Amor de verdad

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¿Era posible palpar el amor? ¿Podía traducirse en acciones tan concretas que te robaran el aliento? ¿Se podía sentir en la piel como si te acariciaran aún sin necesidad de las manos? Sí, era posible y yo lo estaba comprobando en ese mágico instante. Aunque estaba casi seguro de que Serena sentía lo mismo que yo, apreciar sus labios recorrer los míos con tal dedicación me transportó a la dicha plena, haciéndome el hombre más feliz del universo. Jamás pensé que un beso podía ser tan increíble, tan perfecto, tan delicioso. Me gritaba sin palabras que me amaba, sólo a mí, así lo entendí. Pero, escucharlo al fin salir de sus preciosos labios fue una experiencia única, de otro mundo.

—Yo también... te amo, Darien...

Su boca aún estaba sobre la mía, cuando esas hermosas palabras fueron pronunciadas por su dulce voz. Mi garganta se apretó, sin ser capaz de emitir sonido, debido a la impresión que me causó. Sentía la piel erizada y el estómago lleno de cosquillas, las que se extendieron por mi cuerpo, maravillándome de lo que ella me podía hacer experimentar sólo con aquella confesión.

Aunque me costó unos segundos aceptar que en verdad había dicho eso, mi cuerpo se movió solo, impulsado por todo el amor que le tenía y la abracé con anhelo, con desesperación, como si quisiera comprobar que todo eso era real. La besé, pero con la necesidad de demostrarle que mi amor por ella era desde hacía mucho tiempo, desde el día en que nuestros ojos se encontraron por primera vez y que se había intensificado con aquel inocente beso de secundaria. Aunque el de ahora no tenía nada de inocente. Quería fundir mi boca con la de ella, explorar sus labios en toda su magnitud, grabar su delicioso sabor en mi memoria como si fuese el último beso de nuestras vidas. Su cuerpo se estremeció entre mis brazos, preso de las mismas sensaciones que yo mismo estaba experimentando y, aunque quería besarla por la eternidad, era momento de dejarla respirar. Recorrí con mi mirada su rostro, sus mejillas estaban sonrojadas, sus labios permanecían rojos y húmedos, mientras sus ojos me veían con todo el amor y la ansiedad de ese mágico instante... era la imagen perfecta.

No quería soltarla, quería mantenerla junto a mi para siempre, sentir su aroma que me enamoraba cada día, percibir su respiración acelerada sobre mi pecho, acariciar su espalda con cariño.

—Gracias Serena...
—¿Por qué?
—Por confiar en mí y decirme lo que sientes —dije, mientras mantenía su cabeza sobre mi pecho, consciente de que ella escuchaba la aceleración de mis latidos, en evidencia de lo que sólo ella me hacía sentir.
—¿Esto no cambiará las cosas?
—Para nada... sólo que ahora nuestra boda ya no será sólo por amistad.
—Es cierto —reconoció, sonriendo.
—Imaginé que aquí estaban —escuchamos la voz de mi padre en la puerta del jardín, que se detuvo al vernos abrazados.
—¡Padre!
—No se preocupen, yo voy hasta allá.

Lo vi caminar con cierta dificultad, pero al fin llegó hasta donde estábamos al lado del cerezo y acarició el tronco con su mano.

—¿Nos retrasamos mucho?
—No, sólo quería verlos aquí.
—¿Cómo sabía que estaríamos en este lugar?
—Te conozco, hijo. Sabía que la traerías aquí, donde escribiste su nombre —me reveló, acariciando el tallado que minutos antes había apreciado la misma Serena.
—Ha sido un hermoso detalle de parte de su hijo, señor Takeshi —le respondió, mirándome a los ojos, haciendo saltar de nuevo mi corazón.
—¿Te dijo Darien por qué está este cerezo aquí?
—No, aún no...
—Representa a su madre. Ella se llamaba Sakura... era tan hermosa y delicada como este bello árbol.
—Padre...
—Espero que el amor de ustedes sea el mismo que nos teníamos nosotros.
—Eso se lo aseguro —respondió, Serena, tomando mi mano con fuerza, llenándome de su calidez.

Después de regresar, tuvimos una tarde muy tranquila. Almorzamos en la sala, con las puertas abiertas, mientras podíamos apreciar la hermosa vista de los jardines. Conversamos un buen rato con mi padre, quien se dedicó a mostrarle los árboles y las flores a Serena; ella parecía sentirse muy a gusto en aquel lugar tan pacífico y tranquilo. Hasta que llegó el momento de hablar por lo que estábamos ahí.

Boda por amistad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora