Mucho dolor y ¿un charlatán? parte I

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2009

Algunos años habían pasado desde el lamentable suceso con mi diente en el seguro social. Años de estar chimuela. Sonreír frente al espejo y encontrar un hueco en mi dentadura era mi vida normal. Por mucho tiempo dejé de tratar ese asunto como prioridad, hasta que, en tercer semestre en la universidad, recibí dinero de una beca. En cuanto la cobré, lo primero que hice fue ir al dentista.

Cerca de la casa acababa de abrir un consultorio dental. Con los tres mil quinientos pesos en mano, me paré en aquella sala de espera y hablé largo y tendido con el doctor sobre mi caso, quién concluyó que el tratamiento no era complicado. El problema afloró cuando hablamos de dinero. El enganche costaba seis mil pesos y las consultas semanales, doscientos. Yo llevaba apenas la mitad del enganche. Y eso era todo.

Me aseguró que no era problema, con eso podíamos empezar. Le di el dinero y me dijo que me esperaba la tarde siguiente para convenir un plan de pago y acordar cuándo sería el inicio de mi tratamiento. Me fui a casa feliz. Casi no pude dormir aquella noche por pensar en que el martirio por fin terminaría.

La tarde siguiente fue sumamente extraña. El dentista me hizo pasar, y me puso los brackets de inmediato. No hubo más revisiones. No hablamos de dinero. No hablamos de nada. Me recostó en la silla y los colocó. Puntualizó que mis dientes inferiores no necesitaban tratamiento, sólo los de arriba porque era un caso sencillo que por mucho tardaría un año y medio. Acordamos las reglas de control: cada ocho días debía ir a consulta y pagar doscientos pesos, además, adelantar lo del enganche que me restaba o liquidarlo.

La primera vez que regresé a revisión me pidió una radiografía panorámica, pero manifestó que no era obligatoria, y como yo no tenía dinero no le di importancia. Quise sacarla, pero no me alcanzó el dinero cuando acudí a mi cita y ya no volví. Él jamás me la pidió, así que no me preocupé. Él era el especialista y sabía lo que hacía (o al menos eso pensé). Si el profesional no la pedía, entonces no era esencial. Lo raro fue cuando me pidió que guardara en secreto el hecho de que no me había exigido la radiografía, se me hizo sospechoso, pero no le di relevancia.

Pasaba la semana estresada, pensando cómo conseguir esos benditos doscientos pesos para la cita de control. Otra particular política de mi doctor, era que no podía faltar a revisión porque si no iba de cualquier forma tenía que pagarle la consulta la cita siguiente. Las primeras semanas, como pude me las arreglé para conseguir el dinero. Me metí en grandes embrollos con mi papá porque él me daba el efectivo (a la fuerza), y no estaba de acuerdo con que yo hubiera hecho el compromiso si no tenía dinero y, además, sin consultárselo, pero llevaba años esperando que tanto él como mi mamá me pagaran el tratamiento, que cuando me llegó esa beca vi la oportunidad de mi vida. Los pocos dentistas que había visitado en esos años, no bajaban el enganche de diez mil pesos.

Pasó un mes y medio después de que comencé el tratamiento y ya no podía seguir. Mil pesos me bastaron para quedar ahogada. Mi papá definitivamente ya no tenía cómo o de dónde sacar dinero. Y yo, ni estirando como liga lo que me daba para la escuela podía resistir. No le avisé al doctor que dejaría de ir, simplemente no volví más. Me llamó al celular un par de veces, pero luego dejó de insistir. Supongo que concluyó lo obvio: que no tenía dinero para continuar. Lo peor no fue dejar el tratamiento por cuestiones estéticas porque de hecho desde los primeros días, el diente que me faltaba empezó a bajar, así que dejé de estar chimuela. El problema dejó de ser estético para convertirse en uno de salud.

Desde la colocación empecé con dolores de cabeza, al principio leves, pero con el tiempo se volvieron insoportables. Los dolores de encía me despertaban a media noche. Sentía que los oídos me explotarían en cualquier momento, pero yo no le atribuía el malestar a los brackets, sino a un percance que había tenido tiempo atrás.

Mi nombre es Mía y soy millonariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora