Familia

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Estaba tan plácidamente dormida, pero comencé a removerme en la cama cuando escuché el sonido del agua cayendo en la ducha. Me giré en busca del calor de mi Darien, pero la cama estaba vacía y sólo me encontré con las sábanas tibias aún. Para no sentirme tan sola tomé la almohada de él y me abracé con fuerza, aspirando su aroma que me encantaba. No supe distinguir si era muy temprano o muy tarde, porque sólo entraba una tenue luz a través de las cortinas que cubrían el ventanal, por eso me quedé ahí esperando a que él volviera y me abrazara con cariño.

Todo era tan maravilloso a su lado, pero sabía que de ahora en adelante vendría lo difícil. Estudiar, trabajar, la rutina, los quehaceres, tantas cosas se venían por delante que nos separarían irremediablemente, pero tenía claro que de alguna u otra forma lograríamos sobrellevar cualquier escollo que se pusiera en nuestro camino. Me acurruqué aún más junto a la almohada, cerrando mis ojos, cubierta sólo por la sábana que acariciaba mi piel con suavidad, hasta que sentí el peso del brazo de Darien rodearme, atrayéndome a su cuerpo fresco debido al baño.

-¿Estás despierta, Princesa? -me dijo, susurrando en mi oído, despertando todo mi cuerpo en el proceso.
-Sí... -contesté, apegando mi espalda contra su pecho.
-Qué bien... tengo café preparado y quería que vinieras conmigo.
-¿A dónde?
-Sorpresa...
-Está bien. ¿Puedo lavarme al menos?
-Por supuesto -me respondió, dejando un beso en mi frente-. Pero no demores mucho.

Se alejó de la cama, dirigiéndose al armario, mientras yo pasé al baño, ilusionada con lo que quería mostrarme. Me arreglé un poco frente al espejo, ordenando mi pequeño pijama para sentirme cómoda y sensual a su lado. Sonreí ante mi pensamiento, uno que antes no habría tenido. Salí llena de felicidad, pues me alegraba estar en el departamento de él, sabiendo que ese sería mi hogar de ahí en adelante. Debería ir a casa más tarde para traer todas las cosas que necesitaba, sobre todo lo que ya extrañaba.

-Huele delicioso. ¿Qué preparas? -dije, abrazando a Darien por la espalda, pegando mi cuerpo al suyo.
-Crepas -respondió, acariciando mi mano.
-Que rico.
-Ven, ya tengo listo -me invitó, extendiendo su mano y tomando con la otra una bandeja con los platos servidos.

Yo lo seguí feliz, pensando que nos sentaríamos a la mesa, pero él siguió de largo hacia el ventanal, abriéndolo para salir al balcón. Dejó las cosas en una pequeña mesita y yo pude observar su sorpresa. ¡Estaba amaneciendo!

-¡¿Qué hora es?! -pregunté asombrada.
-Las 6:30 -me contestó divertido por mi cara. Creo que nunca me había despertado a esa hora-. Nos quedamos dormidos muy temprano ayer y como desperté, aproveché de prepararte esto... te había prometido que verías el amanecer cuando estuvieras casada conmigo -me dijo, rodeándome con sus brazos por la espalda, juntando sus manos sobre mi vientre, apoyando su cabeza en mi hombro.

La sensación era deliciosa. La brisa se sentía fresca aún por la hora y el cielo recién comenzaba a aclararse, llenándose de pequeños destellos anaranjados que se extendían poco a poco por el firmamento, cuyo color fue cayendo sobre los edificios a medida que el sol salía brillante tras el horizonte. Mi corazón latía con fuerza, emocionada con la hermosa vista que me estaba regalando Darien. Acaricié sus manos, deslizando mis dedos por sobre los suyos, completamente agradecida. Él sólo me apretó aún más contra su cuerpo, reafirmando su amor por mí.

-Te amo mucho, Darien -le dije, dejando caer mi cabeza contra su pecho.
-Lo sé, mi Princesa -me respondió, besando mi cuello con suavidad, lo que envió corrientes eléctricas por mi columna-. ¿Te gustó mi sorpresa?
-Me sorprendes cada día más -reconocí, girándome hacia él para besarlo con pasión.

Quería tanto agradecerle que me amara de esa manera tan intensa, tan desinteresada, tan especial, deseaba que sintiera que mi amor por él era el mismo que yo apreciaba de su parte. Mi beso lento buscaba marcar el paso en aquella demostración de nuestro amor. Cuando mi lengua acarició su labio, él separó su boca dejándose guiar por mí, sin presionarme, hasta que la ansiedad se apoderó de nosotros.

Boda por amistad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora