La boda

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¿Qué más podía pedirle a la vida? Nada... ya que el hombre al que amaba con todo el corazón, me correspondía de la misma manera, intensa y desesperadamente. Sus labios eran una fuente de placer de la que podría beber sin jamás terminar de saciar mi sed, eran un deleite exquisito para mi cuerpo, haciéndome sentir cosas maravillosas, las que había desconocido hasta ese momento.

Si no hubiésemos estado en la biblioteca, no tengo idea de a dónde hubiéramos llegado, pues mis manos se movían solas, sin que yo procesara lo que hacían, acariciando su cuello, enredando mis dedos en su cabello tan suave, en un deseo por unir nuestros cuerpos aún más. Darien me arrinconó contra el estante sin dejar de besarme y en ese momento, un libro cayó al suelo pesadamente, despertándonos del sueño en el que estábamos inmersos, obligándonos a separarnos de inmediato.

Sentí el frío del lugar acariciar mi piel que ardía debido a su repentino alejamiento, haciéndome desear que regresara a envolverme con su anhelado calor, mas no era el momento ni el lugar apropiado. Sabía que podía resistir, sólo un poco más. Sus ojos azules, tan profundos como el océano, me miraron entre asombrados y satisfechos por la reciente demostración de amor que nos habíamos regalado. ¿Cuanto más nos faltaba por descubrir? ¿Sería capaz de resistir tanto amor en mi corazón, el que parecía que estallaría cada vez que nos besábamos?

—Perdón —me dijo—, es que no pude resistirme. Tus labios son demasiado tentadores...

Aún me resultaba increíble que con sólo su voz y sus palabras fuera capaz de encender en mi una pasión que subía por mi pecho, buscando la manera de desbordarse, haciendo arder mis mejillas todavía más, si es que eso era posible. ¿Qué clase de magia era esa que ejercía sobre mi?

Sus manos acariciaron mis mejillas ardorosas, como queriendo comprobar el efecto de sus acciones en mi piel, sonriendo ante la imagen que le ofrecía. Yo sólo me perdía en sus ojos tan envolventes, deseando que otra vez me atrapara en aquella caricia, mientras mis latidos se aceleraban de nuevo ante su sutil contacto. Uno más, sólo uno, rogaba en mi mente, incapaz de dominar mis propios deseos. Mas él prefirió no seguir arriesgándonos de esa forma, por lo que depositó sus labios en mi frente, en una muestra de ternura, que de igual forma me hizo suspirar. Cada faceta, cada gesto, cada mirada de Darien eran tan fascinantes de descubrir para mí, que sabía que podría pasarme la vida entera queriendo descifrarlos.

Esa tarde repartimos las invitaciones, en total eran cincuenta. No quisimos una boda grande debido al poco tiempo que teníamos para avisarle a más personas. Visitamos a Mina y a Lita en sus casas, las que nos recibieron muy alegres, asegurando que asistirían sin falta. La última que teníamos en las manos era la de mi padre, así es que nos dirigimos a mi casa.

Al entrar, me di cuenta de que aún no llegaba y Sammy estaba en la sala viendo televisión. Le dije a Darien que si quería descansar yo le entregaba la invitación a mi padre, pero se negó. Necesitaba hacerlo él mismo. Así es que nos sumamos a mi hermano un rato, mientras veía sus caricaturas favoritas y nosotros conversábamos algunas cosas pendientes, hasta que oímos llegar a papá.

—Darien, Serena, Sammy —nos saludó.
—Señor Kenji, lo estábamos esperando.
—Sí, gracias por venir. ¿Cómo les fue ayer con los preparativos?
—Muy bien, papá, por eso mismo queríamos conversar contigo.
—Tome, esta es su invitación. Sería un honor para mí que usted entregara a Serena en el altar —le dijo Darien, extendiendo el sobre a la vez que hacía una reverencia, sorprendiéndome con sus palabras.
—El honor es todo mío por permitirme tener esta oportunidad. Muchas gracias a los dos.

La imagen de mi padre y mi novio sonriendo ante lo que pronto sucedería se convirtió en una muy apreciada por mí, una que no olvidaría jamás. Eran los hombres más importantes de mi vida junto con Sammy y que estuvieran a mi lado era en verdad maravilloso.

Boda por amistad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora