6. TK

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Cruzó el umbral de la puerta a toda prisa y tuvo que pararse de golpe para no chocar, precisamente con Kari, que se había detenido allí al oírle gritar su nombre.

En fin, al menos habría logrado alcanzarla.

—¡Pero bueno TK! ¡¿Se puede saber por qué gritas tanto?! —le reprochó Davis que, desgraciadamente, también estaba allí.

Mira quién fue a hablar pensó él, aunque no pensaba distraerse con ese chico. Kari también le observaba, confusa por su comportamiento.

—¿Es que ha pasado algo, TK? —le preguntó ella.

—Pues... —El rubio se dio cuenta de que sí, había sido excesivo chillar así. En realidad no sabía por qué estaba tan nervioso por ese asunto. Se tranquilizó, esbozó una sonrisa despreocupada y meneó la cabeza—. No, no pasa nada. Tan solo quería hablar contigo un rato.

—¿Y sobre qué quieres hablar? —preguntó ella, al tiempo que se volvía hacía él con curiosidad.

Ese gesto debió ser como una alarma para Davis quien, en lugar de captar la indirecta y marcharse, se cruzó de brazos con expresión impaciente, dando un paso hacia ellos para dejar muy claro que no pensaba dejarlos solos.

—Podríamos volver a casa juntos y charlar —propuso TK, sin que se le ocurriera otra cosa mejor.

—Perdona TK, pero yo voy a acompañar a Kari a su casa —intervino el otro sin perder tiempo.

La chica miró a uno y a otro y resopló, agarrando con fuerza las correas de su mochila.

—Si es que yo no necesito que nadie me acompañe a ningún lado —replicó, molesta.

TK dio un respingo.

—¡Yo no quería decir que tú necesites que...!

—Ya lo has oído TK —insistió Davis. Al parecer él no se había dado por aludido—. Ya es hora de que nos vayamos, ¿verdad, Kari?

Ella no le hizo caso. Cerró los ojos como si estuviera muy cansada y los hombros se le hundieron como un par de rocas en el mar. Volvía a apartarse, encerrándose en sí misma.

TK veía como el diminuto agujero que se había abierto esa mañana en el muro que los separaba se cerraba a toda velocidad ante sus ojos y no supo qué hacer para evitarlo, hasta que le pareció demasiado tarde. De pronto, la esperanza y las energías que había reunido se desvanecieron de su cuerpo. Algo dentro de él se removió y le preguntó: ¿Qué estás haciendo? ¿Es que no tienes suficiente con tus propios problemas? Y lo cierto es que no supo qué responder.

Cuando Kari abrió los ojos de nuevo, grandes y tristes, y le miró, el chico no vio nada distinto en ellos a lo que había visto desde su vuelta a Odaiba.

—¿Ni siquiera vas a decirme de qué querías hablar? —le preguntó ella.

Pero TK retiró la mirada.

—No... da igual.

—¿Estás seguro?

—Mejor, otro día —contestó con una suave, aunque poco convincente sonrisa.

Ella asintió y también sonrió. Se sonreían falsamente, como dos desconocidos, porque ninguno estaba bien de verdad. Pero lo ocultaban. No quedaba nada entre ellos de lo que había habido de pequeños, entonces fue cuando él se dio cuenta.

—Pues genial —añadió Davis, estirándose sobre sus talones—. ¡Venga, salgamos de aquí!

Y echó a andar sin más, aparentemente seguro de que Kari le seguiría al instante. No obstante, ella permaneció unos instantes parada, observando a su otro amigo, como si de verdad quisiera decir algo más.

—Adiós, TK —fue lo único que dijo al final.

El chico la miró mientras se alejaba y por alguna razón, no le salió decirle adiós. Desaparecieron por la calle y él se quedó solo en la puerta con una pesadez interna que le avisaba de que algo no iba bien.

—Patamon —susurró, pegando la barbilla al pecho. La imagen de su amigo volvió a surgir ante sus ojos—. Ojala estuvieses aquí.

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora