V E I N T I S E I S.

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El vestido azul se amoldaba a mi cuerpo como una segunda piel.
No tenía el mejor cuerpo, pero tenía lo mío.
El cabello estaba totalmente liso, mis tacones eran negros, me había aplicado un maquillaje lo más natural que pude.

Me sentía hermosa.

- Te ves preciosa hija-  susurró mi madre desde el marco de mi puerta.

-  Gracias mamá.- le sonreí.

Un pito de un carro, el carro blanco de John hizo que tomara mi celular y un pequeño bolso negro y bajara las escaleras corriendo.

Los tacones los manejaba muy bien.

Antes de abrir la puerta suspiré.

Tú puedes.

Nunca nadie me había provocado tantos nervios.
Al salir, miré a un John de traje, con un ramo de rosas.
Mi respiración estaba agitada.
Bum bum, bum bum, mi corazón se saldría de mi pecho.
Se ve guapísimo.
Su cabello estaba peinado perfectamente, hasta podría decir que se lo había aplanchado.
Tenía una enorme sonrisa, ¡Oh! Tenía un camanance, aquellas cejas tan perfectas, su hermosa nariz, se veía hermoso, de verdad, hasta ahora pude mirarlo detalladamente, mi mente había estado tan preocupada, en otro sitio, que nunca me había tomado mi tiempo de admirarlo, admirar su dentadura perfecta, como si hubiera usado esos alambres.
No era tan alto, aún así, estaba suficiente cerca del mismísimo paraíso, también suficiente cerca de mí.

Andaba en busca del paraíso, no me había dado cuenta que estaba ahí, en sus ojos.
Observandome sólo a mí, espero que así fuera en meses, años, décadas, siglos, y aún así nunca dejara de mirarme.
Era muy afortunada en tenerlo.

- Estás perfecta- ¡Bam! ¡Bum! Miles de emociones estallaron, dos palabras y ya me hacía tambalear.

Sacudía mi mundo, él lo tenía presente, sabía que él lo sabía.

Me tiré a sus brazos y lo besé,como si mi vida dependiera de ello, como si fuera un adiós, nuestro último beso.

Nuestros labios encajaron, posiblemente los suyos fueron creados para mí y los míos para él.

-  Te ves precioso.- Dije y noté un brillo en sus ojos.

- ¿Lista cariño? -

Es ahora o nunca.

- Lista.-

El viaje fue tranquilo, con un silencio cómodo, nuestras manos entrelazadas, miradas llenas de dulzura, guiños, sonrisas coquetas.

¡No podía dejar de verlo!

El ramo de rosas olía delicioso.

- Llegamos- Mis nervios se activaron, esta vez no por John y su perfecta sonrisa.
Esta vez era por lo que los Britt podrían decir de mí.

- ¿Y si no les caigo bien?- Susurré.

- Mi padre te amará.- Dijo seguro. - Mi madre... ya sabes.- susurró.

Ella nunca me aceptaría.

Sé que mi madre y ella tuvieron problemas pero yo no le había hecho nada.

¿Por qué no me puede aceptar?

Salí del auto.

Sólo espero no arrepentirme de esta noche.

Los dedos de John se entrelazaron con los míos.

Caminamos a la entrada, había un hombre de traje.
Junto con un cable en su oído.
Era guardia de seguridad.

Nos dio un asentimiento con la cabeza y nos abrió las puertas.

Para así mirar la enorme sala, y allí estaba los padres de John.
El padre, estaba con una sonrisa muy parecida a la de John, mientras que Laura, su madre, se veía que estaba obligada a estar ahí.

- Pero si es la pequeña Andersson, mucho gusto, soy el padre de John, Javier.- Extendió su mano.

Le di mi mano y el la besó, ese gesto me hizo sonreír.
Hasta ahora todo iba bien.

- Mucho gusto Don Javier, Emma, Emma Andersson- dije con los nervios aún presentes.

Volví mi cara hacia Laura Britt.
Apreté mis labios.

- Andersson- Dijo y yo le mostré una sonrisa totalmente forzada - Que gusto verte- ¡Pero que hipócrita era!

- Digo lo mismo señora Britt.- dije con el mismo tono hipócrita.

Dejando a un lado la tensión me volví hacia Don Javier.
¿Cómo un hombre tan amable, tan dulce, podría estar con alguien como Laura?
Sí, la condenada era hermosa de pies a cabeza, se tenía buen cuerpo a pesar que ya tenía unos años encima, una cara perfecta, cutis perfecto, y el cabello hidratado, brilloso.
Pero el físico no importaba, un cuerpo perfecto no era mejor que una mente amable, y una personalidad humilde.

- Vamos a cenar, te va a encantar lo que Laura preparó-

Dudé si comer ¿Qué tal si contenía algún veneno?

Bueno, bueno, me estaba volviendo paranoica.

- Claro, vamos- Crucé mi brazo con el de John, y los cuatro nos dirigimos hacia el comedor.

- Por lo general, Laura no es la que cocina- Sí, de seguro contenía un veneno. - Pero por ser tú, quiso cocinar, se tiene buena mano- Dijo Don Javier guiñandome el ojo.

- Bueno, veremos si es buena como usted lo dice- Dije con una sonrisa-

Oí la risa hipócrita de Laura.

Al entrar al comedor y ya estaba servido, había tres señoras vestidas como sirvientes.

Siempre había odiado eso.
Comer al frente de personas, personas que no coman con uno.

¿Qué tal si ellas tenían hambre?

John se adelantó y jaló una silla para sentarme en ella.
Le agradecí con una sonrisa.

El plato consistía en una fajitas de carne en salsa, un poco de arroz y ensalada de repollo.

- Espero te guste Emma- Dijo Don Javier.

- Gracias- Dije y tomé el tenedor y probé la carne.
Sabía bien, muy bien. -Está delicioso-

- Cuentame ¿Cómo te va en la universidad? -

Esas y muchas preguntas más tuve que responder.
No fue una noche incómoda, de vez en cuanto Don Javier decía un chiste muy gracioso.
Siempre hubo tensión, porque Laura si abría su boca, era para lanzar comentarios sarcásticos, o comentarios hirientes, tocando temas de Anna.
Temas que no debía tocar.
Sin embargo me hice la dura y con una sonrisa se los contestaba.
John, se veía tranquilo, aunque de vez en cuando le lanzaba miradas de advertencia hacia su madre.

Pero fue una noche relajante, una linda noche.

N/a

¡Prueba superada!
Al fin...

Ahora es hora de empezar a atar cabos.

Y de una vez por todas saber quien es el asesino.

Sin más que decir, nos leemos.

5 de agosto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora