CAPÍTULO 27

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Alguna vez escuchó a su madre decir que la mente era tan poderosa como para crear inclusive embarazos psicológicos. Pese a esto, jamás creyó que fuera aquello posible. Uno tenía pleno control de su mente y debía encontrarse en un juicio más allá de su autocontrol para perderse a sí mismo.

Pero, conforme los días continuaban pasando, comenzaba a creer. Todo él se encontraba jodido. Posiblemente no jodido totalmente, pues pese a todas las dificultades para el matrimonio de tener un hijo, los ánimos en la chica persistían, cosa que él mismo estaba perdiendo.

Atribuye toda la culpa a Koo Junhoe. Más específicamente a su cabeza, a sus sentimientos idiotas que lo hacen quedarse estancado con el pasado. Recordando así: las caricias, los besos, las miradas, las charlas, las citas, cada parte en todo sentido del universitario se encontraba penetrándole en lo más recóndito de su cerebro, impidiendo así, salir.

La razón por la que no podía controlar todo lo que su cerebro le creaba era demasiada presión. Toda su mente daba vueltas en todas las cosas que habían ocurrido, cada cosa recriminándole, las salidas que pudo haber tomado, las decisiones que descartó y lo precipitadamente que actuó. Junhoe. Cada mentira creada por cubrir un deseo jodidamente impuro y que dañaba contra lo que más decía amar. Junhoe. Cuartadas y pretextos perfectos, deseos impuros y errantes. Junhoe. La infidelidad a flor de piel, respirándose en cada poro de su ser, viniendo desde lo más profundo de él. Junhoe. Sus deseos volviéndose carne, enviciándose con todo lo que quería poseer y disfrutar. Junhoe. Dando vueltas, creando escenarios en los que caía profundamente en un mar de mentiras y morbo sin fin.

Miércoles, nuevamente. Minah tenía cita con el ginecólogo, la segunda prueba de embarazo sería con el medico presente –mismo que se preocupó por realizarla el mismo-. Cada nervio a flor de piel representándose en un nudo en su estómago lo mantenía jodido. Con todos sus sentimientos en una disputa sobre lo que debería encontrarse sintiendo en ese momento, se autodenominó como un zombi. Las ojeras en su rostro remarcaban su piel demacrada junto con sus orbes rojas debido a la falta de sueño irracional que estaba viviendo durante los últimos días.

Sin embargo, luego de acordar de ver a la castaña en el lugar frente al hospital, suspiro fuertemente, dándose ánimos así mismo. Si lo pensaba un poco mejor, toda aquello lo tenía hecho mierda, y estaba decidido a volver esta ocasión la última, dejando así al destino que decidiera lo que sucedería a partir de ahora. Sinceramente era demasiado, al menos para él, era demasiado.

Armándose de valor decidió ingresar y esperar por lo que el destino le tuviera preparado. Caminó hasta la recepción del lugar percatando de su presencia inmediatamente a las dos chicas que se encontraban charlando sobre algún cotillo del lugar.

—Buenas tardes, vengo a la cita de Kim Minah, con el profesor Lee. Soy su esposo.

—Un momento por favor. — Respondió la más alta tecleando algunas cosas en el ordenador. — Es correcto, mismo consultorio del profesor, adelante.

—Gracias.

A medida se acercaba hasta la puerta indicada, sus manos comenzaron a sudar irremediablemente, había visitado varios dermatólogos para tratar el sudor excesivo con anterioridad, pero nunca avanzaron demasiado. El nerviosismo era el culpable de aquello

Una vez frente a la puerta de madera, tocó un par de veces antes de girar el picaporte y asomar la cabeza lentamente.

—¡Jinhwannie! — Fue recibido cálidamente por la voz de la castaña quién se encontraba sentada frente al doctor Lee, quién sonrió invitándolo a pasar de inmediato.

Never be the sameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora