XXV

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Capítulo 25.



Estaba oscureciendo y de lo que menos tenía ganas era de hacer tarea.

No soy la mejor de la clase, tampoco la peor, me conformo con aprobar, sea con la nota que sea.

Agarré mi mochila y saqué todo lo que necesitaba para terminar el trabajo de Física, menos el libro. Bufé y me recosté en mi asiento.

Tengo dos opciones:

• Ir a buscar el libro a mi casillero.
• No hacer la tarea.
• Pedírselo a Leah.

Bueno, en realidad son tres.

Lástima que este es el trabajo compensatorio para no reprobar, así que no es una opción no hacerlo, y Leah tiene perfectamente aprobada Física, por lo que no tiene que hacer el trabajo.

Genial. Tendré que ir a la escuela.

Me vestí decentemente bien con leggins y una remera ligeramente holgada, ya que tenía puesto mi pijama.

Agarré mi mochila, me la colgué a mi espalda, me puse mi auriculares, salí de mi casa y me subí a mi moto rumbo el instituto.

Al llegar sólo estaba el auto del director estacionado en el parking. Dejé mi moto y entré a la escuela, fui a mi casillero para sacar mi libro de física, lo guardé en la mochila y me dispuse a irme, pero un pequeño bullicio me detuvo.

Se escuchaba fuera de la escuela, del lado de las canchas de lacrosse. Salí y a lo lejos pude ver a un grupo de chicos pegándole a otro que se encontraba tirado en el piso.

Aguarden un minuto, los bullys tienen un nombre en su chaqueta que se me hace conocido: "WolfBand".

Son los chicos que molestaron a Sean el día que nos besamos.

Será Sean a quien le están pegando?

Poco me importó quién era la víctima cuando arranqué a correr hacia ellos mientras sacaba el gas pimienta de mi mochila y a ésta la dejaba tirada en el piso.

Al llegar salté encima de uno, tirándole gas pimienta en los ojos mientras que lo ahorcada despacio, haciendo que se le dificulte respirar. Fui hacia otro, proporcionándole una fuerte patada en sus partes, mientras que nuevamente usaba el gas.

Ahora solo quedan dos.

Ahora es cuando agradezco haber tomado clases de defensa personal.

Agarré al de pelo largo fuertemente tirándolo para abajo, pegándole una patada en la cara que lo dejó medio tonto, y para rematar, gas pimienta.

- No debiste meterte con nosotros, linda. - Dijo el último acercándose a mi.

- Dime de todo, menos linda. - Dije antes de pegarle un fuerte puñetazo en la cara.

Él se tocó la comisura del labio, sintiendo cómo le sangraba, se apresuró hacia mí y me dio un golpe en la cara. Enojada y en un momento en el que él se distrajo le pegué una patada con la punta de mi zapatilla en sus partes, y de nuevo rematando, con el gas pimienta.

Me dí vuelta para ver quien era al que le estaban pegando, y como pensé en un principio, era Sean.

Me acerqué a él y lo ayudé a pararse, pasando su brazo por mis hombros.

- Buena pelea, supongo que eres mi salvadora. - Dijo riendo despacio haciendo muecas de dolor.

- Esta salvadora es por tiempo limitado, así que espero que no vuelva a suceder.

- Me agarraron desprevenido.- Se excusó.

Caminamos hasta mi moto, lo ayudé a subirse y yo me subí adelante.

- Sujetate bien. Si te caes no pienso parar a agarrarte. - Sean rió.

- Está bien. - Dijo mientras se sujetaba fuertemente de mi cintura.


...


- Shh no hagas mucho ruido.

Traje a Sean a mi casa, me dijo que no podía aparecerse así en la suya o si no su madre se preocuparía y enojaría demasiado.

Cerré la puerta de mi habitación y al darme vuelta, Sean estaba acostado en mi cama.

Fui al baño y agarre el botiquín que tenía en uno de los cajones del vanitory.

- Siéntate. - Le ordené cuando volví a mi habitación.

Él me hizo caso, así que empañe un algodón con agua oxigenada y comencé a pasarlo con leves golpecitos sobre sus heridas superficiales.

- No te hicieron tan mierda. - Comenté, mientras veía que sólo tenía pocos cortes y algún que otro moretón.

- Eso es porque pegan como mujeres.

- Ey! Una mujer te defendió, no seas machista.

- Tienes razón, lo siento, es la costumbre. - Dijo levantando las manos en son de paz.

- Pues quítate esa costumbre, al menos cuándo esté yo presente.

- Como usted diga señora.

- Señorita. - Lo corregí. Ambos reímos. - Levanta los brazos. - Él hizo lo que le ordené, así que comencé a sacar su camiseta.

- Wow, creo que estás yendo un poco rápido.

- No seas idiota. - Dije riendo levemente.


Estuve un rato curándole las heridas, las cuales no eran muchas, ni graves.

- Listo, creo que ya es hora de que te vayas a tu casa. - Dije volviendo a guardar el botiquín.

- Creo que sí, gracias.

- De nada. - Dije volviendo hacia donde él estaba.

Nos quedamos un rato mirándonos, la única luz que entraba era la de la luna y las farolas de la calle, ya que no quise prender la luz para que mi padre no venga a mi habitación a pedir que la apague o algo.

Nos mirábamos intensamente, cómo si quisiéramos saber en qué piensa el otro. Pero la distancia se acortó cuando yo salté a él, besándolo. Él me correspondió rápidamente, tomándome del trasero.

Se notaba la ansiedad que teníamos de estar juntos cuando toda la ropa que estorbaba ya no estaba. Él se encontraba encima mío besándome de manera desesperada, y seguramente mi manera de besar era igual.

Paré medio segundo para agarrar uno de los condones que me había dado mi tía y se lo entregué.

Dicen por ahí que sin globito no hay fiesta.










Mysterious Murder ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora