Cambio de realidad.

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No me lo podía creer. Ya estaba. Había llegado el día. 

Por fin podría hacer su sueño realidad. 

EL coche de color negro paró  en la terminal dos después de aparcar en la zona abarrotadas de taxis. Miraba por la ventana el ajetreado movimiento del exterior. Estaba tan concentrada en pensar que esa sería mi ultima vez viendo California que incluso se me había olvidado que tenía una sed terrible.

—Cariño. Ya estamos.— dijo mi madre que se sentaba a mi lado haciendo claro lo obvio.

—Si.— respondí nerviosa sin saber muy bien que hacer. Me había imaginado mil veces esa situación, pero ahora que la estaba viviendo me mentía tremenda mente perdida.

—¡Dios mio! ¡Ten mucho cuidado! ¡No te metas en problemas!— Gritó la mujer pelirroja que yo , en los términos mas correctos, debería llamar progenitora.— Recuerda llamar todos los días a tu padre y a mi. ¡No te llenes a esas cosas raras que tato te gustan asiáticas! ¡Y no creas que vas a conseguir novio, hija mía! ¡Eso solo pasa en las series y en los libros que lees, Lidia!

—¡Mama!— grité apartando los besos de mi madre avergonzada por lo que le estaba diciendo.

—Perdona, perdona. Solo quiero que no te desilusiones cuando veas que la vida real no es como lo pintan. Tu estudia. Y recuerda: ¡Si tienes relaciones toma protección! ¡No quiero un coreanito de mas cuando vuelvas aquí!

—¡MAMA!

Oculté mi rostro entre mis palmas sin poder creer lo que mi madre estaba diciendo. Podría haberse ahorrado esas palabras, eso sin duda, pero parecía que si no me mencionaba algún hecho que hiciera que mi cara adquiriera un tono rosado no podría dejarme ir tranquila.

—Vale hija, ya me callo.— dijo mi figura materna al borde de las lagrimas abrazándome de tal manera que en cualquier momento me desmallaría por la fuerza que ejercía.

—No pasa nada mama.—correspondí el abrazo de mi madre. Me compadecía por ella. Ahora la pobre se tendría que quedar sola con mi padre y hermano, cosa que no era para nada agradable considerando como eran— Solo me voy un año. No va a pasar nada.

—Ten mucho cuidado ¿Me lo prometes?

—Si mama. No tienes de que preocuparte.

—Y pasatelo muy bien en el concierto de BTS. ¿Vale?

Al escuchar esa palabra no pude evitar sonrreír como una tonta. Me alegraba de por fin mi madre  después de varios meses se aprendiera el nombre de mi banda favorita. No era tan difícil, tres letras, pero a esa mujer parecía que lo de memorizar no era para nada lo suyo. 

—Vale. Tu tranquila. Lo tengo todo controlado.— comenté tratando de ocultar mi emocion con tan solo recordarme que iría a verles en directo— Dí en casa que quiero mucho a papa y un poco a Max.— dije mientras que las dos salíamos del coche y cogiamos las dos pequeñas maletas de mano y una de gran tamaño de un tono rojizo.

Era pronto y se notaba en el ambiente. Era la típica noche friá en Los Angeles, salvo que esta vez había un montonazo de personas al rededor llegando de sus largos vuelos. La contaminación era casi palpable en el lugar, abarrotado de taxis y vehículos que llevaban y traían a los viajeros. Eso me hizo recordar de manera arrollable todas las veces que había pisado aquel lugar cuando mi abuelo me solía llevar de viaje.

—Lo haré. Te quiero mucho, cariño.

—Y yo a ti, mama.

Las dos nos  dimos un ultimo abrazo para despedirnos por ultima vez. Por alguna razón sentía que iba a llorar, a pesar de que ya llevaba asimilando mi marcha por meses. Nunca me había separado por tanto tiempo de mi familia, pero sabia que merecería la pena. EN el momento que conseguí la beca en Coréa supe que toda mi vida cambiaría. Sabía que dejaría a mis amigas, mi colegio, mi club de debate, mi lugar de hamburguesas favorito con la vieja Rolina, mi vecino buenorro al que nunca me atrevía a declarar mis sentimientos, y sobre todo a mi famlia. 

¿Quienes sois?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora