13. Kari

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Cuando Kari volvió a sentir algo fue la inconfundible sensación de estar volviendo en sí de un profundo sueño. Y lo primero que pensó entonces fue que no recordaba haber tenido una nueva pesadilla y aún medio adormilada, se alegró. En cualquier caso, fue un sueño convulso que no le sirvió de descanso en absoluto. Se notaba aturdida, como si hubiese dormido mucho, pero tampoco podía estar segura de eso.

Abrió los ojos pesadamente y se dio cuenta de que estaba tumbada en un espacio pequeño y blanco. Las sabanas que la cubrían eran blancas con un sobrio bordado gris, la almohada era tan fina que su cabeza y su cuello estaban en línea recta con el resto de su cuerpo.

Miró un poco más allá y comprobó que la pared contra la que se apoyaba la cama también era blanca, aunque tenía importantes marcas de rozadura. Siguió parpadeando para aclarar su visión y se tropezó con el techo, también blanco, pero se fijó en un par de pelusas grises que rodaban por él como en una carrera de obstáculos, rodeadas de alógenos.

Giró la cabeza sobre la almohada y al otro lado se vio flanqueada por un sencillo biombo de papel. También debía ser blanco, pero al otro lado debía haber una ventana o algo así que daba a la calle, pues el sol proyectaba sus rayos sobre él, volviéndolo amarillo. Un poco más allá, estaba la puerta semi abierta, pero Kari centró su mirada en el biombo por ser lo más agradable que había allí. Al menos hasta que una sombra surgió en él y que se fue haciendo cada vez más grande. La chica se inquietó un poco antes de adivinar que la sombra solo era alguien que se acercaba desde el otro lado.

La doctora del instituto apareció, sonriente, frente a ella. Tenía un rostro pálido y tan redondeado como lo eran las gafas que llevaba encaramadas en la cabeza. Le sonrió de un modo amistoso cuando llegó junto a ella.

Claro, debo estar en el enfermería entendió Kari. Era raro que hasta ese momento no se hubiera preguntado qué lugar era ese.

—Hola, Hikari —le saludó la mujer, al tiempo que acercaba una silla para sentarse a su lado. La bata que llevaba había sido blanca aún día y la carpeta que llevaba en sus regordetas manos, despedía un brillo cegador—. ¿Cómo te encuentras?

—Mejor —respondió ella, sin saber si era realmente cierto—. ¿Qué me ha pasado?

—¿No lo sabes? Bueno, tranquila, que no ha sido nada grave —La calmó inmediatamente—. Te he estado observando y creo que ni siquiera te has desmayado.

—¿Desmayado? —repitió Kari. Trató de hacer memoria... lo último que recordaba era estar sola en el vestuario después de esa horrible clase de gimnasia. Estaba muy débil y cansada... y después, nada. Todo era oscuridad—. Creo que me desplomé en el suelo... ¿eso es lo que me ha pasado?

—Una chica te encontró en el vestuario del gimnasio inconsciente, sí. Avisó al profesor y te trajeron aquí —explicó la doctora—. Pero cuando te examiné comprobé que no estabas inconsciente y de hecho, solo has estado dormida desde entonces.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

—Unas tres horas. Las clases están a punto de terminar —La doctora se colocó la carpeta sobre sus piernas y la abrió para echar un vistazo. Se bajó las gafas hasta la nariz y sacó un bolígrafo del bolsillo—. Como te digo, no creo que haya sido un desmayo pero el protocolo del instituto me obliga a hacerte esta pregunta; ¿es posible que estés embarazada?

Kari dio un respingo y su rostro se encendió, avergonzada.

—¡Pues claro que no! —respondió, alterada. La doctora sonrió por lo bajo, pero disimuló escribiendo algo en la carpeta.

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora