Capítulo 8

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Adam

Se ve tan hermosa dormida. Su pecho sube y baja pausadamente, uno de sus senos escapa de las sabanas y queda al descubierto. No puedo resistirme y lo beso.

-Mmm. –Ronronea.

-Me encanta ese sonido. –Susurro en su oído.

Sonríe y abre sus ojos pesadamente.

-Buenos días, Adam. –Su voz es ronca y sensual.

-Buenos días, nena. –La beso en los labios.

Me rodea el cuello con sus brazos. Me observa durante unos segundos y se muerde el labio inferior, se ve tan provocativa cuando hace eso. Sin apartar la mirada de la suya, presiono mi erección contra su pelvis consiguiendo que se le escape un gemido.

-Eres maravillosa.

Sonríe y me besa.

-Creo que me gusta despertar contigo. –Confiesa.

-Ya somos dos, nena. –Enrosco un mecho de su pelo entre mis dedos.

Hace ademan de levantarse de la cama, pero tiro de su mano regresándola a mis brazos. Se ríe a carcajadas y la estrecho contra mi pecho.

-No seas aguafiestas, regálame un par de minutos más a tu lado. –Hundo el rostro en su cuello e inhalo su delicioso aroma.

¿Qué haces Graham? Te estás involucrando demasiado con ella. Es dulce e inocente. En ocasiones me saca de mis casillas, tiene una personalidad difícil de domar, pero eso es él lo que más me atrae. Me tiene hechizado.

Sam

¡Dios mío ¿Por qué este hombre tiene que ser tan perfecto?! No sé cuánto tiempo permanecemos entrelazados, sintiendo los latidos de nuestros corazones e inhalando el olor del otro.

Más tarde, nos encontramos recién duchados y vestidos, listos para subir a su auto.

- ¿Adónde iremos? –Inquiero curiosa.

-Me pediste que te sorprendiera. –Sonríe. –Vamos, sube.

-Debo regresar hoy a Nueva York. –Le recuerdo.

-Y yo, descuida, estaremos aquí por la tarde. –Me tranquiliza.

Mientras lo observo conducir, repaso nuestra noche en mi cabeza. Sus manos, sus besos, sus caricias, jamás me sentí tan viva. No puedo alejarme de él.

- ¿En qué piensas? –Interrumpe mis pensamientos.

-Ehh... Nada. –Sonrío.

-Te sonrojaste, algo lujurioso pasó por esa linda cabecita. –Comenta.

-Tal vez. –Me encojo de hombros.

Se estaciona fuera de un restaurante de comida rápida. Alzo una ceja y él me observa.

- ¿Sucede algo? –Pregunta.

- ¿Hamburguesas para desayuno? No es algo muy sano que digamos. –Comento.

-No tienes cara de comer muy saludable, nena. –Me pasa un brazo por encima de los hombros.

Ordenamos un par de hamburguesas gigantes con muchas papas fritas, estoy llevándome una a la boca, cuando cae salsa de tomate en mi pierna.

-Vaya que eres torpe. –Se burla.

-Espera a verme comer helado, soy un desastre y si es en cono, peor. –Sonríe y niega con la cabeza.

Al terminar, estoy más que satisfecha, estiro mi brazo para alcanzar la cuenta, pero Adam es más rápido.

-No vuelvas a hacer eso. –Me reprende.

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