principio, la tentación por renunciar se hace presente. "¿Hasta aquí lo dejo?". "¿Busco un empleo y me olvido de la vida que había soñado hasta hoy?". La mente se llena de pensamientos que casi podrían hacer que dejaras tu sueño por la conformidad: "Con un empleo formal tendré dinero seguro". "Podré comprarme las cosas que hasta ahora no he podido". "Si tengo un empleo estable podré ayudar a mis padres". "Podré viajar". "Podré comprarme un auto". "Podré salir de vacaciones, aunque sea una vez al año". "Podré tener un celular mejor". "Podré salir con mis amigos". Y aunque hay una voz que te pide a gritos que aguantes, ya no puedes o no quieres y abres Google para buscar un empleo "de verdad".

Casi parecía un milagro que cada que decidía que iba a dejar toda esa locura de emprender, algo se cruzaba en mi camino. Era como si el universo buscara la forma de hacerme llegar mensajes por diferentes canales. «¿Qué te pasa, Mía?, ¿qué estás a punto de hacer?».

La ayuda de cientos de desconocidos que, como yo, estaban tratando de alcanzar un sueño o que ya lo habían conseguido, fue vital. Esto resultó de gran importancia para mi crecimiento personal y espiritual. Esa frase tan trillada de que los ganadores se juntan con ganadores es 100% reveladora y verídica. Decirles adiós a las cosas que te distraen pero que apestan es difícil pero necesario para enfocarte en tu meta.

No se puede hacer algo diferente cuando ves que las personas que te rodean, aunque estén lejos y no las conozcas, lo están haciendo y están teniendo muy buenos resultados. Un día me di cuenta que todo mi inicio de Facebook estaba repleto de páginas para emprendedores, millonarios, escritores, coaches y desconocidos que estaban luchando a diario contra el mundo entero para alcanzar sus propias metas.

Tenía que estar rodeada de buenas vibras, de cosas y personas positivas que creyeran en esa "cursilería" de que lo sueños se hacen realidad.

Personas que, como yo, sólo vieran las cosas buenas y evitaran a toda costa las situaciones desagradables. También tomé la importante e irrefutable decisión de no volver a ver noticias; ni en la televisión, ni en los periódicos, ni en internet.

Me di cuenta que las noticias sólo llenan la cabeza de miedos y teorías del por qué todo puede salir mal. La crisis económica. La pobreza extrema. Los atracos y cualquier clase de crimen. El aumento de impuestos. Las nuevas enfermedades. Las injusticias. Todas las noticias que se presentan a diario son un 99% negativas. ¿Para qué llenar la mente con esa basura? Cuando se puede llenar de ideas nuevas y sueños cada vez más grandes.

Mi nombre es Mía y soy millonariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora