Capítulo 18

72 12 2
                                    

Han pasado siete, siete miserables y asquerosos días. De milagro me levanto de la cama para ir a trabajar, estoy hecha una piltrafa humana. Me veo al espejo y yo misma me doy asco, tengo ojeras interminables, el cabello despeinado y sin vida, no tengo ni siquiera ganas de ponerme un poco de maquillaje, pero como debo trabajar, me pongo un poco para disimular que no duermo.

No quisiera asustar a los demás trabajadores de la oficina, los pobres no tienen la culpa del asqueroso hoyo en el que me encuentro. Y Adam, bueno, no sé nada de él. Lo vi subir a su Lincoln ayer por la tarde, ni siquiera me miró. Quise regresarle todo lo que compró para el ático, pero las chicas no me han dejado, dicen que me lo tome como premio de separación. Yo no quiero ningún premio, pero siendo sincera ¿Cómo podría llevarme todo eso yo sola? Tendré que contratar un camión de mudanza. La pulsera si la regresé, aunque, no directamente a él, se la di a Christian, quien la aceptó a regañadientes.

Paso la mañana haciendo prácticamente nada, Leo no me ordena gran cosa. En el almuerzo me como un sándwich que traje de casa, no tengo ganas de comer fuera, no quiero ver personas. Personas felices, sonriendo, coqueteando, enamoradas. Qué asco me dan todos ahora. Por la tarde, Beth se acerca a mi mesa.

-Tienes que hacer algo, no puedes seguir así.
Esta no es la Samantha que yo conocí. Bajo el rostro avergonzada. Sé que no estoy en mi mejor momento.
-Nena. -Pone una mano en mi hombro. -Sé que lo de Adam te ha pegado fuerte. Pero no quiero verte hecha un...

-Un auténtico desastre. -La interrumpo.

-No, iba a decir, hecha un asco. Te informo que hoy te vas conmigo.

- ¿Dónde?

-Es una sorpresa. -Sonríe abiertamente.

-Beth. -Suspiro. -No estoy de ánimo, en serio.

-No hay excusa que valga, en una hora nos vamos. -Se va a su lugar.

- ¡Debo trabajar! -Le recuerdo.

-Harris te dio la tarde libre, nena. -Me guiña un ojo.

***

Miro fijamente la entrada del spa.

-Dime qué estamos haciendo aquí. -Le suplico a Beth.

-Es tarde de chicas. -Responde Abby.

- ¿Emboscada? -Inquiero.

Asienten y me arrastran al interior del establecimiento. Me llevan directo a los vestidores.

-Chicas, esto es muy caro. Yo no puedo pagar nada de esto. -Les recuerdo.

Beth sonríe. -Corre por cuenta de mi madre. -Saca una reluciente tarjeta de crédito.

-No puedo aceptar...

- ¡Ya! -Me grita Abby. -Cállate y acéptalo.

Asiento de mala gana y me pongo la bata blanca que me tienden. Una muchacha bastante dulce me conduce a una habitación cerrada. Saca varios aceites de una cesta y los ordena sobre una mesa. Enciende una varita incienso y pone música relajante.

-Creí que estaríamos todas juntas. -Comento.

La muchacha sonríe. -La señorita Pearce lo ordenó especialmente para usted. Ahora, por favor quítese la bata, cualquier ropa interior que lleve, acuéstese en la camilla y cierre los ojos. -Dice antes de salir.

¿Dijo que me quite la ropa interior? Alzo una ceja ¿Y eso para qué?

-Bueno ¿Qué más da? -Me desnudo por completo, me acuesto boca abajo sobre la camilla y cierro los ojos. Oigo la puerta abrirse y pasos por la habitación. Me siento expuesta, siento la necesidad de cubrirme, pero me contengo. La música cambia y la voz de Adam Levine interpretando Won't Go Home Without You llega a mis oídos. Sonrío con tristeza al adueñarse Adam de mis pensamientos. Suspiro y decido echarlo de mi mente y relajarme, aunque sea por un momento.

No te esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora