Capítulo 6

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¿En qué momento se cambió de atuendo? Me quito los lentes y lo observo con descaro, lleva unos shorts beige, camiseta blanca y zapatillas de deporte. Se ve realmente bien ¿Bien? No, se ve endemoniadamente sexy. Mi piel se eriza cuando se acerca a mí. Muerdo mi labio inferior para contenerme y no lanzarme sobre él. Jamás vi ojos tan azules, con la luz del sol se ven aún más claros, al igual que su cabello, destellos dorados lo iluminan. Cierro mis manos y cruzo los brazos para reprimir la necesidad de enredar mis dedos en su pelo.

Está aquí tan perfecto y oliendo estupendamente.

-No hagas eso, por favor. –Ruega con voz profunda y ronca, libera mi labio prisionero con su pulgar.

El contacto de su piel me produce una descarga eléctrica, no puedo apartar mis ojos de los suyos. Me atraen como el imán al metal ¡Dios, está tan cerca!

-Si los muerdes, debo besarlos. –Confiesa. –Tus labios me vuelven loco. –Me rodea la cintura con ambos brazos.

Mis ojos van a su boca y luego de regreso a sus ojos. Se inclina un poco más, casi gimo, pero luego se separa dejándome desconcertada.

- ¿Qué sucede? –Frunzo el ceño.

¿Por qué no me besa?

Sonríe de medio lado. –Ven. –Me toma de la mano y comienza a correr en dirección a las palmeras.

-Adam. –Sigo su paso - ¿A dónde vamos? –Llevo sandalias y con lo torpe que soy probablemente termine rodando por la ardiente arena.

Seguimos corriendo y el comienza a reír, no sé por qué, pero termino riendo yo también. Como predije, me resbalo e intenta sujetarme, pero en el intento caemos ambos al suelo. La arena está increíblemente caliente, pero sorprendentemente no me molesta. Rompemos a reír aún más fuerte que antes. Parecemos niños, y estamos llenos de arena por todas partes.

Cuando las carcajadas comienzan a cesar, nos sentamos y le pregunto qué hacemos aquí.

-Si Nick me ve contigo, me mata. –Dice sin más.

Me parto de risa hasta que me duele el estómago. Adam me observa serio.

- ¿Le tienes miedo a Nico? –No puedo parar de reír.

Se frota la parte posterior del cuello. –Ya sabes, es mi amigo y tú eres su hermanita.

-No soy una niña Adam. –Alzo las cejas.

¿De verdad me ve como una niña? ¡Por Dios! Tampoco es tan mayor, solo me lleva cinco años.

-Sí, eso es obvio. –Observa mi escote con descaro.

Instintivamente, me cubro el pecho con mi sombrero. Comienza a reír, toma el sombrero y lo deja a un lado.

-No me prives de la vista. –Me pide con mirada seductora.

Me pierdo nuevamente en su intensa mirada, puedo sentir su olor, es embriagador, masculino, me incita a besarlo. Rompe la poca distancia que nos une juntando nuestros labios. Me toma por el cuello y acaricia mi mejilla con el pulgar. Su boca ansiosa y exigente me conquista ¡Dios mío! Sabe tan bien.

Desesperada y llena de deseo, llevo mis manos alrededor de su cuello y uno más nuestros cuerpos. Mi cuerpo pide más, más de él, de sus manos, de su boca. Necesito sentirlo sobre mí con urgencia.

-Adam. –Jadeo contra sus labios.

Rompe nuestro beso y me deja con ganas de más. Se levanta, sacude sus shorts y me tiende la mano.

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