"𝙻𝚞𝚣 𝚍𝚎 𝚖𝚒 𝚟𝚒𝚍𝚊, 𝚏𝚞𝚎𝚐𝚘 𝚍𝚎 𝚖𝚒𝚜 𝚎𝚗𝚝𝚛𝚊ñ𝚊𝚜. 𝙿𝚎𝚌𝚊𝚍𝚘 𝚖í𝚘, 𝚊𝚕𝚖𝚊 𝚖í𝚊"
【１９５０'ｓ】
Christopher es un treintañero solitario que no tiene cuando sentar cabeza. Loki, un adolescente tan t...
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Me dejaron solo, otra vez.
Supongo que Chris es lo suficientemente tonto como para no darse cuenta de que me encanta.
Porque es cierto, él me encanta.
Desde ese primer encuentro con él me vi con el impulso insaciable de querer probar sus labios y en esos pocos segundos en los que tuve su atención tuve la certeza de que sus labios eran tan dulces como las cerezas. Si pasara todo mi tiempo junto a él no podría dejar de probarlos, porque son tan adictivos como una droga.
Mi droga.
En el instante en el que Christopher abandonó la casa no pude evitar poner música a todo volumen y recostarme en el sillón. Se reproducía vinilo tras vinilo, le daba la vuelta a uno y a otro sin tener algo mejor que hacer. Estaba tan aburrido que estaba considerando hacer la tarea del viernes pasado.
Suspire pesadamente y caminé por toda la casa observando cada detalle de esta, dejando que las ondas musicales continúen invadiendo mi organismo, hasta finalmente llegar a la habitación de Christopher.
Entré y cerré la puerta, ignorando el hecho de que papi regresaría muy pronto a casa.
Caminé con curiosidad por toda la pieza, abrí los cajones de su mesa de noche y examiné cada artefacto que había en este: Un reloj de bolsillo, un desorden de papeles,—mayormente cartas—una cajetilla de cigarrillos, un encendedor y una foto de mi difunda madre, la cual no pude evitar examinar tristemente.
>>¿Por qué ella y no yo? ¿Por qué tiene una foto de ella y no de mí?>>
Gruñí silenciosamente antes de guardarla donde estaba y robar un cigarrillo, lo encendí y le di una suave calada para finalmente dirigirme a su armario. Lo abrí de golpe y me encontré con unas grandes camisas de vestir y unos gigantescos sacos. Fruncí el ceño.
<<¿Solo usa esa clase de prendas?>>
Me encogí de hombros para luego ponerme de puntitas y poder alcanzar una de sus camisas blancas, me desvestí quedando en ropa interior y me coloqué la prenda encima, quedándome con la camisa por debajo de los muslos y las mangas excesivamente largas.
Me recosté en su cama y coloqué el cigarrillo sobre un cenicero en la mesa de noche. Aspiré el aroma proveniente de su camisa, su perfume. Lo hice una y otra vez hasta poder sentir su hercúleo cuerpo frotándose contra el mío de manera frenética, causándole placer a cada parte de mi cuerpo. Solté pequeños jadeos sin pudor alguno al sentir como mi papi me hacía sentir de esa forma.
