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A la mañana siguiente desperté muy temprano, aún así, mi cuerpo no respondía a los insistentes mandatos de mi mente

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A la mañana siguiente desperté muy temprano, aún así, mi cuerpo no respondía a los insistentes mandatos de mi mente. Me levanté de la cama con pesadez y fui hacia el balcón de la habitación, para luego encender un cigarrillo y dedicarme a observar con parsimonia lo tranquilas que se veían las calles londinenses a las casi seis de la mañana.

Le di una profunda calada al cigarrillo antes de girar mi cabeza y observar con detenimiento a la que se había convertido en mi mujer, quien aún descansaba plácidamente en la cama.

¿En qué pensaba cuando decidí casarme con ella? No tenía sentido. Ella estaba por cumplir los cuarenta, y yo apenas estaba rozando los treinta. Ella tenía un hijo adolescente, mientras que yo no sabía nada sobre formar una familia.

De igual forma ya era tarde para arrepentirse, y no podía quejarme ya que esto en cierta parte me beneficiaba. Podía tener a Loki cerca mío sin ningún problema o sensación de culpabilidad. Porque eso era lo que sentía cuando estaba con él, me sentía sucio y culpable.

Apagué el cigarro en un cenicero y me dispuse a prepararme para ir a la oficina postal—que gracias a Dios abría temprano—
a recoger alguna carta que pudiera haber llegado de Australia. Me vestí sigilosamente, cuidando de no despertar a mi esposa, tomé las llaves de la casa y me dirigí a la puerta, sin embargo me detuve al escuchar su adormilada voz a mis espaldas.

—¿Christopher?—Llamó somnolienta, dejando salir un pequeño bostezo, mientras tapaba el resto de su desnudo cuerpo blanquecino con las sábanas blancas.—¿Qué haces, querido?

—Iré a la oficina postal, luego podremos ir a recoger a Loki del campamento.—Me acerqué a ella y la bese suavemente.—Descuida no me demoraré.—Ella me sonrío mientras acariciaba el torso de mi mano con suavidad, para luego soltarla, permitiéndome dejar nuestra habitación.

Recuerdo a la perfección la suavidad de sus labios, tan encantadores y seductores. Lastimosamente nunca podrían  traerme la misma sensación que los de Loki, pues estos eran lo mejor que mis labios habían probado alguna vez. Tan dulces y prohibidos.

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Al cabo de unas horas regresé a casa, cansado tanto mental como físicamente debido a lo molesto que se ponía el tráfico en ese horario. Pero tan rápido como entré a la casa me envolvió un silencio sepulcral.

Ni música ni la voz de mi esposa se hacían relucir en el ambiente.

Eso me hizo preocupar, por lo que decidí ir a investigar la razón de tanta calma en una casa que usualmente llegaba a ser ruidosa.

Subí las escaleras con parsimonia, notando que cada vez estaba más cerca a un sonido tan similar a unos sollozos, que eran tan verdaderos como lastimeros. Farbauti estaba llorando. Se abrazaba a sí misma con fuerza y vigor en una esquina al lado de la ventana cerca al escritorio, claramente en mi oficina.

Me acerqué a ella con cierta timidez e intenté envolverla entre mi brazos para reconfortarla, empero se sobresaltó, para luego alejarse bruscamente llorando con más fuerza.

—¿Qué sucede?—Pregunté alarmado.

—¡No me toques! ¿Quieres saber que sucede? ¡Yo te diré que sucede!—Espetó furibunda, tratando de articular de manera correcta las palabras que diría.

Cuando se calmó a medias y dejó de sollozar tomó asiento en una silla frente a mi escritorio, instintivamente tomé asiento en la que sobraba frente a ella.
Cubrió su rostro con sus elegantes manos y suspiró profundamente, para luego apoyar su brazos en el escritorio y mirarme fijamente.

—¿Por dónde debería empezar? Oh, ya se. Después de que salieras de casa le pedí a Martha que me trajera el desayuno a la habitación.—Empezó a contar.—Cuando fue a la recámara me dijo que quería hablar conmigo de algo importante y me contó que un par de noches atrás te vio en la habitación de Loki.—Masculló, para luego guardar silencio un par de segundos.

Estaba perdido, yo mismo había cavado mi propia tumba.

—¿Qué más te dijo?—Indagué temeroso.

—¡Christopher! ¡Martha no me dijo que ustedes estaban jugando a las cartas! ¡Me habló de todo lo contrario!—Exclamó escandalizada.—¿Cómo pudiste si quiera pensar en hacer algo como eso?—Preguntó indignada.

Me quedé sin palabras, incluso tenía vergüenza de mi mismo. Me repugnaba. En mi corazón no habían sentimientos de amor hacia Farbauti, pero la consideraba como una buena amiga y detestaba el desprecio y asco con el que observó en ese momento.

Pude estar a un par de besos de tener sexo con su hijo, pero él también lo quería.. ¿Cierto?

—¡Responde!—Exigió regresándome a la realidad.

—No es lo que crees, es más ¡Puedo explicarlo! ¿Dónde está Martha?—Espeté.

La verdad, es que no tenía ni idea de como iba a arreglar las cosas.

—Renunció, Christopher. Dijo que no quería trabajar con una familia tan extraña.—Masculló enojada mientras salía de la oficina para luego bajar las escaleras con violentos y veloces pasos.

—De acuerdo, de acuerdo. Arreglaremos esto con calma y más tarde nos reiremos de este malentendido ¿Está bien?—Dije sin esperar respuesta alguna para luego bajar las escaleras y dirigirme al bar en donde serví dos vasos de whiskey. Posteriormente volteé con ambos vasos en manos para buscar a la fémina con la mirada, pero esta había desaparecido sin dejar rastro suyo en el salón.

—¿Farbauti?—Busqué por toda la casa, incluso en el jardín y no hallé rastro suyo en ningún lado.

Dejé uno de los vasos en la mesa de la cocina y bufé pesadamente antes de beber el otro de un solo trago.

Me sentía tan sucio como un criminal.

Di un respingo al escuchar el irritante timbrar del teléfono, el cual fui rápidamente a contestar.

—¿Diga?—Dije contestando el aparato.

—¿Es la casa de los Laufeyson?- preguntó una áspera voz masculina a través del teléfono. Parecía ser uno de los tantos vecinos que Farbauti me había presentado la semana pasada, ya que la voz se me hacía familiar.

—Correcto ¿En qué puedo ayudarle?—Indagué.

—¿Es usted Christopher? ¡Gracias al cielo! la señora Laufeyson acaba de tener un accidente, salga de su casa ¡Rápido!—Exclamó alarmado.

Entré en pánico, tanto, que sin darme cuenta deje caer el vaso que llevaba en mi mano, haciendo que este se parta en miles de pedacitos mientras corría hacia la entrada de la casa.

Al salir, no pude creer lo que mis ojos veían. Mis ojos se abrieron como platos y mi mandíbula cayó al piso. La fémina estaba tendida sobre la autopista, inconsciente o lo que tenía más sentido, muerta.

¿Qué diablos le diría a Loki? ¿Que su madre descubrió que estábamos jugando a los amantes y decidió suicidarse?

No, no podía hacer eso.

Los vecinos me explicaron con detalles que ella corrió por la autopista y no notó la presencia de un camión que se aproximaba, el mismo que la arrolló debido a que el conductor
tampoco notó su presencia. Nunca supe de quien se trataba el responsable, pues este se fue de largo sin notar—o probablemente ignorar—el hecho de que mató a mi ahora difunta mujer.

No tardamos en llamar a la policía y a una ambulancia para que un médico certificara la muerte y a consecuencia la funeraria se
llevara el cuerpo. Luego de firmar unos documentos y hablar con la policía sobre lo ocurrido cada uno de los que me acompañaban regresaron a sus hogares y yo imité su acción.

Me costaba creer que mi esposa duró solo una semana.

***

❝ 𝐁𝐄𝐀𝐔𝐓𝐈𝐅𝐔𝐋 𝐁𝐎𝐘 ❞ | 𝒉𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆𝒔𝒘𝒐𝒓𝒕𝒉/𝒕𝒉𝒐𝒓𝒌𝒊 𝑨𝑼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora