Boda por amistad

Disculpas

Podía sentir la ansiedad dentro mío a medida que nos acercábamos al departamento de Darien... desde ese día en adelante viviríamos juntos ahí y sentía que todo iba muy a prisa. Sin embargo, a medida que subíamos el ascensor él me mantenía abrazada con tanto amor y necesidad, dejando suaves e inquietos besos en mis labios y en mis mejillas, que me hacían sentir segura de que había hecho lo correcto. Nuestro amor podía respirarse en el aire, podía palparse en nuestra piel y podía verse en nuestra mirada. En cuanto salimos al piso de Darien, él botó los bolsos a mi lado y me abrazó, haciendo que apegara mi espalda en la fría pared, mientras podía sentir el calor de su cuerpo delante mío, y me dejé llevar sin reparos, pues era algo que también anhelaba. Sus besos y sus manos eran cada vez más osados, subiendo por mi piel, encendiendo de un segundo a otro las células ansiosas de mi cuerpo, olvidando por completo que aún no llegábamos al departamento. Sólo queríamos amarnos en todo momento y lugar. Sin embargo, el reproche lanzado al aire por mi ex novio llegó a nuestros oídos como un alfiler que rompió nuestra hermosa burbuja, reduciendo nuestro lujurioso deseo a nada.

—¿Seiya? —dije. En realidad, fue lo único que salió de mis labios medio hinchados por el efusivo beso que Darien me estaba dando.
—Sí, Bombón, soy yo —respondió en tono burlezco, ganándose una mirada de reproche de parte de Darien por llamarme así.
—¿Qué hacen aquí? —les preguntó, mientras recogía los bolsos. Vi como Michiru de removió en la silla inquieta por el tono seco de su voz.
—Yo... sólo venía...
—Déjame a mí —le sugirió Seiya, tocando su hombro—. Llamé a tu padre para saber cuando llegaban. Perdón por interrumpir su idílico momento de esta manera, pero creemos que necesitamos conversar algunas cosas.
—¿Conversar? —pregunté confusa. No entendía qué era aquello que debíamos hablar, pues nosotros ya éramos harina de otro costal.
—Sí... es que... yo necesito... por favor —habló Michiru con evidente nerviosismo.
—Está bien —dijo Darien de pronto. No sé porqué, pero me dolió que aceptara hablar cuando fue ella la que lo pidió. Sentí celos de que estuviera cerca de él otra vez, de recordar el beso que se habían dado y de saber que ella había sido su novia. La quería lejos de ahí, muy lejos. Aún así, vi como mi esposo abrió la puerta y dejó que pasaran, extendiendo su mano en mi dirección para animarme a moverme, pues me había quedado estática en el pasillo—. Vamos, princesa. Tenemos visitas que atender —me dijo sonriente, ahuyentando todas las dudas que comenzaban a instalarse en mi corazón. "Tenemos" se oía a pareja, a nosotros dos, a este equipo que habíamos formado. Y eso era demasiado lindo como para arruinarlo con estúpidos celos.
—Tienes razón —acepté, entrelazando nuestros dedos y dejando un beso en sus labios—. Pero... después te quiero sólo para mí —revelé con mi boca aún encima de la suya, mirándolo con ansiedad. Quería que supiera que él sólo era mío, de nadie más.
—Serena... —me llamó entre asombrado y deseoso. Aún estaba aprendiendo qué cosas le gustaba que dijera o hiciera para provocarlo—. No me tortures así...
—¡Eh! ¿Van a venir o se quedarán ahí en la puerta todo el día? Ya tendrán tiempo para seguir en su nube ardiente —nos gritó Seiya, volviendo a interrumpir nuestro momento.
—¡Ah! Ya vamos, Seiya —reclamé haciendo un berrinche infantil, como si le hubiesen quitado un dulce a una niña.
—Te cobraré la palabra, Princesa —me susurró Darien al oído, tomando mi cintura por la espalda y caminando pegado a mi hasta la sala.

Pude ver los ojos incómodos de Michiru que se desviaron hacia el ventanal, como evitando vernos tan juntos y cariñosos. De todas formas, igual me daba un poco de pena la situación, pero jamás me arrepentiría de estar con Darien, jamás. Estábamos hechos el uno para el otro y eso lo sabía, lo había reafirmado esos tres días que habíamos tenido de luna de miel, que en verdad había sido de demasiada miel...

—Prepararemos algo de beber para que podamos conversar más a gusto, después de todo, son nuestras primeras visitas que recibimos como matrimonio —dijo Darien, llevándome de la mano hacia la cocina.