Confía en mí

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Lo sabía... había pecado de ingenuo. Nunca pensé que Michiru se atrevería a intentar besarme contra mi voluntad. ¿Qué pretendía? ¿Despedirse? ¿Vengarse? No lo sabía, lo único que tenía claro era que no le daría en el gusto.

A pesar de que me tomó por sorpresa, empujándome para que quedara sentado en la banca, supe de inmediato lo que buscaba cuando tomó mi cara con sus manos. No me fue difícil eludir su osada acción, girando mi cara sólo un poco, para que sus labios cayeran sobre mi mejilla y no en su objetivo. Sentí sus lágrimas caer sobre mi piel, quemándome al comprobar el dolor que provocaba en ella, quien no merecía sufrir por alguien que no la amaba. Y de un momento a otro, se desvaneció en mis brazos.

Apenas alcancé a sostenerla debido a la impresión. ¿Por qué se había desmayado? Aunque la sacudí, no reaccionó, hasta que vi a Serena a cierta distancia, pálida y sin ninguna emoción aparente. ¿Desde cuándo estaría ahí? ¿Qué pasaba por su cabeza? Quería imaginar que no estaba pensando en nada malo, en verdad lo quería, pero al verla estática, sin moverse, apretando sus manos a su costado, como reteniendo sus emociones, supe que imaginaba más de lo que realmente había sucedido. Y para peor no podía moverme con Michiru sobre mi regazo totalmente inconciente.

Para mi alivio, o tormento, no sabía cuál de los en ese momento, Serena comenzó a caminar hacia nosotros, aunque parecía más un fantasma que la chica jovial de la que estaba enamorado. Entonces, acomodé a Michiru entre mis brazos para llevarla a la enfermería.

—Serena...
—¿Qué pasó? —me preguntó. Su voz sonó apagada, casi sin vida. ¡Maldición! ¿Por qué tenía que pasar esto ahora?
—Se desmayó, ¿me acompañas a la enfermería, por favor?
—Está bien...

Al menos su respuesta fue positiva. Se mantuvo en silencio todo el trayecto hasta que llegamos a la sala que buscábamos. Ella abrió la puerta y me ayudó a dejar a Michiru sobre la camilla. No sabía qué hacer después de eso. La tenía a mi lado, pero percibía cierta tensión de su parte que nunca antes había visto.

—Gracias...
—¿Por qué? —me preguntó en un tono no muy agradable.
—Por acompañarme...
—¿Qué pasó allá?
—Nada, sólo conversamos.
—Te besó, los vi —me increpó mirándome con molestia.
—Estás equivocada. Ella no me besó... porque yo no la dejé —le respondí, con mis ojos fijos en los suyos, para que no tuviera ninguna duda.
—Pero...
—¿Vas a enojarte por una tontería? Por favor, Serena...

No dejé que hablara, sólo la abracé con fuerza, acercándola a mi cuerpo para que supiera que mi corazón sólo latía por ella y por nadie más. En ese momento, llegó la enfermera que revisaría a Michiru, quien nos hizo unas preguntas, para luego tomar sus signos vitales y una muestras, y así buscar la forma de que despertara para averiguar porqué se había desmayado.

Nos mantuvimos sentados dentro de la sala, a petición de la enfermera, o sino nos hubiéramos retirado de inmediato. De pronto, ella salió en busca del médico, quedándonos solos otra vez.

—¿Por qué se desmayó?
—No lo sé.
—¿Estás seguro?
—¿A qué te refieres? No tengo idea de qué le pasó.
—No estará... ¿embarazada?
—¡¿Qué?!

Su pregunta me sorprendió como ninguna que pudiera hacerme. No sé de qué colores me habré puesto en ese momento, pero al final supe que mi cara estaba roja por lo tanto que me ardía. ¿Cómo se le ocurría pensar en algo así?

—Bueno... no sé... ustedes eran novios... —dijo, intentando explicar lo que había dicho, pero se notaba que estaba tan nerviosa como yo.
—¿Cómo dices algo así, Serena? ¿Crees que estoy jugando con todo esto? —pregunté indignado, apuntándonos a los dos.
—No lo sé... se supone que nos íbamos a casar por un acuerdo, para ayudarte. No tengo idea de cómo era tu relación con Michiru antes...
—Recién llevábamos dos meses saliendo, por favor...
—Darien... no soy una niña.
—¿Acaso tú y Seiya...
—¡¡¡No!!! ¡Qué insinúas!
—Dijiste que no eras una niña, Serena, eso suena a que ustedes...
—No me refería a eso... ¡Ay! No sé porqué estoy diciendo estas cosas...
—Serena...

Boda por amistad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora