Esa noche te susurre un amargo olvídalo, y tal parece que realmente lo hiciste. No solo olvidaste mi mirada acobardada al contarte mi mayor temor, olvidaste que estarías ahí a pesar de todo, pero no estás, no estás, ni estuviste, ni estarás.
Porque quien ama no olvida, quien ama no se aleja, no pierde, no teme a luchar con el monstruo más grade solo por ver a su compañero ahí, vivo, temblando, con miedo y rasguños pero vivo, y es así porque luchaste no sólo por él, si no con él.
Lamentablemente, contigo la historia no es así, después de contarte sobre aquella bestia que ronda por mis ojos, tu mejor opción fue abandonarme, ahí, frente a esa visión que me ha atormentado durante años, indefensa y con mi única arma que son mis lágrimas pidiendo piedad.
Me olvidaste, olvidaste mi miedo, mis lágrimas, mis labios amargos y rotos de frío, olvidaste las noches cálidas con mis manos de hueso, olvidaste... Nos olvidaste, tan lejos, en una obscura noche marcando un adiós.
ESTÁS LEYENDO
Soy Sólo Ocasional.
RandomCartas, poesías o simples escritos con trozos de un alma rota con ganas de vivir entre escombros de amores temporales, a esas personas que ya no están o se fueron sin un adiós.