Sus respuestas

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Ya no sabía qué más hacer. Había pasado una semana desde que había hablado con Serena y ella seguía igual de distante conmigo, evitándome en la Universidad, aunque lo que no podía esquivar era mi mirada. Sólo quería que aceptara y de esa forma empezar a planear la boda pronto, antes de que mi padre no fuera capaz de asistir.

Había hablado de amistad para no asustarla, pero la verdad era que estaba profundamente enamorado de ella y si aceptaba, haría lo imposible por conquistarla, de a poco, tomándome todo el tiempo, ya que viviendo bajo el mismo techo sería más fácil, estaba seguro de eso. Sólo debía encontrar la forma de convencerla a arriesgarse junto conmigo.

Todo eso me desoncentraba en clases y cada vez permanecía más tiempo en la luna que en la tierra, como si ella viviera ahí y pudiera visitarla en secreto. En verdad me estaba volviendo loco... pero, por ella. Anhelaba ver sus ojos celestes mirarme con ansiedad, quería que sus mejillas se encendieran debido a mi cercanía, deseaba tomar sus dedos entre los míos y... besar sus labios una y otra vez.

Ese día, el maestro hizo algunas acotaciones que anotó en la pizarra, pero no alcancé a tomar los apuntes debido a mi distracción, por lo que Michiru se ofreció a prestarme su cuaderno. No sabía bien porqué seguía mi relación con ella, quizás por temor a dañarla, a hacerla sufrir, eso no era algo a lo que estuviera acostumbrado. No podía imaginarme haciéndola llorar y mucho menos siendo distante, cuando Michiru sólo había buscado mi cariño y compañía.

—¿Podemos estudiar en tu departamento hoy, Darien? —me preguntó, acercándose más de la cuenta para estar en clases aún.
—No creo —respondí, alejándome de la forma más disimulada que pude.
—¿Por qué? ¿Estarás ocupado? —insistió, acortando aún más nuestra distancia.
—Estoy muy atrasado con algunos deberes. Lo siento.
—Darien... ¿me estás evitando?
—¿Por qué piensas eso?
—¿Quieres que te lo diga? No tomas mi mano, no te quedas a mi lado y ya no me has besado. ¿Te cansaste de mí?

Podía ver sus ojos expresivos mirándome como queriendo leer mi corazón y lo que estaba ocultándole. No podía culparla, en verdad estaba cada día más frío con ella, pero tampoco podía forzarme a amarla, cuando mi corazón ya tenía dueña. Lo difícil era decírselo de alguna forma en que no la hiriera, pero ¿era posible? Además, si Serena aceptaba mi proposición, ¿qué excusa le inventaría? ¿Aceptaría que me casara con ella bajo el concepto de amistad? ¿Me creería que sólo me estaba ayudando por mi padre?

—Michiru....es sólo que tengo algunos problemas familiares.
—Y, ¿por qué no me has contado?
—No ha habido tiempo, hemos estado muy ocupados estos días.
—Dirás que has estado distraído, porque no hemos tenido grandes exámenes esta semana.
—Es cierto, este problema me tiene muy distraído.
—¿Por qué no salimos entonces? Te hará bien tomar aire fresco. Podríamos ir al parque a tomar un helado.
—No, gracias. Habría sido estupendo, pero tengo que ponerme al día con unas materias.
—¿Ves?
—¿Qué cosa?
—Me evitas por todos lados.

Como la clase había terminado, ya no quedaba nadie en el salón, y ella se había puesto de pie, apoyándose en el asiento frente a mí. Quería que la mirara, pero yo no tenía ganas de seguir mintiéndole, por lo que mantuve mi rostro en el cuaderno que me había prestado hacía unos minutos. Sentí su mano sobre mi mejilla, obligándome a levantar la cabeza, y sus ojos brillaban a causa de las lágrimas que retenía. Mi corazón dio un vuelco al entender lo miserable que estaba siendo, jamás pensé que una chica lloraría por mi culpa, mucho menos ella, eso era algo que estaba muy lejos de mi forma de ser.

—Michiru...
—No digas nada, Darien. Desde el comienzo supe que no me amabas...
—De todas formas sabes que he sido muy feliz a tu lado.
—Yo también fui feliz, mientras duró.
—¿Por qué hablas en pasado?
—No puedo obligarte a amarme. Pensé que algún día alcanzaría tu corazón, pero me doy cuenta de que es imposible...

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