18. TK

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Por suerte no hizo falta que se detuvieran a descansar más veces durante el resto del trayecto. Caminaron más bien despacio, pero al final llegaron al enorme edificio de apartamentos donde vivía Kari. Por supuesto, el ascensor se había estropeado justo ese día y les tocó subir a pie los cuatro pisos hasta su casa; TK se empeñó en acompañarla hasta arriba porque después de lo que había visto durante ese día ya no se fiaba.

Y de hecho, cuando estuvieron de verdad ante la puerta de los Yagami, TK sintió un gran alivio por haber cumplido con su tarea. Al principio no le había parecido que Kari estuviera tan débil como para preocuparse, y esa doctora con la que había hablado era de todo menos seria, así que lo había tomado todo con cierta despreocupación. Sin embargo después de ver las escasas energías con que su amiga caminaba, el esfuerzo que le costaba acelerar el paso en las carreteras o que hubiese estado a punto de caerse del columpio por no poder mantener los ojos abiertos; había empezado a preocuparse de verdad.

Incluso ahora, mientras buscaba las llaves en el fondo de su mochila le parecía demasiado fatigada.

—Oye, TK —le llamó—. Ya que te he hecho perder tu entrenamiento y demás, ¿por qué no te quedas a merendar conmigo?

Cualquier alternativa a volver tan pronto a casa le habría resultado maravillosa y habría aceptado la invitación sin dudar, de no haberse tropezado con el apellido de su amiga en el cartel que había junto al timbre.

—Mmmm... ¿está Tai dentro? —preguntó.

Kari encontró las llaves por fin y se giró para meterlas en la cerradura.

—No, no creo —respondió sin inmutarse—. Nunca está cuando vuelvo de clase.

Abrió la puerta y entró dentro. TK se acercó y tan solo asomó la cabeza, vacilante.

—No están sus llaves, así que no ha llegado aún —le informó Kari desde el recibidor. Así, más tranquilo, el chico entró a la casa y cerró la puerta. Aunque el interior estaba en penumbras distinguió el rostro de su amiga que acababa de adivinar la razón de su cuidado—. Tai no tiene ningún problema contigo, ¿sabes? A pesar de lo que pasó entre él y Matt...

—Lo supongo, pero... —se encogió de hombros un tanto avergonzado—, no quiero incomodarle con mi presencia.

Kari le miró largamente pero no dijo nada más sobre eso. La verdad era que no habían hablado de aquel asunto; al fin y al cabo, el problema lo tenían sus hermanos, no ellos. Pero se preguntó hasta qué punto conocería ella la historia o incluso, cómo sería la versión que Tai le habría contado.

Igualmente, todo lo que él sabía era lo que Matt había querido contarle y él tampoco lo había cuestionado en ningún momento.

—Vamos, pasa —le indicó la chica. Le guio a través del pequeño pasillo hasta el salón cocina—. Puedes dejar la mochila por ahí.

TK la soltó al lado de la de ella, junto al sofá y observó cómo su amiga iba dando todas las luces y conectaba el aire acondicionado. La casa estaba silenciosa, a oscuras y parecía que nadie la hubiese abierto hasta ese momento.

—¿Tampoco están tus padres? —le preguntó, extrañado.

Kari se volvió lentamente hacia él y con una sonrisa de lo más forzada en su rostro.

—Están de viaje en Las Bahamas —le contó.

—Pero... ¿No nos dijiste que se iban allí como hace tres semanas?

—Sí... así es.

—¿Y aún no han vuelto?

Kari abrió la boca para hablar, pero rápidamente la cerró. Se quedó un instante pensativa y de pronto, como cargada de nueva energía, se puso a caminar por el salón arreglando cosas que estaban bien y colocando objetos que ya parecían estar en su sitio. Parecía una mariposa asustada agitando sus alas sin saber a dónde ir.

Reencuentro (Takari)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora