Siempre me he considerado un amante de lo bello, un coleccionista si desean llamarlo de alguna forma.
Mi pasión es la de cualquier otro hombre, quiero tener cosas bellas a mi alrededor.
Y quizás eso no tenga nada de malo, después de todo tengo el dinero para pagar por mis gustos y caprichos.
Mi familia siempre fue poseedora de una cuantiosa fortuna, millones que ganaron gracias a las empresas que fundo mi bisabuelo cuando aún vivía en Francia.
Es por ello que desde muy joven me vi rodeado de una exquisita gama de cuadros, estatuas y porque no personas.
La belleza del ser humano siempre ha llamado mi atención.
Primero fue mi propia madre, una mujer de oscuros cabellos pero una sonrisa angelical.
Después fue Cosett la niñera que mi padre contrato para que yo no lo molestara en su trabajo, con la cual por cierto tuve una aventura a las 14 años.
Y nadie podría culparme jamás por elegirla, ella era idéntica a ese cuadro de las musas bañándose en el rio que mi padre colgaba justo fuera de mi habitación.
Con esa blanca y sedosa piel, con esos risos traviesos y negros, y con esa mirada inocente.
Como amaba esa mirada.
Quizás por ello decidí hacerla mía.
Y ella siempre estuvo de acuerdo en este prohibido juego del amo y la sirvienta.
Pues cuando todos dormían, Cosett se infiltraba en mi recamara para "velar" por mi sueño, dándome el calor que las frías noches de Francia nos arrebataba.
Si algo amaba más de Cosett era esos tímidos gemidos que ella trataba a toda costa de acallar.
Deseaba tanto ver el castigo que mi padre le daría por atreverse a tocar a su único hijo, verla sucumbir ante alguna de las tantas armas que mi padre coleccionaba.
Aun así no dije nada, mi deseo por disfrutar aquel joven cuerpo era aún mayor.
Y por años lo hice, hasta que yo mismo termine con aquella prostituta, al enterarme que no solo se acostaba conmigo.
Debí suponerlo, pero no me sorprendió.
Aunque he de admitir que disfrute mucho más al ser yo quien arrebatara ese último brillo de sus ojos.
Por décadas aquel nuevo pasatiempo fue un gran placer.
Hasta que una maldita rata se atrevió a traicionarme.
Claro está no llego demasiado lejos, mi reputación era de mucha ayuda.
Después de todo quien creería en una simpe mucama, mientras mis millones podrían cerrarle los oídos.
Además de pagar una fuerte suma por su cabeza.
Fue gratificante verla correr por su vida, rogando por un perdón que jamás llegaría.
Deseando jamás haberme traicionado.
Y finalmente sintiendo el frio metal de mi espada cortando su sucia garganta.
Quizás fue en ese momento en que debí haber parado, había obtenido mi venganza, y no requería nada más que mi fortuna para ser feliz.
Pero no es un secreto que eso solo fue el inicio.
Mis deseos de sangre comenzaron entonces, quería más y más.
El calor entre mis dedos.
El rojo sobre mi piel.
ESTÁS LEYENDO
Hotel Mount Massive
Hayran KurguEl hotel Mount Massive tiene el gran placer de invitarte a pasar una hermosa velada en su nuevo recinto. En las lejanías del bosque, escondido de cualquier distracción que pudiera importunar a sus huéspedes, se encuentra construido el nuevo complejo...