Durante las dos siguientes semanas, vivimos en nuestra pequeña, que digo pequeña, nuestra gran burbuja. Creo que todos en el corporativo ya lo saben, he notado las miradas de reojo y de los cuchicheos, pero la verdad, es que ya no me importa. He intentado ser discreta, pero cada vez que lo veo cerca de la editorial, siento que voy en una nube, Beth suele darme tortazos para qu e reaccione, en ocasiones se lo agradezco, pero parece que ya se le ha hecho una mala costumbre y me pega sin razón, así es ella, está loca. Ahora sé que siente Adam cada vez que lo golpeo en el hombro, dice que me denunciará por violencia doméstica.
Mi artículo fue todo un éxito, no puedo estar más feliz, lo recorté y lo pegué con cinta adhesiva en mi carpeta de trabajo. Por fin le dije adiós a la odiosa férula, aunque sigo quedándome en casa de Adam, no me ha dejado marcharme, me soborna con sexo para cada vez que menciono el tema, y la verdad, eso no está tan mal. Sexo en la cocina, en el baño, en el recibidor y por supuesto en el estacionamiento; el único lugar que nos falta es su oficina. Me tiene cautivada, obsesionada, maravillada, en fin, me tiene a sus pies. Y parece que no soy la única a la que trae embobada, mi madre exige hablar con él cada vez que llama, estoy segura de que llama más por él que por mí, hasta he llegado a pensar que está un poco enamorada de él. Le he suplicado a mi mamá, q ue aún no le diga nada a mi papá, no sé qué vaya a pensar y la verdad, siento un poco de miedo, me importa demasiado su opinión.
Hoy, me encargo de todo el trabajo desde el despacho de Leopold, está cuidando de su madre hoy y me dejó encargada. Organizo un par de reuniones, termino de corregir un manuscrito y llamo a impresión para ordenar la reproducción del mismo. Adam me informa que ya ha terminado y que me espera en el vestíbulo.
Mientras cruzo la editorial, mi IPhone vibra en mi mano. Una so nrisa aparece en mis labios al ver la foto de Abby, mi amiga y dueña del ático donde vivo o, mejor dicho, donde se supone que vivo. Hace mucho que no hablo con ella, me siento culpable de haberla dejado en el olvido después de todo lo que hizo por mí. Desl izo mi dedo por la pantalla.- ¡Locaaa! -Grita desde el otro lado.
Dejo escapar una carcajada. Extrañaba a esta mujer.
-¿Cómo estás? -Pregunto mientras camino al ascensor.
Veo a Beth en su cubículo y me despido de ella con la mano. Me saca la lengua y sonríe.
-Bien, pero muy molesta contigo ¿Sueles abandonar a tus amigas así? -Sonrío por su reprimenda.
-Tienes toda la razón, te he dejado olvidada. tú tampoco llamaste.
-Buen punto. -La oigo resoplar. -Olvidemos que nos olvidamos y empecemos desde cero ¿Sí?
-De acuerdo ¿Qué tal el hospital?
- Horrible, ya no soporto una guardia más. -Se queja. -Por otro lado, amo lo que hago.
Las puertas del ascensor se abren y veo al hombre que me roba el aliento. Está recostado en una esquina, con las manos en los bolsillos. Le guiño un ojo y me paro frente a él, me repasa con la mirada de arriba abajo. Por unos segundos, casi olvido que Abby está al teléfono.
- ¿Sam? -Me llama.
-Sigo aquí. -Digo atontada.
- ¿Estás ocupada?
-No, descuida. -Respondo.
- ¿Cómo te va en esa famosa editorial? -Mejor imposible. -Sonrío y miro a Adam. Me observa con el ceño fruncido.
-Una amiga. -Susurro.
Su gesto se suaviza y sonríe de medio lado.
- ¿Con quién hablas? -Inquiere mi amiga.

ESTÁS LEYENDO
No te esperaba
RomanceSamantha Alfonso, se muda a Nueva York para cumplir su mas grande sueño, ser editora. Pero de repente su carrera deja ser lo más importante para ella; se tropieza con Adam Graham, un hombre sexy, inteligente y escandalosamente rico. Pone su mundo de...