23 y medio. Kari

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Lentamente Kari inició el ascenso de vuelta a casa, aún con la cabeza demasiado atontada como para pensar normalmente. Tampoco sentía la necesidad de ponerse a analizar todo lo que había pasado. Quería seguir en ese estado de atontamiento en el que solo sentía calma y seguridad; a la vez que ese agradable cosquilleo en su estómago.

Ya no percibía esos olores mezclados; al aire que la envolvía no podía ser más fresco y puro. Captaba el aroma del cielo, el de la luz y la inmensidad cada vez que inspiraba; ¡lo captaba! Aunque fuera imposible. Y ya no era el resplandor de las bombillas lo que brillaba a los lados de la galería, sino las estrellas que lo estaban rociando todo con su polvo dorado.

Cuando llegó ante su puerta, incluso los caracteres con que estaba escrito su apellido en el cartelito de la entrada le parecieron mucho más bonitos y elegantes. Sonrió tontamente contemplándolos y alargó la mano hacia el pomo.

Cuando entró a su casa, pasó por delante del espejo que había en el recibidor; se miró de reojo, pero entonces algo la hizo pararse en seco y dejar de sonreír.

¡Todavía llevo puesto el pijama! Lo había olvidado por completo. Había bajado a la calle en pijama y entonces TK...

Dio un respingo cuando el recuerdo se precipitó ante sus ojos. Qué extraño, le produjo una perturbación tan intensa como si hubiera pasado de nuevo. Su cuerpo se estremeció y el rostro se le puso como un tomate.

—¿Kari? ¿Ya has vuelto?

¡Oh no! La voz de Tai fue como una horrible descarga para ella. No quería verle ahora, ni tampoco hablar con él. Mucho menos quería que la viera con el rostro así y empezara a interrogarla al respecto. Pero si intentaba huir de él, sería mucho más sospechoso.

—¿Kari? —insistió él.

—¡Sí! Ya voy —respondió, resignada. Respiró hondo y se acomodó el pelo a los lados del rostro. Se le había enredado entre la brisa, los giros y... Sacudió la cabeza cuando notó que volvía a enrojecer. ¡No podía controlarlo! Arrastrando los pies se dirigió al salón cocina rogando que fuera uno de esos días en los que Tai apenas la miraba.

Le encontró sentado en su sitio de la mesa con el móvil en la mano. Por una vez Kari se alegró de que la atención de Tai estuviera concentrada en otra cosa.

—¡Anda que no has tardado! —comentó él sin alzar la mirada. La chica suspiró, pero cuido de pasearse por delante de su campo visual. Fue hacia la cocina para coger un vaso de agua y disimular un poco—. ¿Es que no vais a veros mañana en clase?

—Sí, ¿por qué?

—Porque menuda despedida más larga —señaló como si nada—. ¿Cómo es que estaba TK aquí?

Kari se balanceó por la cocina, fingiendo despreocupación y aún con el vaso en la mano mientras iba dando ligeros sorbitos.

—Le invité yo.

—Ya me imagino. Pero, ¿por qué?

—Porque es mi amigo —respondió, de pronto aburrida. Tai ni siquiera la miraba y parecía una conversación de broma. La puerta de su cuarto estaba entornada, como si la llamara entre susurros oscuros—. No tengo mucha hambre, así que creo que me voy a ir a dormir ya.

Soltó el vaso dispuesta a desaparecer, pero entonces su hermano alzó la mirada.

—Espera —le pidió, al tiempo que soltaba el móvil sobre la mesa, apartado de sus manos. Kari sintió que el estómago se le revolvía porque Tai la miraba muy serio, demasiado para ser él. ¿Por qué? Si ella no había hecho nada malo, ¿por qué temía que la fueran a regañar?—. Oye Kari, no pasa nada porque quieras pasar tiempo con TK.

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora