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Capítulo 4: Te tienes que ganar el derecho...

El té estaba tibio en mis manos mientras escuchaba a Lucifer hablar. Ahora podía verlo con más claridad. Era más alto de lo que había notado al principio, con una presencia que eclipsaba a los demás en la sala. Su gabardina negra, con peluches en los bordes, le daba un aire peculiar, casi excéntrico. No era exactamente intimidante, pero su séquito lo compensaba con su mirada calculadora y sus movimientos precisos.

—Me dijeron que hay una sicaria en esta ciudad. —Su voz cortó el aire mientras miraba el sándwich que cortaba con calma. Levantó la vista hacia mí, estudiándome como si fuera una simple pieza en su tablero—. Si eres tú, solo tengo una cosa que decirte.

—¿Qué le dirías? —pregunté, manteniendo mi tono neutral, aunque mi mente estaba alerta.

—Quiero que trabaje para mí. —Su mirada se afiló un momento antes de que una sonrisa ligera curvara sus labios—. Pero como no lo eres, no tendrás los beneficios que se merece uno de mis subordinados. Es por eso que la estoy buscando. Le daría todo a esa persona: refugio... cuidados... dinero…

Las últimas palabras golpearon como un eco en mi mente. Refugio. Cuidados. Dinero. Mi mente fue directo a Dawne. La casa en la que vivíamos nos pertenecía, pero el equipo médico que necesitaba era una carga que devoraba nuestros recursos. Este trabajo podría ser la respuesta, aunque el costo fuera alto.

—¿Y si te digo que yo lo soy? —dije, midiendo sus reacciones—. ¿Tendré derecho a mis peticiones?

Mis ojos recorrieron el lugar mientras hablaba, analizando cada detalle. Las expresiones del séquito, los adornos refinados, las posibles salidas. Había poder aquí, pero también debilidades.

Lucifer se inclinó ligeramente hacia mí, su sonrisa nunca desapareciendo.

—Primero tendrás que ganarle a uno de mis miembros en una batalla. Después… podremos conversar los términos.

Asentí lentamente. —Está bien… Si soy yo.

Todos se levantaron en un movimiento casi sincronizado. Un chico de cabello negro me tomó del hombro y, con un leve empujón, me indicó el camino.

—Tienes ropa en tu cuarto. Si quieres, cámbiate. Pero no tardes. Al Danchou no le gustan los tardones.

Subí a mi habitación y revisé las opciones. La ropa no era de mi agrado, pero no había tiempo para quejas. Me decidí por un conjunto deportivo negro de licra: cómodo y funcional.

El camino hacia la sala de combate me llevó a un gimnasio imponente. Pesas, sacos de boxeo, máquinas relucientes. Este lugar no era solo un refugio; era un centro de entrenamiento.

—Bien, ya estás aquí —dijo Lucifer, mirando un reloj de bolsillo con aire despreocupado—. Como hoy estoy de humor, será a sorteo.

Con un gesto, hizo aparecer un libro de Nen, del cual sacó una urna. Cada miembro de su séquito tomó un papel doblado.

—El que lleve la aspa, dé un paso adelante.

Una chica de cabello rosado avanzó, su mirada fija en mí. El odio en sus ojos era inconfundible, como si hubiera robado algo suyo sin siquiera darme cuenta.

—Bien… Ahora, dime tus peticiones.

—Mis peticiones son… que el 70% de mis ganancias se depositen en la cuenta de mi hermano. Y que cubran su terapia médica.

Lucifer sonrió, como si esperara algo más.

—Si le ganas a Machi, estarán cumplidas.

Si les gustó, voten para mas!!! 💜

-una chica más cuerda.

el humo impregnado en ti (HxH)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora