❝ 𝐁𝐄𝐀𝐔𝐓𝐈𝐅𝐔𝐋 𝐁𝐎𝐘 ❞ | 𝒉𝒊𝒅𝒅𝒍𝒆𝒔𝒘𝒐𝒓𝒕𝒉/𝒕𝒉𝒐𝒓𝒌𝒊 𝑨𝑼

𝐕𝐈

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Horas después de la tragedia estaba conduciendo el auto en medio de la carretera hacia el campamento, tratando de encontrar las palabras con las que le daría la noticia al pequeño.

¿Que le podía decir? ¿Que la arrolló un auto?  ¿Que se suicidó? No podía ser rudo, de ahora en adelante debía actuar como el padre que debía ser para el adolescente.

Cuando divisé las cabañas a lo lejos supe que ya me encontraba en mi destino. Detuve el auto en medio del bosque y al salir del mismo caminé entre las abundantes hierbas que se mecían suavemente por la brisa del mediodía. Tomé camino por un sendero rocoso que me llevaba a unas rústicas cabañas de madera, las cuales decoraban con un aire campestre el bosque. Desde la distancia se observaba como las masas de adolescentes se movían de un lado a otro con sus pertenencias, preparándose para regresar a sus hogares.

Al momento en el que estuve entre las cabañas y los exaltados adolescentes, se me acercó una mujer algo regordeta y de baja estatura. Esta tenía una corta cabellera oscura que era decorada con algunas canas blancas y portaba unos anteojos de lunas redondas. Tendría unos cincuenta años de edad. Llevaba entre sus gastadas manos un tablero porta-hojas.

—Buenas tardes ¿Viene por alguien, Señor?—Indagó la mujer.

—Sí, vengo por Loki Laufeyson.—Respondí.

—¿Usted es su padre?—Preguntó mientras se acomodaba los anteojos y revisaba el porta-hojas.

Lo pensé antes de responder.

—Sí.—Afirmé.

—En ese caso sígame. Su pequeño estuvo haciendo sus maletas desde hace un par de horas.—Respondió antes de empezar a caminar entre las cabañas.

—Ahí está—Dijo señalando a una pequeña silueta asomándose entre los arbustos.—Nos vemos, señor.—Dijo estrechando mi mano para después alejarse entre los jóvenes que circulaban esa zona apresurados.

No le presté mucha atención a la mujer, pues Loki se hizo notar a lo lejos cargando una maleta que, por unos cuantos centímetros más, lo habría igualado en tamaño.

Entonces se dió cuenta de mi presencia y sonrió.

—¡Papi!—Dejó caer la maleta al piso y corrió lo más rápido que pudo. Cuando estuvo cerca de mí saltó a mis brazos, enredando sus piernas alrededor de mi cintura y envolviendo sus brazos alrededor de mi cuello.

—Te extrañe mucho.—Dijo fijando sus orbes verdes sobre los míos.

Segundos después bajó de mis brazos y al tocar el piso me tomó de la mano.