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Jin aparca el coche en la casa de Alia, Min Ho y yo nos despedimos de lo chicos, entramos a la casa.

Nuevamente la casa se siente vacía sin ella, nuevamente siento mi corazón estrujarse de dolor, un dolor incansable que perdura desde el momento en el que la perdí, me ahogo, la necesito para vivir, la necesito conmigo y sin embargo, no está aquí.

Min Ho me sigue hasta la cocina, nos sentamos allí, miro hacia la vitrocerámica e imagino que ella está allí, mirándonos, sonriéndonos, me imagino u voz, porque ahora soy incapaz de recordarla. Miro mi móvil, aún tengo su número guardado,igual que los alfas, pero soy el único que sigue enviando mensajes, el único que sigue llamando a pesar de que no voy a recibir una respuesta.

Miro al omega, que observa la barra americana con sus ojos enrojecidos, no puedo hacer nada para aliviar su dolor, estoy seguro de que ella sabría qué hacer.

El timbre de mi casa suena, porque sí, ni Min Ho ni yo quisimos abandonar esta casa, era suya y no la dejaremos, me levanto con lentitud, no sé quien sea, pero no es un buen momento para aparecer por aquí.

Abro la puerta y un olor dulzón se cuela en mi olfato, me tapo la nariz con rapidez, ¿por qué está ella aquí? Se lo dejé muy claro hace unas semanas, Alia a muerto, pero yo no quiero salir con nadie, no cuando mi corazón aún sigue doliendo por ella, no cuando sigo aquí por ella, por Min Ho.

—Hola...— su voz se apaga conforme habla, creo que mi aspecto le deja en claro que no es un buen momento.—¿Puedo pasar?— niego con la cabeza, mi garganta aún está cerrada por un nudo, no puedo hablar.—Está lloviendo mucho aquí afuera, no puedes dejar que una omega se congele por la lluvia.— me sorprende lo pesada que puede ser.

—IU vete, no pintas nada en esta casa.— la voz de Min Ho me saca de mis pensamientos, me sorprende que a pesar de su voz rota y de las lágrimas que aún surcan su mejillas sea capaz de hablar.— JungKook-Hyung te lo dejó claro, no te quiere, vete.— su rostro se contrae de furia.

—Estoy hablando con JungKook, no contigo.— su voz es de puro odio, empiezo a cabrearme a pesar de que estoy agotado.—Vete a tu cuarto a a estudiar.

—Él es de Alia, ¿eres sorda o ciega?— él a pronunciado su nombre por primera vez desde que le conozco, mi pecho duele al escuchar su nombre.

—Alia está muerta, él tiene derecho a rehacer su vida.— gruño, completamente enfadado, no me gusta oírla hablar de mi pareja, aunque ya no esté aquí.

—Estará muerta, pero la amo mucho más de lo que nunca llegué a quererte, ahora vete de esta casa y no vuelvas a acercarte a mí  o a Min Ho.— mi voz suena más firme de lo que espero, no espero a una respuesta por su parte, cierro la puerta y paso junto al omega.—Iré a dormir un poco.

Subo las escalera hasta la habitación, su habitación, me acerco al armario y lo abro, aún está toda su ropa, llena de polvo y arrugada por el tiempo, no me atrevo a tocarla, a moverla.

Me tumbo en la cama y el cansancio no tarda en golpearme, con un pequeño mareo por el llanto y la sensación de tener la garganta seca cierro los ojos.




(**** - ****)






Min Ho me despierta a la mañana siguiente, aún no soy capaz de admitir que, desde que la perdí, duermo mucho más. Me levanto y bajo junto a él, donde desayunamos, él un bol de cereales y yo, un café. Min Ho cumplirá diecisiete años dentro de poco, él odia su cumpleaños, tanto como lo odio yo, ella no está para celebrarlo con nosotros.

El regreso de los Dioses.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora