4. TK

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El chico rubio estaba recostado sobre la mesa y con los ojos entornados, casi cerrados bajó la luz del sol que entraba por la ventana que había junto a él, cuando el profesor entró en la clase silenciosa.

Dio la luz y después, con gran sorpresa, distinguió la figura del chico. TK oyó la puerta abrirse y movió los ojos hacia allí; oyó también la exclamación de sorpresa del profesor y apretó los párpados, levantando despacio la barbilla de la madera. El profesor le miró primero sorprendido y después aliviado, subiéndose las gafas por el puente de la nariz con el dedo.

—¡Oh, Takaishi! ¡Eres tú! —le soltó—. ¡Menudo susto me has dado!

¿Susto? Pensó el chico, perezosamente ¿quién se creía que era?

En cualquier caso, TK sonrió de forma tranquilizadora al hombre que ya se acercaba a él.

—Buenos días, profesor —le saludó, irguiéndose del todo—. Y... siento lo del susto.

El hombre soltó su cartera de cuero sobre su propia mesa y frunció los labios, como fingiéndose sentirse más ofendido de lo que realmente podía estar.

—Cada día llegas antes a clase, Takaishi —le dijo—. Incluso antes que yo y eso no está bien. ¡Se supone que soy el profesor! ¿Es que acaso te echan de tu casa nada más salir el sol?

—¡Claro que no! —respondió el chico, sonriendo como si esa broma le pareciera muy graciosa. Pero se alegró de que el profesor se olvidara de él para sacar sus papeles y preparar la clase.

Entonces pudo desviar la mirada y tratar de arreglarse el uniforme. Se alisó la camisa blanca y se acomodó mejor el nudo de la corbata. No estaba muy seguro del aspecto que tenía, pero habiendo salido tan rápido de casa por la mañana, no debía ser muy bueno. Hasta tenía esa pegajosa sensación de haber olvidado algo...

Se estiró sobre la silla justo cuando el resto de alumnos empezó a entrar por la puerta, charlando alegremente entre sí y haciendo bromas a pesar de que era la primera clase. Entonces notó que el móvil le vibraba en el bolsillo y dejó de mirar a sus compañeros... era un mensaje de su madre. Hizo una mueca sin querer al verlo y dudó antes de leerlo.

<<Takeru, he visto que anoche no cenaste lo que te dejé preparado. ¡Tienes que alimentarte mejor! Si te viera más por casa te iba a echar una buena bronca...

Por cierto, te has olvidado el almuerzo>>

El almuerzo pensó TK. Así que sí se había olvidado de algo...

Siguió mirando las letras, leyendo el mensaje un par de veces más y captó algo triste oculto en ellas, por más que su madre hubiese tratado de disimularlo.

Era verdad, TK era el primero en llegar al instituto por las mañanas y casi siempre era el último en irse.

Se guardó el teléfono y permaneció quieto, pensativo y con sus inusuales ojos claros clavados en el cielo que se extendía, limpio y hermoso al otro lado de la ventana. El sol brillaba tan intensamente esa mañana que las nubes blancas parecían estar cubiertas de finas hebras doradas.

Por desgracia, intentar dejar la mente en blanco ya no le servía de nada. Enseguida apareció en su mente el rostro preocupado de su madre y se sintió culpable, pero pudo resistir la tentación de escribirle un nuevo mensaje, sobretodo porque no sabría qué decirle. Sí, podía disculparse por lo de la cena o por pasar tanto tiempo fuera pero sabía que no podría dar explicaciones al respecto y prefería guardar silencio. Al menos con su madre... su hermano mayor ya era otra cosa.

Volvió a girar la cabeza hacia la puerta justo en el momento en que Kari entraba por ella y el chico se irguió un poco más sobre la mesa al verla. Davis entró justo después, por supuesto, parloteando como siempre a viva voz. Y no debía ser sobre algo interesante a juzgar por la expresión aburrida de su amiga.

Espera se dijo TK observándola con más cuidado. ¿Parecía solo aburrida? Caminaba despacio y cabizbaja, como ausente a lo que le rodeaba, en especial a Davis.

Desde el principio había sido más que evidente que Davis estaba loco por Kari; a principios de curso cuando lo conoció, TK se sorprendía por el modo en que el chico se desvivía para tratar de complacer a su amiga. Pero desde unos meses atrás las cosas habían cambiado mucho. Ahora el castaño de pelo revuelto se dedicaba, sobre todo, a pavonearse delante de ella. Y otra cosa (que era lo que peor veía TK); no se despegaba de ella bajo ningún concepto.

No había día que no llegaran juntos a clase, y casi siempre Davis se empeñaba en acompañarla de vuelta a casa. Y Kari lo aceptaba, así que alguna vez se había preguntado si esos dos no serían ya pareja, aunque no quisieran revelarlo todavía ante los demás.

Si aún tuviera con Kari la misma confianza de cuando eran niños, no habría dudado en preguntárselo. Pero ya nada era como antes.

En cualquier caso, TK quería creer que no había nada romántico entre ellos. Puede que tantos años de separación hubieran hecho que ya no conociera a Kari tan bien como antes, pero la miraba y no le parecía que se comportara como una chica enamorada...

¿Por qué estoy pensando en todo esto? Se preguntó, confuso.

Se levantó del asiento y caminó hasta ellos, que apenas habían pasado de la puerta.

—Buenos días —les saludó. Davis le hizo un rápido gesto de cabeza y siguió saludando a sus compañeros del equipo de fútbol. Kari, por el contrario, ni se inmutó. Estaba tan silenciosa y apartada, que TK dio un paso más para colocarse ante ella y torció la cabeza—. ¿Hola?

La chica dio un respingo y alzó la mirada de golpe. Al verle frunció el ceño de forma rara; como si no le reconociera o simplemente no supiera por qué podía estar él allí.

—Hola... —murmuró y hasta pasados unos segundos no logró recomponerse y sonreír—. ¡Buenos días!

—¿Estás bien, Kari?

—Sí, claro que sí.

Sin embargo tenía el rostro pálido, los ojos huidizos y parecía alterada de algún modo sutil, que no expresaba más que con pequeños detalles casi imperceptibles. Pero él se dio cuenta, a pesar de todo.

—¿Seguro? Pareces un poco... —TK vaciló, no estaba seguro de lo que le parecía y acabó eligiendo una palabra que le resultaba familiar y cercana en esos momentos—; triste.

Entonces, Kari volvió a mirarle. Pero esta vez, al clavar sus ojos en los de él lo hizo con arrebatadora intensidad. Siempre que le miraba así, TK sentía que su corazón se agitaba con fuerza; porque tenía la impresión de que era así como su amiga intentaba decirle algo importante y él nunca lograba averiguar lo que podía ser. Le dejaba lleno de inquietud e incertidumbre.

Y sin embargo, esta vez, Kari abrió la boca como dispuesta a revelarle el secreto. Por desgracia, Davis apareció de nuevo entre ellos, chillando.

—¡Está muy rara, ¿verdad?! —soltó sin un ápice de tacto—. ¡Está como pasmada! No ha dejado de suspirar durante todo el camino y se distraía todo el rato mirando a los gatos callejeros que nos encontrábamos. ¡Casi llegamos tarde!

—¿Gatos callejeros? —repitió TK, sorprendido.

Eso pareció alterar aún más a Kari, que dejó de mirar a los chicos y sin decir nada, se dirigió a su mesa y se desplomó sobre su asiento. Davis hizo lo mismo y TK tuvo que imitarles cuando el profesor les indicó que la clase iba a empezar.

En cualquier caso, siguió observando a su amiga, pensativo y con esa palabra flotando por su mente.

Gatos.

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora