*Capítulo 10

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La inquietud que el rubio causa sobre mí estando tan de cerca encontrándonos semidesnudos no permite que deje de cuestionarme lo que haría sí acaso la situación se tornase más seria aún.

—Sigamos jugando — propone y se aleja algunos pasos.

—Sólo somos dos.

—Lo hará más interesante.

No niego que resulta atractivo, quizá conocer un poco más de él sea posible de seguir.

—Está bien.

—¿Verdad o reto?

Pero por tentador no deja de ser también peligroso.

—Verdad.

—Mmm... — el chico piensa por algunos segundos sin mirarme —. ¿Deseabas besarme?

—¿Qué? — cuestiono sorprendida.

—Solo debes decir la verdad — se encoge de hombros.

No puedo creer que haya preguntado algo así, y tampoco consigo responder.

—Pues no — digo.

—Eso no parece ser la verdad, pero lo aceptaré.

Abro la boca dispuesta a debatirlo, sin embargo consigo mantenerme serena e intento jugar el mismo juego que él.

—¿Verdad o reto? — averiguo.

—Verdad.

—¿Con cuántas personas te has acostado?

Esboza una gran sonrisa de la cual se cuela un suspiro agradable.

—Para ser honesto me hacen falta dedos y memoria para darte una cifra exacta.

—Ya lo creo.

—¿Qué eliges?

Vuelvo a pensarlo un momento.

—Verdad.

—¿Te has tocado frente a alguien?

—¿T-tocado? — dudo.

Sonríe de nuevo.

—¿Alguna vez te has masturbado para alguien, Lía?

—No — musito intentando no sonrojarme, pero es inútil cuando la mirada persuasiva busca encontrar mi vergüenza a como dé lugar.

—Es difícil saber cuando dices la verdad y cuando no — piensa acercándose —. Las mejillas rojas siempre te delatan, pero ahora no se si delatan tus mentiras o la inocencia que te gobierna.

No es ninguna de las dos opciones, esta quizá sea la primera vez que sufro de sonrojarme al decir la verdad, y todo se debe a sus intenciones por incomodarme, solo disfruta de hacerlo evidente.

Este es su juego, y aprender a jugarlo tan bien como él va a resultar complicado hasta que no consiga arrinconarlo tanto como él me tiene a mí.

—¿Verdad o reto? — tajo las observaciones.

—Reto — decide tras pensarlo un solo instante.

En la mente comienzan a arremolinarse decenas de ideas descabelladas, sin embargo, aún no le he tomado la medida al enemigo.

—Te reto a salir desnudo a la sala por algo de beber — dicto con un ápice de satisfacción.

—¿No prefieres guardarte mi desnudez para ti?

—No soy egoísta, quiero compartir la vista con mis amigos.

Asiente sin verse tan afligido como quisiera, pero supongo que para su personalidad narcisista el reto contrario a afectarlo va a engrandecerse el ego.

Luzbel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora