Desperté temprano como era mi costumbre y Serena dormía entre mis brazos, tal como siempre soñé. Su dócil cuerpo se apegaba contra el mío, encajando a la perfección, como si hubiésemos dormido toda la vida así. Me fascinaba ver su rostro tranquilo, con su respiración pausada saliendo por entremedio de sus labios divididos, dejándome apreciar sus bellos dientes. Sus mejillas siempre estaban levemente sonrojadas debido al calor se nuestras pieles en contacto, mientras su cabello se esparcía desordenado por la sábana, cayendo por su rostro. Esas veces me dedicaba a pasar mis dedos por su suave piel, recorriendo sus facciones que tanto me gustaban, su redondeada frente, su respingada nariz y sus gruesos labios, para luego retirar las doradas hebras de cabello que se atravesaban sobre su mejilla, colocándolas detrás de su oreja. Mi mano inquieta comenzaba a bajar por su cuerpo, pasando mis dedos por su espalda hasta sus muslos y la apretaba aún más contra mi, aspirando su aroma tan femenino que encendía todas mis fibras nerviosas, liberando aquellas feromonas que me volvían loco. Entonces, ella se movía entre mis brazos, pasando su cara por mi pecho para despertar, haciéndome cosquillas con su aliento caliente, hasta que abría sus ojos peresozamente para al fin deleitarme con sus hermosos iris celestes en los que podía perderme con gusto.
—Buenos días, mi hermosa Princesa —la saludé, dejando un beso en su frente.
—Mi Darien... —me dijo ella, abrazándome con fuerza.
—¿Cómo amaneciste?
—Siempre que amanezca entre tus brazos seré feliz —reconoció, besando mi pecho, enviando ondas eléctricas por mi cuerpo.
—Yo también... pero, no hagas eso, o sino no responderé por mí.
—Es sábado, ¿cierto? —me preguntó, sonriéndome, a la vez que se subía sobre mi, sorprendiéndome con su iniciativa.
—Sí, es sábado... —respondí, tomándola por sus exquisitas caderas.
—Sólo que no debemos hacer ruido —me sugirió, acallando mis labios con los suyos.
—Podría ser mudo si este es mi pago —reconocí, hablando sobre su boca.
—Estaba soñando contigo... pero la realidad es mucho mejor —me reveló, después de recorrer mis labios con ansiedad.
—¿Sueñas conmigo, Princesa? —pregunté, sintiéndome el hombre más afortunado del mundo por tener la esposa perfecta a mi lado.
—Siempre...Perdí toda voluntad después de lo que dijo, pues el deseo se apoderó de mi cuerpo, adueñándose del suyo. Mis manos jamás se cansarían de acariciar su piel que se calentaba bajo mi tacto, y mis labios nunca se aburrirían de probar su sabor tan delicioso. Además, mis oídos se deleitaban escuchando sus jadeos, sobretodo cuando suplicaba llamándome, mientras se apegaba aún más a mí con desesperación. Era tan delicioso, tan placentero, tan excitante, que siempre terminaba derrotado junto a ella sin darme cuenta del tiempo que nos llevaba amarnos de esa manera llena de entrega y pasión. Lo adoraba y esperaba que jamás se terminara esa magia que envolvía nuestro matrimonio.
—Eres tan fabulosa —le dije cuando ella envolvió su cuerpo alrededor del mío después de quedar exhausta. Dejé un beso en su cabeza, lleno de amor.
—Tú también —me confidenció, haciendo latir mi corazón.¿Podía pedir algo más que eso? Amarla era lo único que le daba sentido a mi vida en ese momento y saber que ella disfrutaba mi compañía era lo mas halagador. Ella era mía y yo... era suyo, por completo y para siempre...
—¿Qué hora es? —me preguntó de repente, levantando un poco su cabeza.
—Déjame ver —respondí, estirando mi mano hasta el teléfono—. Son las ocho...
—¡¿Qué?! ¿Tan temprano?
—Parece que te hace bien estar conmigo. Despiertas temprano y más encima con ganas de hacer ejercicio —dije, riendo y acariciando su espalda.
—¡Darien! —me llamó, haciéndose la molesta, pegándome con su mano de forma suave.
—¿Qué? ¿Acaso no es verdad?
—Pero...
—Si quieres, podemos seguir haciendo ejercicio —sugerí, mirándola con deseo, bajando mi mano sin pudor hacia sus tibios muslos.
—Lo siento, pero no podemos —me respondió, sentándose sobre mi, tentándome aún más con la exposición tan esplendorosa de su cuerpo.
—Vamos... si es rápido —dije, alargando mis manos, que fueron desviadas por ella, aprisionándolas a mis costados.
—No... Sammy va a despertar pronto. Además, hoy tenemos que ir a... —explicó, quedándose en silencio de repente.
—Lo sé... no debes preocuparte. Estoy con ustedes en esto —le aseguré, zafándome de su agarre y obligándola a caer otra vez sobre mi pecho con ternura.
—Gracias. Si no fuera por ti, nada de esto estaría pasando. Sólo estoy tranquila cuando estoy a tu lado, te amo...
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Boda por amistad
FanfictionDarien siempre recordó su primer beso, pero cuando volvió a encontrar a la mujer de sus sueños, sus vidas llevaban un camino separado. ¿Sucedería algo que pudiera reunirlos al final del camino?