21. Kari

938 79 10
                                    

Y ahí estaba... en un nuevo sueño.

Había tenido tantos y tan lúcidos las noches de atrás que Kari se había vuelto una experta en reconocer la sensación de hundirse en ellos. Era un descanso profundo, como sumergirte en agua para bucear; bajar y bajar, cada vez más hondo, hasta donde la luz, los sonidos, todo desaparece y a la vez notas su presión sobre ti, aplastándote poderosamente. Para cuando se vio inmersa en la oscuridad de siempre, el cuerpo entero era preso de un terrible picor.

Pero esta vez no tenía miedo. Era consciente de lo que pasaba y se recordó que ella era la portadora del emblema de la luz; eso significaba que la luz era grande en ella y por eso, atraía también una gran oscuridad de la que no podía huir. La oscuridad también formaba parte de ella.

En esta ocasión, Kari mantuvo la calma y no cerró los ojos. Vio como las tinieblas formaban vórtices oscuros en torno a ella y aguantó que la arañara la piel. No importaba. Porque algo iba a pasar allí, estaba convencida de que por eso había descendido tanto. Miró en todas direcciones pero no vio nada nuevo. Hasta que de pronto, apareció algo en el horizonte, como un destello.

Debe ser eso.

Clavó sus ojos en él y este empezó a crecer muy deprisa; no solo en tamaño, también ganó en intensidad y llenó el espacio con su luz. De pronto, los ojos le ardían por esa violenta luminosidad y tuvo que parpadear e incluso alzar las manos para hacer pantalla.

Brilla demasiado.

La luz siguió haciéndose más poderosa y todo el espacio se volvió tan brillante que igualmente no podía ver nada de lo que había. No obstante, la sensación de que algo más esperaba para pasar era mayor que antes.

—¡Kari! ¡Kari!

Esa voz es... Su corazón se agitó, ansioso.

—¿Gatomon? —murmuró, vacilante. Pero enseguida gritó—. ¡¡Gatomon!!

¡Era su voz! Y la estaba llamando a ella una vez más.

—¡¡Kari!! —volvió a oírla. Parecía estar delante de ella, en el lugar donde había aparecido el destello por primera vez. ¿Estaba allí? Puede que Gatomon fuera el origen del brillo... estaba allí, esperándola, en algún lugar de ese extraño... ¡sueño!

Claro, esto tiene que ser un sueño. Recordó Kari. Los sueños eran, al fin y al cabo, el único lugar donde aún podía oír la voz de Gatomon. Por un instante, esa idea la hizo sentir mal, pero se recompuso. Las cosas, tal vez, debían ser así y ella tenía que aceptarlo y no seguir resistiéndose y desesperándose noche tras noche.

—¡KARI!

La chica sonrió, sin embargo, por oír con tanta claridad su voz. Alzó las manos y las puso alrededor de su boca sin mirar a ningún sitio en concreto.

—¡Gatomon! —chilló a su vez. Cogió aire y añadió—. ¡Siempre me acordaré de ti! ¡Pero es hora de que te deje ir! ¡Adiós, Gatomon! ¡Sé feliz!

—¡Kari! —La siguió llamando la gata, cada vez sonaba más cerca—. ¡¿Por qué me dices adiós?! ¡¡Estoy yendo hacia ti, Kari!!

Pero la chica sacudió la cabeza.

—¡Eso no puede ser, Gatomon!

—¡Claro que sí! ¡Te estoy viendo en este instante! —gritó Gatomon bien fuerte—. ¡Has crecido mucho estos años, Kari! ¡Estás muy guapa!

Qué raro se dijo la chica bajando las manos. Normalmente solo oía que Gatomon la llamaba una y otra vez, nunca había podido mantener una conversación con ella. Se sintió confusa, ¿por qué pasaba esto ahora que se había decidido a dejarla ir?

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora